Muchos adolescentes y jóvenes sufren una gran angustia asociada a las relaciones, y un aislamiento social como no se vio nunca antes en la historia. Del mismo modo, tienen muchas relaciones pero superficiales, y esto es acentuado por el abandono sistémico, principalmente por parte de los padres. He oído a muchos jóvenes relatar sus experiencias en cuanto al modo de relacionarse con sus padres. Todos creen que sus padres podrían invertir mejor el tiempo en compartir con ellos, pero aseguran que existen factores que impiden que disfruten de su compañía y que se profundicen sus lazos afectivos. Como es de esperar, este tipo de abandono parental provoca en los adolescentes soledad, desorientación en cuestiones fundamentales que forman su carácter, e ignorancia sobre los principios eternos y absolutos, indispensables para establecer fundamentos sólidos sobre los cuales construir sus vidas. ¡Por esto es que necesitan entablar relaciones significativas con adultos sabios y responsables que los validen, acompañen y guíen!

Ahora bien, como líder, tú necesariamente asumes la tarea de aconsejar (y, por ende, de pastorear) a tus jóvenes. (Juan 10.11). Esta frase representa en el sentido más profundo el compromiso de aquellas personas que están dispuestas a dar sus vidas, sus talentos, su tiempo, sus fuerzas, por ayudar a sus adolescentes a desarrollar sus potencialidades y a construir su identidad en Cristo como hijos de Dios.

Para que seas efectivo en lo que haces y puedas ayudar mejor a tus adolescentes a conocer a Dios de forma personal, debes enfocarte en establecer conexiones, escucharlos profundamente, y enseñarles a pensar.

ESTABLECER CONEXIONES

Conectarte con tus adolescentes es fundamental para que puedas guiarlos, acompañarlos e influir en ellos. Ten en cuenta que tu capacidad de relacionamiento es fundamental para dar apertura a un diálogo sincero y de confianza. Un adolescente evitará acercarse a alguien en quien no confía. Por eso es importante lograr construir una relación significativa entre ambos.

Dios así lo hizo. Envió a su Hijo para darnos la posibilidad de ser salvos por medio de Él. Jesús se dio a conocer, y su acercamiento fue intencional: vino a buscar y a rescatar lo que se había perdido. Además, Él nos enseñó cómo debemos hacer nosotros para buscar lo que está perdido. Lo hizo con su ejemplo y sus palabras (Lucas 15.4).

A partir de las palabras y el ejemplo de Jesús, podemos aprender que resulta fundamental para conectarnos con otros el demostrar interés genuino, y el establecer relaciones profundas y auténticas. Para ello necesitamos desarrollar habilidades sociales. Debemos prestar atención al modo en que expresamos nuestros sentimientos, ideas, deseos, actitudes y opiniones cuando nos relacionamos con los demás en cada situación, y debemos respetar también a los demás cuando manifiestan lo que sienten, creen y reclaman.

Nuestras conductas determinarán el éxito (o el fracaso) de nuestras relaciones, y de la resolución de problemas de toda índole a nivel interpersonal. Aprendamos, entonces, de Jesús, quien manifestó conductas apropiadas para cada situación. Él lidió con todo tipo de personas; tuvo la sabiduría y la habilidad para responder y actuar siempre con sensatez y dominio propio; tuvo un absoluto manejo de sus emociones y de sus reacciones; amó incondicionalmente y perdonó aun a quienes no merecían su perdón. Él se posicionó por encima de las reacciones de las personas, porque comprendía su realidad. (Mateo 9.36).

De aquí podemos deducir que el procurar comprender a los demás es la base para las relaciones interpersonales. ¿Te cuesta generar relaciones significativas con tus adolescentes? ¿Te resulta difícil saber qué decir o cómo actuar? ¡No te desanimes! Como toda habilidad, es posible desarrollarla y potenciarla. Esto significa que podemos ser mejores de lo que ya somos. Y aquí te brindamos la primera pista para que tengas éxito…

EMPATIZAR O TRATAR CON EMPATÍA

¡Trata a los adolescentes como desearían ser tratados! Para lograr conexión con tu adolescente es fundamental que registres e interpretes sus sentimientos y demuestres interés en él. Habrás oído decir que la empatia es «meterse en los zapatos del otro». De hecho, es la habilidad de saber y entender lo que siente el otro. O, dicho por D. Goleman, «es comprender los sentimientos del otro y su perspectiva, y respetar las diferencias entre lo que cada uno siente respecto a las mismas cosas».

La empatía es la base de las relaciones interpersonales. Sin ella no podríamos interpretar a los demás, ni sentir compasión por ellos. Por lo tanto, cuando aconsejas sobre una situación conflictiva en la vida del joven, todo dependerá de la perspectiva en la que te posiciones delante del conflicto. La posición que asumas determinará las estrategias que seguirás para el acompañamiento, las cuales podrían ser acertadas o inapropiadas para el caso. De ahí la importancia de cuidar que no tengas prejuicios hacia la persona o personas involucradas, y que no asumas una postura sin haber analizado la versión de cada parte.

De más está decir que, en un momento de crisis o de incertidumbre, lo que una persona necesita es precisamente una visión objetiva y un análisis con un mínimo sesgo de subjetividades por parte de su consejero.

Además, cuando tu adolescente note que lo estás escuchando profundamente, comprendiendo sus sentimientos y su estado de ánimo, y dándole la importancia que él le da a la situación, esto fortalecerá el vínculo entre ustedes. Recuerda que la clave de la empatía es que los trates como ellos necesitan que lo hagas, y como ellos esperan: con respeto, consideración y amor.

Hay pequeños gestos, actitudes, y palabras que nos pueden ayudar a mejorar nuestra empatía, tales como:

  • Prestar atención a la comunicación no verbal (tono de voz, postura, expresión, gestos, mirada) y no solo a la verbal. Con las palabras, alguien podría expresarte sentimientos o ideas que en realidad no tiene. Quizás, por ejemplo, esté enamorado de una persona y no lo exprese verbalmente, pero tú puedes leerlo entre líneas.
  • Intentar interpretar sus motivaciones y su realidad. Tu adolescente pudo haber tenido una pelea con su mejor amiga, y esa situación determinará también su perspectiva respecto de otras situaciones.
  • Ayudar a que sea sincero. Tú puedes lograr que un adolescente abra su corazón si formulas preguntas sencillas tales como «¿cómo te sientes?», esperas que te responda, y fijas tu mirada sobre él o ella ofreciéndole toda tu atención. Si es un tema difícil, puedes poner una mano sobre su hombro para transmitirle que todo estará bien y que estás ahí para ayudarlo.
  • Abstenerte de dar sermones e instrucciones apenas inicie la conversación. Primero debes centrarte en comprender el problema y lo que siente tu adolescente, antes de dar consejos.
  • Repetir lo que te ha dicho, con un tono de voz adecuado, para asegurarte de haber comprendido bien. Por ejemplo, puedes decirle: «Intentaste hablar con tus padres en tres ocasiones el día de hoy y no lo has conseguido, entonces te sientes desanimado y triste… Creo que por esta razón te sientes solo. ¿Crees que es así?». Al hacer esto, utilizas las mismas palabras o expresas las mismas ideas que él te compartió, y luego le trasmites tu interpretación esperando que corrobore si estás en lo correcto o no.

Extracto del libro “Manual de Consejería Para el Trabajo con Adolescentes”

Por Karen Lacota.

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