Territorialidad después de Cromagnon

En la Argentina, los escenarios cambiaron un tanto luego del trágico suceso ocurrido aquel 30 de diciembre de 2004, día en que se incendió el boliche bailable República de Cromagnon, en el barrio porteño de Once, y se truncaran las vidas de ciento noventa y cuatro jóvenes. Con cientos de lugares representativos como clubes, sótanos y otros, clausurados por faltas de normas de seguridad, los seguidores del rock barrial tuvieron que conformarse de algún modo y arreglarse con lo que se podía. O compartir espacios con otros grupos y callarse la boca.

Lo mismo les ocurrió a otras subculturas juveniles, que de pronto perdieron muchos de sus cuarteles generales, como ser los artistas independientes que del día a la noche se quedaron sin sus teatros que funcionaban en sótanos y otros miniauditorios. Y tuvieron que aprender a compartir espacios, o a crear nuevos.

Tal es el caso de dos grandes bandas que se juntaban en la ciudad de La Plata, Argentina, en la esquina de 8 y 50, en la zona de los Tribunales. Allí una agrupación de darks, que se reunía en la vereda de enfrente, donde funciona un banco, perdieron su espacio debido a reformas edilicias de la entidad, y decidieron cruzarse a las escaleras de Tribunales, territorio exclusivo de los rapperos y skaters. Enseguida comenzaron los problemas. Hubieron gritos, algunas piñas y empujones, hasta que uno de los rapperos sugirió que si se peleaban por el lugar vendría la policía y los iba a llevar a todos, lo cual no era sabio. La sugerencia fue aceptada y partieron el lugar: de la escalera para arriba es frontera dark, y para abajo, pertenencia de los rapperos.

También está el caso de las subculturas que van creciendo en las ciudades del interior, en donde no existe previamente un escenario a adaptar, sino que ellos mismos deben ir creando sus espacios. En la ciudad de Mar del Plata, un grupo de darks se quejaba: “Antes nos juntábamos en la Plaza Mitre, pero en el invierno nos moríamos de frío, entonces ahora nos resguardamos en la Catedral, o nos juntamos en casas. Acá más que fiestas son encuentros, porque es muy reciente todo. No hay lugares. Deseamos con todo el corazón y el alma tener un lugar solo para nosotros, donde podamos escuchar nuestra música, y no existe ese lugar, por eso nos juntamos en otros lugares y nos bancamos cierta música. No queda otra.

Extracto del libro Tribus Urbanas.

Por María J. Hooft.

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