Una sociedad plural.

La mayoría de los adultos de Europa y América han sido educados dentro de una sociedad en la que no existía una pluralidad de formas de ver la vida o «cosmovisiones». La cultura judeocristiana era el eje alrededor del cual los valores públicos y privados se estructuraban. Es cierto que aquella sociedad también tuvo una fuerte influencia «moderna» que enfatizaba que el hombre, y no Dios, era el eje de la vida. Sin embargo, dominaba la cultura judeocristiana y raramente entraban en contacto con personas que tuvieran una cosmovisión radicalmente opuesta a la nuestra. Sin embargo, todo eso cambió drásticamente con la llegada de la postmodernidad.

El pluralismo, la variedad y la heterogeneidad son algunas de las divisas de los tiempos en que vivimos. Los medios y la creciente influencia de Internet hacen que los adolescentes actuales tengan una visión global (y decir «global» significa «plural») como nunca antes tuvo ninguna generación. Y ponen a su disposición una multiplicidad de formas y maneras diferentes de percibir y vivir la vida.

La pluralidad nos enfrenta con la necesidad de tener que escoger los valores que creamos más adecuados para estructurar en derredor de ellos nuestra cosmovisión. Pero al encontrarnos en un contexto de pluralismo sociocultural, se presentan ante nosotros múltiples sistemas de valores en abierta competencia por conseguir nuestra lealtad y compromiso.

El pensador cristiano Os Guiness afirma que el pluralismo nos lleva a relativizar todas las opciones, porque todo termina convirtiéndose en una cuestión de opinión personal. Efectivamente, cuando múltiples visiones del mundo reclaman nuestra aceptación, todas se relativizan. De este modo, ante tal avalancha de opciones, la gente comienza a dudar y a cuestionarse su propia cosmovisión personal.

Este contexto de variedad y pluralismo es el terreno ideal para el proceso de decrecimiento. Es decir, hay quienes niegan la capacidad del ser humano de interpretar la realidad o de hacer afirmaciones verdaderas desde un punto de vista objetivo. Y si la realidad objetiva no existe, entonces, todo es relativo. Cualquier opción o cosmovisión es tan válida como la otra; cualquier religión es tan válida como la otra.

Estos conceptos pueden parecernos o demasiado abstractos o simples divertimentos intelectuales. Sin embargo, han llegado al hombre y a la mujer de la calle; forman parte de nuestra vida cotidiana, y de nuestra forma de pensar y afrontar la realidad. Hoy en día la cultura popular opina que no tiene nada de malo ser de la religión que uno elija, tener la orientación sexual que desee, defender las opiniones del partido político que concuerde más con sus ideas, y así con todo lo demás. Nada es bueno ni malo en sí mismo, todo es cuestión de la elección personal. La tolerancia que se vive hoy afirma que, aunque nosotros no practiquemos una determinada opción de vida ni concordemos con ella, no podemos negar que puede ser buena y válida para los demás.

Ese es el contexto en el que los adolescentes crecen hoy. Y están acostumbrados al pluralismo; lo han mamado desde siempre. Crecieron en un ambiente en el que se ven confrontados con una gran variedad de opciones que compiten por recibir su atención y lealtad. Para ellos, el cristianismo es simplemente una opción más que compite con muchas otras. Además, en este supermercado de cosmovisiones, tan propio de la postmodernidad, el cristianismo no necesariamente es a sus ojos la mejor, ni la más novedosa, ni la más gratificante, ni la más atractiva opción a la que le deban lealtad.

Extracto del libro “Raíces”

Por Félix Ortíz

Lee Cómo transmitir la fe en un contexto pluralista

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí