ENSEÑAR A LA SIGUIENTE GENERACIÓN

Lee Deuteronomio 6:2. Si acaso no prestaste mucha atención, vuelve a leer el versículo. Ese es un poderoso por qué, y se aplica a ti y a tus jóvenes tanto como se aplicó a Israel. Dios también especificó la manera en que los adultos debían enseñar esos decretos. Dios no tenía en mente un devocional ocasional o una oracioncita rápida antes de comer. La Palabra de Dios debía estar impresa intencionalmente en el diseño de vida de cada uno de los que conformaban esa nueva generación (Deuteronomio 6:6-7). La palabra hebrea traducida como inculcar conlleva una acción repetitiva. Pero los adultos debían primero grabar ellos mismos estas verdades en sus corazones para ser luego capaces de grabar en otros los preceptos de una forma creativa y asegurarse de que la repetición nunca se convirtiera en algo aburrido, seco o rancio (Deuteronomio 11:18). Ellos debían exhibir conductas auténticas que declararan que esos decretos gobernaban sus vidas.

El plan de Dios era que la conducta de los israelitas adultos diera señales a la siguiente generación de que esos decretos resultaban vivos y reales, y que valía la pena vivir bajo ellos. Era la única forma en que la Palabra de Dios tuviera una oportunidad en la vida de los jóvenes de Israel. Y es la única forma en que tiene una oportunidad en la vida de los jóvenes de hoy.

Con la Palabra de Dios grabada en sus corazones, se le pidió a la generación adulta que utilizara todos los medios disponibles para asegurarse de que sus hijos absorbieran esas palabras también. Debían hablar de ellas. Amarrarlas. Escribirlas. Usarlas. Algunos hasta dirían, tatuárselas. Todo eso debía ocurrir durante las actividades cotidianas cada día: al sentarse, al caminar, al acostarse, al levantarse. Y los adultos tenían que utilizar todos los medios disponibles: los símbolos, las manos, la frente, los marcos de las puertas, las puertas (Deuteronomio 6:6-10, 11:18-21).

Dios le dijo a Israel que debía permitir que la generación más joven viera que la generación adulta estaba dispuesta a ir más allá para asegurarse que ellos conocieran y obedecieran lo que Dios les había dicho: «las palabras que están escritas en este libro».

ACOMODAR LA BARAJA

Piensa por un momento en los Diez Mandamientos. ¿Cuál es el mandamiento dado exclusivamente a la generación más joven? El mandamiento 5: «Honra a tu padre y a tu madre» (Éxodo 20:12). ¿Recuerdas la promesa que conlleva este mandamiento? «Para que disfrutes de larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios».

Con el 5º mandamiento Dios les dio a los padres y a los adultos (importantes en la vida de los jóvenes) un mecanismo para asegurar el éxito en su responsabilidad para con la generación más joven. Dios instruyó a los adultos a que enseñaran los decretos en una forma auténtica para así poder demostrar que en verdad la Palabra de Dios impacta la vida. Y después les ordenó a los hijos, incluyendo a los adolescentes, que honraran y obedecieran a sus padres. No solamente porque es una buena idea y conduce a que haya hogares estables, sino porque los padres les enseñarían y ejemplificarían los decretos justos de Dios.

Este es el punto: Si los adultos eran ejemplo y enseñaban el libro de la ley, y si los jóvenes honraban y obedecían lo que los adultos les enseñaban, ese pueblo reflejaría el carácter de Dios por caminar en los mandamientos de Dios. Y Dios tendría un pueblo que le sería útil. Y mientras Dios pudiera usar a esa gente, ellos podrían vivir y prosperar en la tierra por un largo, largo tiempo.

CONTARLES ACERCA DEL CAMINO DE DIOS

En el futuro, cuando tu hijo te pregunte: «¿Qué significan los mandamientos, preceptos y normas que el Señor nuestro Dios les mandó?», le responderás las palabras de Deuteronomio 6:20-25. La segunda gran responsabilidad que se les dio a los adultos fue que debían contarle acerca de los caminos de Dios a la siguiente generación, compartiendo un testimonio vívido de cómo Dios había trabajado en sus propias vidas.

¿Alguna vez fuiste consciente de lo que esta clase de enseñanza provocaría? Para empezar, haría surgir preguntas por parte de los jóvenes. Posiblemente surgieran cuando los hijos quisieran saber el significado de algo que los adultos les estaban enseñando sobre el libro de Dios (Deuteronomio 6:20). O cuando inquirieran el porqué de tan gracioso altar (Josué 4:6). O cuando quisieran conocer más sobre un sacrificio con olor raro (Éxodo 13:13-15).

Los adultos debían utilizar estos símbolos y las ocasiones para poder explicar todo lo que Dios había hecho por ellos, hablar de su poder, y así asegurarle a la siguiente generación que Dios haría lo mismo por ellos. A través de los adultos Dios les estaba mostrando lo que era la confianza. Dios descansaba en que ellos harían su parte: enseñar los estatutos, construir altares y ofrecer extraños sacrificios, de modo que todo eso despertara la curiosidad espiritual de los jóvenes.

Cuando un joven preguntaba sobre una estatua, o uno de los altares, o sobre los sacrificios, los adultos tenían que estar preparados. Con la Palabra grabada en sus corazones, ellos debían estar listos para transmitir toda la información acerca de lo que Dios había hecho por ellos. Y cuando la generación más joven escuchara acerca de la forma milagrosa en que Dios los había rescatado, su hambre espiritual se vería estimulada. A su vez, eso produciría mucha más curiosidad. Luego, los adultos con toda confianza podrían enseñar los decretos. Y como lo harían desde lo profundo de sus corazones y con una convicción personal, los jóvenes absorberían esas enseñanzas en sus propias vidas, y Dios se sentiría complacido. Además, Dios recompensaría la obediencia con más demostraciones de su presencia, protección y poder, que no solo les proveería a los adultos más pruebas para exhibir ante los jóvenes, sino que le permitiría a la nueva generación experimentarlas de primera mano. Y, como podemos imaginar, todo eso generaría más curiosidad en los hijos. ¿Logras ver el ciclo que Dios tenía en mente?

¿QUIÉN ROMPIÓ EL CICLO?

A pesar del continuo ciclo de enseñanza y de que debían poner a Dios en el lugar que le correspondía, el recordatorio del Antiguo Testamento nos revela lo miserablemente que Israel falló. Moisés le pasó el bastón de mando a Josué. Josué se lo pasó a … bueno, a un comité. Bajo la dirección de Josué, Israel disfrutó la riqueza de los beneficios de obedecer mientras entraban a la tierra prometida. Pero cuando Josué murió, se levantó una generación que no solo no conocía a Dios, sino que ni siquiera sabía lo que había hecho por Israel. Después los israelitas hicieron lo malo delante de Dios y sirvieron a dioses falsos, a los baales (Jueces 2:10-11).

Alguien podría decir que fueron los jóvenes rebeldes los que dejaron de honrar a sus padres. Pero mi instinto me dice que fueron los adultos los que dejaron de enseñar. En algún punto del camino las realidades de Dios dejaron de ser reales, o relevantes, para la generación de los adultos. Sus sacrificios se convirtieron en rituales secos. Los encuentros con el Dios verdadero se volvieron cada vez menos frecuentes. Tuvieron pereza de cumplir con las dos responsabilidades que se les habían asignado con respecto a la próxima generación: enseñar los decretos de Dios y contarles acerca del camino de Dios. Sus explicaciones sobre el altar se volvieron irrelevantes, y sus enseñanzas eran solo lo que ya se sabían de memoria.

¿Qué fue lo que pasó? Las verdades insondables de Dios se convirtieron en lo mismo de siempre. Ya no había razón para que los jóvenes hicieran preguntas o tuvieran curiosidad sobre Dios.

Cuando los adultos abandonan su responsabilidad de enseñar los decretos de Dios, como si los decretos ya no significaran nada para ellos, y cuando se vuelve una rutina contar acerca de los caminos de Dios, lo que sucede a continuación es que su conducta ya no refleja esos decretos. Y si la generación de jóvenes no ve que los caminos de Dios marcan una auténtica diferencia en la vida de los adultos y de su entorno, eso será todo lo que ellos necesiten para sospechar que no son los verdaderos. Y allí es donde los baales comienzan a entrar en la consideración.

Extracto del libro Cómo Enseñar la Biblia Con Creatividad

Por Barry Shafer

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