El grupo pequeño favorece de un modo mucho más adecuado el aprendizaje y la formación de los jóvenes que el grupo grande. Eso tiene que ver con diversas cuestiones:

Apoyo mutuo.

Ninguno de nosotros tiene la suficiente fortaleza espiritual como para poder vivir la vida cristiana solo. Todos necesitamos un contexto que nos proporcione apoyo, estímulo, cariño, ánimo y fuerzas para seguir peleando la buena batalla, que no siempre es fácil ni agradable. El grupo puede proporcionar este apoyo que todo individuo necesita para vivir la vida cristiana, convirtiéndose en un oasis en medio de un ambiente hostil y contrario al evangelio. El grupo otorga un sentido de comunidad mucho más poderoso que el que brinda la congregación, porque los miembros, debido a este vínculo, se sienten integrados, participan activamente y forman parte del cuerpo de Cristo.

Conciencia de las necesidades.

Al líder le resulta más fácil conocer y comprender las necesidades de los miembros del grupo cuando este es pequeño. Para un pastor puede ser una tarea imposible el conocer con detenimiento las necesidades espirituales de cada miembro de la congregación. Hay ciertas necesidades generales que se hacen evidentes a través de las Escrituras. Sin embargo, otras pertenecen a la intimidad y al nivel de desarrollo y madurez de cada miembro. Si el líder del grupo pequeño es diligente puede estar al tanto de las necesidades, inquietudes, cargas, desafíos y problemas espirituales de cada uno. A través de la interacción con los miembros del grupo, el líder puede tener una idea bastante precisa sobre el punto en que se encuentran los jóvenes y lo que debe hacer con ellos.

Adecuación de la enseñanza a las necesidades de los integrantes.

La finalidad del proceso educativo es satisfacer las necesidades de los jóvenes y ayudarlos a alcanzar la madurez en Cristo. Cuanto más específico sea el conocimiento que tengas de lo que ellos necesitan, mejor podrás planificar la enseñanza del grupo. De esa manera, los miembros sentirán que el aporte que les hace el grupo tiene validez para sus vidas y podrán crecer y madurar espiritualmente.

Adecuación del modo de enseñar a las características de los integrantes.

Al conocer las necesidades especificas, podrás afrontarlas mejor. Además, el grupo pequeño te permitirá adecuar los contenidos y la forma de enseñarlos a las circunstancias y características de las personas que lo componen. Si detectas una necesidad, por ejemplo, referida a la presión sexual, entenderás que no es lo mismo tratar el tema en un grupo de adolescentes que en un grupo de parejas de novios o de matrimonios jóvenes. No será igual ni el contenido que se transmita, ni la dinámica del grupo, ni el estilo de enseñanza.

Aplicación y supervisión adecuadas a la enseñanza bíblica.

Todos los miembros de un grupo pueden comprometerse a poner en práctica las enseñanzas de la Biblia al mismo tiempo. De ese modo, al líder le resultará mucho más fácil supervisar esos compromisos y continuar animando a los miembros a poner en práctica las verdades de las Escrituras. No olvidemos que la supervisión y la dependencia mutua (saber que otra persona nos supervisa) constituye un factor que puede estimular la puesta en práctica.

Ambiente favorecedor de la participación y el aprendizaje.

Muchas personas se sienten cohibidas de participar en una reunión de jóvenes. Sin embargo, en un ámbito de mayor intimidad y cercanía, como lo es el grupo pequeño, la participación se da de un modo mucho más espontáneo. El carácter informal y relajado del grupo pequeño facilita que todas las personas, inclusive las más tímidas y reservadas, se animen a dar su opinión, a expresar sus necesidades y a hacer comentarios. Además, una reunión grande impone limitaciones en cuanto al número y tipo de personas que pueden participar; no así el grupo pequeño.

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