El gran engaño

La pregunta de fondo es si los jóvenes realmente están conscientes de que detrás de su subcultura yace una ideología, en algunos casos peligrosa, o si están engañados al respecto.

En la preparación de este libro consulté al sociólogo Mario Margulis, catedrático de la Universidad de Buenos Aires y una eminencia en su materia. Le hice la siguiente pregunta: —¿Considera que los jóvenes conocen exactamente la filosofía de fondo de la subcultura a la que desean integrarse y que son atraídos por esa ideología, o se sienten impactados por los rasgos externos sin entender el trasfondo?

El profesor respondió: —Me inclino a pensar que impactan más los rasgos externos. La aproximación y afiliación suele ser por razones coyunturales, muchas veces estéticas o simplemente de oportunidad.

Ahora, el punto es: ¿lo saben ellos, los jóvenes integrantes de una tribu? Si les preguntáramos cuál es la ideología de su subcultura, ¿cuántos sabrían respondernos? Es decir, ¿qué grado de conciencia tienen los miembros del grupo de la filosofía que originó o que sostiene sus ideales?

Sucedió que hace un par de años me hacía esta pregunta, cuando de pronto ocurrió un caso en que tres adolescentes skinheads golpearon a un chico de quince años, en el barrio porteño de Belgrano, solo por ser judío. Como es sabido, esta tribu urbana se caracteriza por una ideología que gusta del nazismo, aunque muchos de ellos lo nieguen. El juez federal que entendía en la causa tomó una medida educativa más bien que punitiva: los hizo ir acompañados de sus padres a un Museo del Holocausto, en donde está registrado en imágenes y testimonios el horror de ese genocidio. Los “supuestos” skinheads lloraron al recorrer el museo y finalmente admitieron que no sabían verdaderamente todo el dolor al que el pueblo judío había sido sometido. El juez Rafecas—muy sabio él—concluyó diciendo: “Estos chicos no son skinheads, tienen todo el pelo en su lugar, no pertenecen a ninguna agrupación neonazi y el episodio no fue tan grave como lo difundió la Policía. Son adolescentes que van al colegio secundario. Aunque la causa todavía está abierta, considero que el conflicto ya ha sido superado”.

Por otra parte, en una subcultura bastante más inocua que la anterior, la del hip-hop, muchos de sus participantes son atraídos por otras cosas que no son precisamente la ideología del movimiento.

Lord Mc, el rappero profesional que mencioné anteriormente, asegura que a la mayoría de los jóvenes: Les entra por los ojos. Y además se empiezan a divertir muchísimo, porque el mundo del rap es muy divertido. Cada uno después ve si lo quiere seguir haciendo como estilo de vida, pero tiene tantos colores y matices que nunca te cansás. El que rapea tiene tanto para ofrecerte y te tira tanto para adelante que te lleva.

El encargado de un local de ropa para rockeros, Locuras, respondía exactamente lo mismo al ser consultado sobre si los jóvenes adquirían primero la filosofía y luego se armaban la imagen acorde o viceversa. Él respondió “No, definitivamente se arma la imagen primero, se aprende la música y se hace fan, y después va aprendiendo (…). Acá vienen los pibes, compran y no tienen la menor idea de nada”.

Esos y otros testimonios hacen suponer que en general los jóvenes se deslumbran por los frutos, desconociendo que en muchos casos la raíz es amarga. No me refiero a que la ideología de todas las subculturas juveniles sea dañina, pero algunas de ellas tienen componentes altamente nocivos y otras no tanto. Está en nosotros discernirlo y ayudar a nuestros hijos o a nuestros jóvenes a reconocerlo también.

Extracto del libro Tribus Urbanas.

Por María J. Hooft.

Lee Para Líderes – «Me cambio de tribu»

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí