¿De Qué se Trata?: Si realmente deseas un ministerio de bendición debes promover armonía en tu ambiente, porque el Señor mismo nos invita a la comunión con los nuestros.
1. Tú y los jóvenes.
Conviértete en un amigo para ellos, un confidente y consejero.
No te sorprendas de lo que te cuentan (te contarán cosas que nadie más sabe, quizás cosas de las que ellos se avergüenzan).
Practica la entropía, es decir, «ponte tú en el lugar de ellos».
Corrígeles cuando sea necesario, pero hazlo con amor, no con odio o ira. Ten cuidado, es posible amar y herir al mismo tiempo.
Confía en ellos, si te fallan, vuelve a confiar en ellos, eso es lo que les permite la auto superación: La confianza que otros ponen en ellos. Eso es lo que hace Cristo cuando pedimos perdón por nuestros pecados.
2. Tú y tu familia.
Vive en armonía con tu familia, no descuides la comunión con ellos, porque ellos pueden ser una valiosa herramienta que Dios use en tu ministerio, y te apoyarán cada vez más a medida que vayan entendiendo.
Tu familia no son los jóvenes, sino el grupo de personas con las que convives desde que naciste, por ello, merecen conocer tu visión y llamado de Dios.
Ríe y llora con ellos, ámales, minístrales y ora por ellos.
Si eres casado/a, no descuides el amor de tu cónyuge. Comparte con él/ella, tus ideas y visión. Háblale del llamado de Dios a tu vida, si es posible comparte tu ministerio con tu pareja. Aparta tiempo a solas con tu pareja y otro tiempo a solas con tu familia (familiares e hijos)
Si eres soltero, hazle sentir a tu familia que el ministerio no es una salida de escape ni el sustituto de la familia, mejor dales a ellos el lugar que se merecen y aparta un tiempo para convivir con ellos. ¡Recuerda que Dios creó primero a la familia!
Si tienes una familia no creyente en Cristo, apégate afectivamente a ellos y demuéstrales así tu pasión por Cristo y el ministerio que te dio. Dales un buen ejemplo, se buen hijo, buen vecino y ciudadano. Tarde o temprano, ellos querrán ser como tú y llegaran a los pies de Cristo por medio de tu testimonio, recuerda la promesa y ora por ella «… serás salvo tú y toda tu casa.»
Nunca les prediques al estilo «sermón dominical», es decir, no los sientes a escuchar tus sermones teológicos, mejor acércate uno a uno y platícales de tus logros e impedimentos para que vean la obra que Cristo hace en ti.
No los desprecies nunca por no creer en Cristo, ámales tal cual ellos son para que el Señor no tenga estorbo en la obra.
Cuando alguno de ellos enferme, ora por ese miembro de tu familia con fe, Dios quiere hacer una obra especial en esa enfermedad.
3. Tú y el Pastor.
Debes recordar que una de nuestras obligaciones como creyentes es «obedecer a las autoridades» y eso incluye al Pastor.
Sin embargo, eso no debe quedar en obediencia solamente. Hazte un amigo del Pastor, sus labores son parecidas a las nuestras, pero no son las mismas.
Si consigues la amistad del Pastor, tienes su apoyo, pero no es esa la razón principal de hacerse amigo de él, sino porque es más fácil obedecer a un amigo que a un jefe.
Este principio lo vemos en Cristo, Él les dijo a sus discípulos «les llamaré amigos» y mira todo lo que ellos hicieron por Él, más aún, fíjate en lo que Jesús mismo estuvo dispuesto a hacer por sus amigos.
Es más saludable una relación de amistad, además eso da buen testimonio de ti como creyente.
Si tratas al Pastor como jefe, él te tratará como subalterno y si lo tratas como amigo, él te tratará como amigo también.
Por Giovanni y Dinora Cabrera