En People in Crisis: Understanding and Helping, Lee Ana Hoff provee un modelo útil para evaluar la efectividad potencial de un plan de acción. Un buen plan debe ser:

1. ORIENTADO AL PROBLEMA. Un buen plan se enfoca y se limita al problema identificado. El consejero de crisis efectivo reconoce sus limitaciones y rechaza comprometerse en terapia a largo plazo. También ayuda a una persona a diseñar un plan para restaurar su equilibrio, no para complacer un psicoanálisis aficionado. Por consiguiente, el plan es específico y limitado.

2. APROPIADO AL NIVEL FUNCIONAL DE LA PERSONA Y NECESIDADES DE DEPENDENCIA. Las personas funcionan en una variedad de niveles emocionales, intelectuales, físicos y espirituales que pueden no existir en equilibrio (por ejemplo, una persona puede ser físicamente madura, pero emocionalmente inmadura, o intelectualmente sofisticada, pero espiritualmente ingenua). Líderes juveniles, padres y maestros a veces se olvidan de lo que es ser un adolescente. Un plan de crisis exitoso es marcado por un conocimiento del nivel funcional de los que harán el trabajo. Esperar lo mejor de las personas nunca debe ser traducido en esperar más de lo que ellos puedan dar; eso solo frustra a todos involucrados.

3. CONSISTENTE CON LA CULTURA Y ESTILO DE VIDA DE LA PERSONA. El líder juvenil eficaz es un estudiante de la cultura juvenil, al menos de aquellas a las que tiene proximidad física. Pocos de los que trabajan con jóvenes se sienten tan cómodos en la casa de un joven como lo estarían en la escuela secundaria de ese mismo estudiante o en medio del campus escolar. Como resultado, muchos líderes encuentran difícil trabajar con las familias en crisis y entender su dinámica.

El sistema de creencias religiosas y los valores del consejero ciertamente influirán, pero no debe dictaminar el proceso de planificar las acciones a tomar en una crisis. (Esto quiere decir que es posible que no obtengas lo que esperas). Por ejemplo, si el consejero se opone al control de natalidad en adolescentes, no debe ignorar su viabilidad cuando se están evaluando las opciones en el plan de acción para un adolescente sexualmente activo. Aunque pueda ser doloroso considerarlo, el control de natalidad puede ser el camino más responsable a corto plazo para un joven que no comparte el marco moral del consejero. Si no puedes vivir con eso, reconócelo pronto y retírate con gracia.

4. INCLUYENTE CON EL CÍRCULO SOCIAL Y LOS ALLEGADOS. Los planes de acción efectivos entienden la necesidad que tenemos de apoyo y ánimo por parte de aquellos que nos importan. Esto es especialmente sensible para los jóvenes que creen que a nadie le importa si viven o mueren. Cuando los tiempos son difíciles y nos preguntamos cómo seguir adelante, ¿quién no aprecia las palabras de ánimo y la presencia física de las personas a quienes llamamos amigos? Un buen plan encuentra la manera de agrupar tropas alrededor de la persona que sufre, de manera apropiada y auténtica. Así, un plan efectivo también reconoce que el círculo social de la persona puede ser un factor que contribuye —incluso que precipita— a la crisis. Un joven que lucha con la dependencia de drogas tendrá dificultad para dejar el hábito mientras se siga relacionando con amigos que son consumidores también.

5. REALISTA, CONCRETO Y CON UN TIEMPO LIMITADO. Hacer que un plan se vea bien por escrito no garantizará su éxito. Por eso es importante considerar las posibilidades y las limitaciones del plan para que la meta establecida sea realizable en un tiempo razonable. Estar de acuerdo con un cronograma es una manera efectiva de motivar a la gente a actuar. Un plan que no tiene fechas a las cuales atenerse es más una noción que un plan. Un cronograma garantiza que ambas partes estén dando cuenta de su participación mutuamente. Asegúrate que el plan es concreto, es decir, específico y fácilmente entendible. Si, por ejemplo, la familia menciona «aprender a cooperar» como una de sus metas, ayúdales a traducir lo confuso de «aprender a cooperar» en algo concreto, medible, como «aprender a escuchar respetuosamente uno a otros», y «aprender a encontrar soluciones en las que todos ganen algo cuando estamos en desacuerdo».

