La motivación es la fuerza interna que nos impulsa a la acción. La motivación funciona como un motor: provee una energía interior que ayuda a las personas a actuar, a vencer los problemas, a enfrentar los desafíos y a superar las dificultades.
La falta de motivación puede convertirse en una de las principales barreras que tengas que enfrentar en el proceso educativo. La realidad es que en muchas ocasiones deberás trabajar con muchachas y muchachos que carecen de la suficiente motivación. Por eso vamos a explicar la importancia de la motivación, analizar los tipos de motivación que existen y darte algunas ideas sobre cómo motivar a los jóvenes con los que trabajas.
Los beneficios de la motivación
Me imagino que todos hemos podido notar la gran diferencia que existe entre un joven motivado y aquel que no lo está. La motivación constituye una gran fuente de bendiciones y beneficios en la vida de aquellos que la experimentan. Consideremos algunos de estos beneficios.
Las personas motivadas le permiten a Dios una mayor intervención en sus vidas
Cuando alguien está motivado, también se halla mucho más abierto y disponible para la intervención sobrenatural del Señor en su vida. El joven motivado busca activamente a Dios; tiene ganas de pasar tiempo con él, de conocerlo mejor y de descubrir su voluntad para aplicarla en su vida. También tiene mejor disposición en cuanto a encarar un trabajo dentro del ministerio cristiano, y a invertir sus dones, tiempo, talentos y recursos para la gloria de Dios. La motivación lo lleva a sentir que todo eso es digno de hacerse y vale la pena.
Los jóvenes motivados se disciplinan para el servicio del Maestro
Cuando la motivación está presente en su experiencia, los jóvenes están dispuestos a amoldar su estilo de vida para poder ser más útiles al servicio del Señor. No viven centrados única y exclusivamente en ellos mismos, en su situación, en sus circunstancias, deseos y necesidades. Quieran vivir para el Señor, y modificar todos los hábitos que sea necesario.
Las personas motivadas están dispuestas a pagar el precio del discipulado
El discipulado tiene un costo; seguir y servir al Señor implica el pago de un precio. Ese precio puede ser alto e implicar incluso sufrimiento físico, emocional y espiritual. Jesús ya lo advirtió y alertó al respecto de forma clara. Él no quería que ninguno se llamara a engaño. De hecho, en los evangelios vemos que muchas personas desistieron de seguir al Maestro después de evaluar el precio que debían pagar. En ocasiones, el llamado al discipulado implica renuncias, sufrimientos y penalidades.
Pablo, escribiendo a Timoteo, su discípulo e hijo espiritual, le advirtió que todo aquel que deseara vivir de una forma agradable al Señor tendría que sufrir persecución. La segunda carta de Pedro fue escrita para explicarnos los sufrimientos implícitos del llamamiento cristiano. Sin embargo, las personas motivadas afrontan animosas y gozosas el precio a pagar. Consideran que las penalidades constituyen un desafío y un privilegio. Están dispuestas a afrontar las consecuencias de seguir al Maestro. Pueden, con la ayuda del Espíritu Santo, afirmar que todo lo pueden en Cristo que les da fuerzas. Quieren y pueden pagar el precio.
Las personas motivadas desarrollan sus dones
Nuestros dones tan sólo se descubren cuando los usamos, y al utilizarlos, los desarrollamos y crecen. Pero los que habitualmente ponen en práctica sus dones y talentos son aquellos que están motivados. Consecuentemente, al ponerlos a trabajar, reciben la gratificación de ver que crecen, son útiles y llevan fruto. El resultado de todo eso es que su motivación aumenta, y por tanto tienen más ganas de seguir utilizando los dones. Es un ciclo que se alimenta a sí mismo de forma constante.
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