Hay tres funciones que el líder debe cumplir: la función de la tarea y las funciones del desarrollo y mantenimiento de los individuos y del equipo. Los líderes eficientes funcionan en estas tres áreas y, con frecuencia, de modo simultáneo. Hay que trabajarlas de forma constante y simultanea porque cada área que funciona mal afecta el bienestar de todo el proyecto.
Si se descuida la función de la tarea, hay problemas. Si un grupo no consigue completar su tarea, eso causa desintegración del grupo e insatisfacción en los individuos. Para que la moral se mantenga alta, los grupos tienen que completar sus tareas.
Si se descuidan las necesidades del grupo, habrá problemas porque el estado del grupo afectará a los individuos y a la tarea. La falta de unidad en un grupo obstaculiza su rendimiento, y además ocasiona que no se satisfagan las necesidades individuales. Por lo tanto repercute en la tarea.
Si se descuidan las necesidades de los individuos, habrá problemas, ya que los individuos que se sientan frustrados o contrariados no harán una contribución máxima a la tarea común y tampoco a la vida del grupo en lo que hace al fortalecimiento del espíritu de equipo.
Del mismo modo, los cambios positivos en algunas de las áreas afectarán de forma positiva a las otras. Por ejemplo, la consecución de los objetivos comunes, es decir, los logros que se alcancen en el área de tarea, ayudarán a desarrollar un sentimiento de solidaridad e identidad en el grupo. El momento de la victoria cierra las brechas psicológicas entre las personas.
Función de tarea
Esta función se centra en pasar por todo el Ciclo de crecimiento: desde la identificación de la necesidad, el propósito, los objetivos, los medios y los recursos, hasta la ejecución y la evaluación, terminando satisfactoriamente una tarea determinada. Dos áreas principales se relacionan con la tarea: su organización y su conducción. O bien podríamos llamarlas la visión y la estrategia.
Los elementos del Ciclo de crecimiento muestran un esquema de los pasos imprescindibles para la puesta en práctica de una tarea de modo satisfactorio, pero queremos recordarte que el liderazgo constituye, por sobre todo, un arte. Y ser artista requiere tanto dominar ciertas habilidades como adquirir práctica en su ejecución.
Función de mantenimiento
Hemos clarificado que el liderazgo no tiene que ver con hacer algo por la gente (asistencialismo) ni tampoco con hacer algo para la gente (servicio) sino que se relaciona con hacer algo a través de la gente. Más adelante veremos que una de las principales barreras con que se choca la pastoral juvenil es la falta de recursos humanos. Todo eso remarca lo que encontramos en Efesios 4, referido a que el llamado al liderazgo no es simplemente a llevar a cabo actividades y cumplir con tareas sino a capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo.
Esta capacitación abarca mucho más que la enseñanza de determinados conocimientos o el adiestramiento en ciertas técnicas: tiene que ver con la educación. Con el mismo proceso educativo que Jesús llevó a cabo con sus discípulos. Cuando estudiamos su ministerio, notamos que Jesús desempeñó de forma concurrente la función de tarea y la del desarrollo y mantenimiento de los individuos y del equipo.
El trabajo individual en esta área se centra en motivar y desarrollar a los individuos que forman parte del equipo. Y el trabajo en equipo se centra en el fortalecimiento del grupo. Hay que cubrir las necesidades del grupo en lo que hace al trabajo y a la moral del equipo.
Más adelante en este material consideraremos detalladamente la manera de implementar prácticamente esta función de mantenimiento con el equipo de líderes de la pastoral juvenil. Aquí simplemente queremos hacer notar que se trata de una función básica, de una responsabilidad del liderazgo en la ejecución de la pastoral juvenil.
El educador y su relación con Dios
Dado el carácter espiritual de la pastoral juvenil, hemos enfatizado la necesidad de que el liderazgo también sea espiritual. Es decir, que la relación personal que tiene el educador con Dios constituye un elemento primordial en la ejecución adecuada de la pastoral. En Juan 15, Jesús le recuerda a sus discípulos que existe una relación directa entre su relación personal con Dios y un ministerio que dé frutos: Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada (Juan 15:5).
Cuando Jesús dice, separados de mí no pueden ustedes hacer nada, obviamente, no significa que la persona no pueda hacer nada literalmente. Sin embargo, esa persona, por más ocupada que esté y a pesar de lo mucho que parezca estar haciendo, no logrará nada ante los ojos de Dios. Este pensamiento debería llevarnos a detener nuestra marcha. Es posible estar muy ocupado en el «ministerio» y que finalmente todo eso no valga nada. Pero, ¿qué significa estar en él? Entre otras cosas, implica que la relación del educador con Dios se caracterice por la intimidad, la dependencia y la sumisión a él, por el caminar en fe y un reconocimiento del protagonismo de Dios.
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