6. DINÁMICO Y RENEGOCIABLE. El plan de acción puede llegar a necesitar una actualización o reemplazo con un nuevo cronograma. A veces las personas «lo logran» más rápido de lo que se creía posible. Si esto ocurre, ayúdales a adelantarse en el plan, siempre y cuando todos estén seguros de que es un progreso legítimo y no un truco.

7. QUE INCLUYA UN SEGUIMIENTO. El seguimiento es importante por varias razones. Si ayudas a las personas a desarrollar un plan de acción responsable, es importante evaluar el proceso, alinear las debilidades; celebrar el éxito. Un buen plan debe incluir visitas de seguimiento.

TRABAJAR EL PLAN

La efectividad de cualquier plan de acción es medida de acuerdo a las personas que son alcanzadas por las metas trazadas. La falta de implementación de un plan es solo una colección de buenas ideas. Si la meta final de la intervención de las crisis es la resolución de la crisis inmediata o una disminución del impacto de la misma, la efectividad del plan puede ser evaluada por el grado en que se mueven cada uno de los involucrados hacia estos fines. Aquí se presentan algunas de las más comunes razones por las que la gente falla en hacer un seguimiento:

FALTA DE CAPACIDAD. Las crisis abruman a las personas haciendo un corto circuito en las capacidades normales de su funcionamiento. La gente puede tener muy buenas intenciones, pero se encuentran emocional o psicológicamente incapacitados; en cuyo caso tu trabajo es ayudarles a incrementar la capacidad, en lugar de abandonar el plan.

MIEDO A LO DESCONOCIDO. Algunos padres se sienten como rehenes en sus propias casas, cautivos de un hijo o hija adolescente que, de alguna manera, logró tener el control de la casa. Generalmente es el miedo y no su pequeño príncipe o princesa lo que mantiene a esta gente como rehenes. Su temor principal yace en no saber si deben ponerse firmes y darle al hijo a escoger entre vivir como un miembro totalmente funcional dentro de la familia o buscar un nuevo lugar donde vivir. Este es un escenario aterrador para muchos padres, porque implica un futuro incierto con el hijo que ellos aman.

Lo mismo ocurre en el caso de un niño abusado que es lo suficientemente mayor como para saber lo que sucede y decirle a alguien que le pueda ayudar, pero se mantiene en silencio porque no sabe qué puede pasar si habla. En estos casos, puedes ser el que anime (el que ponga el corazón de ánimo) a la persona cuyo corazón está mayormente lleno de temor.

DESEO DE CAMBIO. La mayoría de líderes juveniles pueden identificar al menos un joven que tendrá una buena crisis más o menos cada 6 semanas. Los jóvenes que aprenden a fabricar crisis como una manera de obtener atención, no le ven mucha gracia a una solución genuina.

PERTENENCIA. Los jóvenes que participan en el diseño de su propio plan de acción serán más propensos a comprometerse y darle seguimiento, y habrá menos probabilidad de que saboteen el plan. Mientras mayor sea la inversión personal que tengan en el proceso, mayor será la probabilidad de que trabajen para hacer que este tenga éxito.

FALTA DE RECURSOS. Implementar un plan de acción requiere atención especial a los costos financieros, disponibilidad de recursos de ayuda y restricciones de tiempo.

DISCONFORMIDAD PERSONAL. Hay situaciones en las cuales un plan de acción requiere que las personas se muevan muy afuera de su zona de comodidad. Pide a las personas que evalúen los costos de antemano, mientras el plan se está escribiendo. Luego, solicítales que mantengan su palabra; apoya y celebra sus esfuerzos en seguir adelante.

Extracto del libro Cómo Ayudar a Jóvenes en Crisis.

Por Jim Hancock y Rich Van Pelt

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