Escuchar cuidadosamente las respuestas.

Todos hemos experimentado la desagradable sensación de ser interrogados y en el momento de responder notar que la persona no tenía un interés real en nuestra respuesta. Sus gestos y expresión así lo denotaban. Tal vez ni siquiera permaneció atenta a la conversación; o se marchó y comenzó una nueva y animada charla con otro interlocutor, posiblemente con tan poco interés como el que había manifestado por nosotros. El principio que necesitamos aprender es que si preguntamos, debemos interesarnos por las respuestas.

Es importante desarrollar la capacidad de oír «estereofónicamente». Eso significa no escuchar únicamente lo que los jóvenes dicen, sino también aquello que hay detrás de lo que expresan. Veámoslo de una forma más práctica. En muchas ocasiones nos damos cuenta de que las cosas que no se dicen son tan importantes como aquellas que se dicen (y a veces más). Los sentimientos más genuinos a menudo no se encuentran en la superficie.

Otras veces, notamos que los jóvenes hablan dejando traslucir cosas «entre líneas». Mencionan ciertos aspectos de sus necesidades o problemas como si formaran parte de un discurso, aparentemente no relacionado con ellas. Puede darse el caso de que la manifestación de esas necesidades o preocupaciones sea totalmente indirecta. Muchas veces esto se hace hablando en tercera persona: «Conozco a un amigo que…» O proyectándose de una manera general y abstracta: «Hay muchas personas que…» Los juegos lingüísticos, y el dar vueltas y vueltas sobre un mismo tema son otra forma de expresar indirectamente las propias necesidades. Eso puede reflejar temor, vergüenza o incapacidad de hacerlo directamente. Por eso, tenemos que desarrollar discernimiento y aprender a oír.

tratar de que expresen de forma indirecta sus necesidades.

Tenemos que colocar a los jóvenes en situaciones que nos permitan detectar cuáles son sus necesidades. Precisamos una cierta dosis de creatividad, pero si pensamos y nos estrujamos un poco el cerebro, es posible encontrar maneras. En ocasiones, podemos plantear una conversación alrededor de un determinado tema, más o menos premeditado, para lograr nuestro objetivo. Imaginemos la gran cantidad de información acerca de las necesidades de algún muchacho o muchacha que puede proporcionarnos una conversación en profundidad acerca de sus expectativas vitales con respecto al futuro. Sus afirmaciones, preguntas, opiniones e incluso objeciones pueden sernos de incalculable ayuda y orientación.

observar a los jóvenes.

Con mucha frecuencia, la conducta de los jóvenes pone de manifiesto sus necesidades. Así que un buen observador sacará mucho beneficio de ello. Una conversación en la que un tema se repite de forma constante puede ser una señal de necesidad o una manera en la que el joven emite un pedido de socorro. Determinados tipos de conducta por parte de los muchachos y muchachas, tales como la crítica, la rebelión, el negativisimo, una inhibición en cuanto a participar, y cosas semejantes, pueden ser utilizadas como medios de llamar nuestra atención sobre ellos y hacernos saber de ese modo que necesitan amor, atención y aceptación. El líder ha de aprender a interpretar el lenguaje de la conducta. Las cosas que los jóvenes hacen o dejan de hacer pueden darnos pistas claras en cuanto a sus necesidades.

desarrollar discernimiento.

Este aspecto está íntimamente ligado con el anterior. La observación nos permite acumular información acerca de los jóvenes, en tanto que el discernimiento hará posible llevar a cabo una interpretación correcta del significado de esa información. Trabajar y ministrar a las personas, y especialmente a jóvenes, requiere discernimiento. Hemos de aprender a interpretar lo que oímos y vemos. Necesitamos preguntarnos con frecuencia: ¿Por qué se comporta de esa manera? ¿Por qué demuestra tanta apatía? ¿A qué se debe su rebeldía? ¿Qué pretende conseguir con eso?

Desarrollar discernimiento resulta imprescindible para no quedarnos únicamente en la apariencia de las cosas, en lo superficial. Si lo desarrollamos, podremos distinguir entre lo que sólo son meros síntomas y las necesidades más profundas que los provocan.

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