El pecado sexual no es peor que otros pecados, pero sí tiene profundas consecuencias para las relaciones. Recuerdo haber hablado un día con mi brillante amigo Eric Twisselmann acerca de que todos los pecados eran iguales ante los ojos de Dios. Él dijo: «Eso es cierto; Jesús dijo que las fantasías sexuales no eran menos pecaminosas que una aventura real. Sin embargo, las consecuencias sociales son diferentes. ¿No me crees? Solo pregúntale a tu esposa».
El sexo les importa a todos. Es integral para la salud y la entereza de las familias, iglesias y comunidades. ¿No crees que eso sea verdad? Solo pregúntale a alguien que ha tenido un aborto acerca de cómo afectó la relación con su pareja, sus padres y su iglesia. Pregúntale a un joven que está luchando con una adicción a la pornografía sobre cómo sus relaciones con su madre y otras mujeres han cambiado. Mientras la mayoría de los estadounidenses creen que sus apetitos sexuales son cuestión de una preferencia personal, la verdad es que nuestras prácticas y creencias sexuales tienen un impacto mucho mayor en aquellos que nos rodean. La historia relacional del sexo se contrapone poderosamente a la perspectiva individualista con respecto a esto. «El sexo no es acerca de mí», dice. «El sexo es acerca de nosotros».
Ya que el sexo es acerca de nosotros, tenemos que hablar de él. Un efecto desafortunado del tradicionalismo fue la hostilidad de la iglesia a hablar abiertamente acerca del sexo y la sexualidad. Hay claros mandamientos en la Escritura en contra de las palabras vulgares, pero solo un tradicionalista argumentaría que todas las conversaciones sobre sexo son vulgares. Creo que debemos cultivar un ambiente en la comunidad de fe que invite a una conversación franca sobre el poder, la belleza, la oscuridad y la realidad completa del sexo. Los mosaicos van a saber lo que quieran saber y van a conectarse con otros que están haciéndose las mismas preguntas. ¡Ellos tienen el mundo en la punta de sus dedos!. Cuando la comunidad cristiana duda acerca de dialogar sobre el sexo, perdemos la oportunidad de enseñarle a la siguiente generación acerca de relaciones transparentes, confiables y centradas en Cristo. Debemos iniciar conversaciones respetuosas, sinceras (no vulgares o autoafirmantes) que ayuden a los jóvenes a desarrollar una ética sexual profunda, delimitada y practicable, que vaya más allá de: «El sexo es sucio; guárdate para aquel que amas».
También creo que nuestras conversaciones necesitan ser valientes y reflejar que no queremos tomarnos demasiado en serio. A veces nuestras discusiones serán sobrias y quietas. Otras veces podrán ser ligeras, autodenigrantes e incluso cómicas. El tejido conectivo debe ser el deseo sincero de que haya relaciones florecientes. Creo que necesitamos reconsiderar el hecho de impartir «formación sexual» en una escala mayor. Nuestra investigación me lleva a ser escéptico acerca del poder transformacional a largo plazo de los eventos y las grandes reuniones. No estoy diciendo que no debamos tener reuniones de adoración a gran escala, o que proclamar el evangelio en lugares públicos no tiene sentido. No es así, y hacerlo es claramente un patrón bíblico. No obstante, si medimos nuestro impacto solo por el número de estudiantes levantando sus manos o llenando un formulario, creo que tenemos que considerar si en realidad estamos comprometidos a hacer discípulos.
Finalmente, necesitamos una disposición a hablar y «adueñarnos» de nuestras luchas con el sexo, así como a tener cuidado de albergar pretensiones o juicios en nuestros corazones. La hipocresía puede ser definida como indulgencia hacia uno mismo y estándares estrictos hacia todos los demás. Los comentarios hechos por el caballero mayor, Max, acerca de «los jóvenes de hoy en día» muestran una disposición a aplicar este doble estándar. Oro que en nuestras relaciones con los adultos jóvenes seamos gobernados por la honestidad y la gracia, y que nos rehusemos a acaparar el amor, el respeto o la misericordia de aquellos que no obedecen la narrativa bíblica y relacional del sexo. Los líderes pueden tener que ejercer la disciplina de la iglesia en ocasiones, pero deben hacerlo con la misericordia en mente… ¡porque Dios también nos ha mostrado su gracia! Recuerda que aquellos que no se conforman a los estándares tradicionalistas son marginados, y que aquellos que no se conforman a las ideologías individualistas son mojigatos. Nosotros, que vivimos de una nueva manera, rechazamos el rechazo a favor de la gracia.
Algunos temas sobre los cuales debemos empezar a hablar (y escuchar) incluyen:
MATRIMONIO. La Biblia usa el matrimonio como una metáfora poderosa para el amor sacrificial que Dios tiene por la humanidad, demostrado finalmente en la cruz de Cristo. En contraste, muchas de nuestras conversaciones sobre el matrimonio hoy en día, tanto dentro como fuera de la iglesia, están enfocadas en uno mismo. ¿Cómo podemos redescubrir con la nueva generación la naturaleza profunda, sagrada y sacrificial del matrimonio y el sexo? ¿Cómo podemos reclamar el matrimonio como un pacto comunal, no personal?
GÉNERO. En la narrativa relacional de la sexualidad, a las mujeres se les da una responsabilidad completa y total de ser lo mejor que Dios les permita ser. No son vientres que caminan (tradicionalismo) ni vaginas que caminan (individualismo). ¿Cómo podemos asesorar a las mujeres jóvenes para que tengan la certeza de que son unas seguidoras de Cristo honradas y respetadas en sus iglesias? ¿Cómo podemos moldear a los jóvenes varones a ser siervos de Dios fuertes y compasivos con sus familias y amigos?
ORIENTACIÓN SEXUAL. Cristianos o no, los jóvenes tienden a aceptar más a los homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales que a los adultos mayores. A pesar de que personalmente no veo esto como una tendencia positiva, cualquier discusión sobre ética sexual con la siguiente generación no puede ignorar esta esfera crítica de la experiencia sexual humana. (El capítulo sobre homosexualismo en el libro Casi cristiano cubre nuestra investigación y mi punto de vista sobre este tema). ¿Cómo podemos conectarnos en un diálogo significativo, que refleje nuestras prioridades relaciónales aun cuando estamos en desacuerdo con otros?
CONTROL DE NATALIDAD Y REPRODUCCIÓN. Al considerar la naturaleza relacional de nuestra ética sexual, la reproducción y el control de la natalidad son dos temas que tienen que ver con «mi persona contra la comunidad». ¿Cómo podemos ayudar a la siguiente generación a pensar sobre las decisiones reproductivas desde una perspectiva relacional y comunal?
Ciertamente, esta lista no es exhaustiva, pero representa los temas clave que debemos abordar juntos en nuestras comunidades de fe.
Extracto del libro Me Perdieron
Por David Kinnaman