En la construcción de la estética de las subculturas, además de la identificación, también entra en juego la distinción sexual. Así se ensayan distintas representaciones de la sexualidad femenina o masculina. Al combinar distintos estilos de vestimenta y de apariencia, se asigna una identidad de género. Por ejemplo, en la estética bailantera se pone de relieve, más manifiestamente que en ninguna otra subcultura, la diferencia entre los sexos—en esta subcultura la homosexualidad no tiene demasiada cabida, ya que es considerada un signo de debilidad—. Como la sensualidad femenina y la virilidad masculina son bienes preciados que deben ser exhibidos, la ropa y los accesorios contribuyen a tal fin.

Los varones, entonces, suelen usar camisas con algunos botones desprendidos para que pueda lucirse el pecho (si tiene mucho vello, mejor) o remeras ajustadas que dejen ver los bíceps marcados, lentes de sol (preferentemente de los que usaban los policías), etc. La postura es otro indicativo de hombría: caminar “trabando” los pectorales, con paso marcado, o agarrar a la chica de la cintura o del hombro como si fuera una posesión, es parte de la imagen que transmite un mensaje. El cabello se lleva en general corto (porque el largo es un derecho femenino), a excepción de los cantantes bailanteros, a quienes esa atribución les está permitida.

Las mujeres, en cambio, lucen sus faldas cortísimas, tanto que dejan las nalgas medio al descubierto, o los jeans bien calzados que permiten el contorneo real de la figura, como así también blusas y remeras súper escotadas que ostentan los senos voluminosos. El pelo, por supuesto, largo, si es posible hasta la cintura.

En su valoración estética, los hombres prefieren la exhuberancia, mientras que las mujeres se vuelcan por los parámetros difundidos como norma massmediática: los cuerpos delgados y las carnes firmes.

Pero si tomamos como ejemplo otra subcultura, como ser los modernos o postvanguardistas, el look que los identifica tiene que ver con el “puro diseño”. Como en esta sección analizamos el aspecto externo, no entraremos en detalle acerca de su cosmovisión, que sabemos que es lo que origina o impulsa su manera peculiar de presentarse al mundo y de decir “acá estamos nosotros”.

Ser moderno es una manera de percibir, de clasificar percepciones; es un modo específico de presentar y representar el yo cotidianamente, una identidad colectiva que va autonomizándose y que poco a poco comienza a establecer sus esferas de propiedad pública, sus ámbitos de reunión, sus recorridos…Es más una actitud general que un simple look.

El posmo es cool, frívolo, con fuertes intereses o pretensiones de cultura, fashion, ambiguo, y esto se refleja en la estética extravagante.

Su indumentaria, zapatos y accesorios—muy “accesoriados” ellos—se conciben excéntricos e hiper-exclusivos (nada de producción en serie), ya sean sacados del cofre de la abuela o comprados en una feria americana y con un touch personal agregado. Priman los colores llamativos, con combinaciones de esas que fuimos expresamente enseñados a no intentar. Texturas, telas y materiales innovadores, reciclados, originales, son los que emplea una subcultura que se esfuerza por no masificarse, por mantener la singularidad individual. Y hablando de conexión entre imagen y definición de género, esta es la subcultura con más ambigüedad en su vestimenta, donde la homosexualidad no se intenta reprimir sino que se cuela a través de las fibras de sus ropajes. Se elige la indefinición, la androginia ambigua y generalizada es bien aceptada.

Marcelo Urresti describe a los modernos con cierta ironía en su ensayo “Los modernos: una nueva bohemia posvanguardista”:

Así, el culto a la extravagancia, un derecho que todas las vanguardias defendieron a rajatabla, puede llevar hoy en día a límites insospechados (…) vestirse con ropa rota, usar zapatos con margaritas artificiales saliendo de los empeines, estolas símil tigre, anillos de acrílico, guardapolvos cuadrillé y hasta hacer un desfile de modas, ante el delirio incontenible de la platea espectadora, con ropa vieja y reciclada del [cotolengo] Don Orione y bautizar la colección “Latina Winter by Cotolengo Fashion”!

Lo cierto es que, de manera más o menos frívola, cada subcultura le asigna un valor bastante importante a su estética. La cuida, la nutre, la defiende. Porque a su vez es ella quien los defiende; los protege de los otros, de los que no son.

Extracto del libro Tribus Urbanas.

Por María J. Hooft.

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