Las letras del trópico

Como vimos, el lenguaje expresado en las letras de las canciones con las que cada subcultura se identifica nos hablan mucho de esta diferencia intencional que se propone. Tal es el caso de la tribu tropical. En las letras de sus canciones no suele hallarse un contenido de protesta social, ni poseen en general un tinte político, sino que el gran invitado es el tema romántico.

Traiciones, abandonos, olvidos, despechos, perdones y nuevas traiciones, pueblan las líricas tropicales. También amores apasionados, romances fugaces y enamoramientos a primera vista, algunos con perfil tanguero o arrabalero. Y no faltan las referencias al sexo, mediante dobles intenciones e ironías o en forma explícita, aunque no grotesca, como en el caso de la cumbia villera, que analizamos más adelante.

La temática de sus letras es clara e inmediata, no esconde, no requiere habilidad crítica e interpretativa. Es música para divertirse y pasarla bien, no para amargarse con las injusticias sociales. Música para bailar, no para meditar su contenido. Por esta razón, ningún chico de clase media-alta se compra un CD de música tropical y en las fiestas de ellos solo se escuchan unos pocos temas tropicales como para “levantar el ánimo, reírse un rato y divertirse”, aunque muchas veces para parodiar o burlarse también. Para los últimos la música tropical es solamente para diversión, mientras que para los primeros es sentido total, su vida misma.

Además de ser un género latino poseen la calidez de nuestras culturas. Las letras están en castellano; un castellano claro y comprensible, bandera de los más pobres e incultos. Este rasgo contribuye a acentuar la diferencia de clases, ya que la música de los otros está básicamente en inglés y precisa ser entendida, pensada.

El sociólogo Jorge Elbaum concluye: “Cada clase le asigna a la palabra un valor diferente. Las clases populares creen que lo que vale, lo auténtico, no es lo que se dice sino lo que se hace”. Y lo que ellos hacen con las palabras, con el lenguaje es mostrar sus sentimientos de una manera explícita. Sin máscaras, sin maquillaje lingüístico.

Una jerga específica para cada tribu

En esto de los códigos de lenguaje, al igual que la vestimenta, hay un mecanismo de incluir a los iguales y segregar a los diferentes. Por eso se da que, si bien los jóvenes como cultura integral mayor comparten ciertos vocablos, las distintas subculturas tienen su propio diccionario. Y aunque no todos usan los mismos términos, los entienden.

En el ambiente del surf, por ejemplo, comparten una jerga propia. Gonzalo Balbuena (21) vive en una ciudad costera y empezó a los nueve o diez años con una tabla de bodyboard. A los catorce se compró su tabla de surf y desde entonces lo practica con dedicación, alternando el tiempo con su estudio universitario. Él nos cuenta un poco de sus tecnicismos, entre los que figuran los nombres de ciertas pruebas acuáticas como roller, floter, cutback, 360, 180, tubos y otros más que conforman su propio diccionario. Pero también hay unos términos para diferenciar el grado de avance. A los principiantes o novatos los llaman cornalos o pataletas y algunas veces se dicen en broma: “Callate, pataleta”. También a los bodyboarders, que de algún modo conforman una especie inferior, les dicen boya, porque según ellos andan flotando en el agua como un corcho o una boya. A los deportistas más pequeños los llaman ladinos. De este modo ellos crean con el lenguaje una fuerte delimitación de rangos o escalafones.

Extracto del libro Tribus Urbanas.

Por María J. Hooft.

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