La barrera de la falta de comprensión de la cultura

El impacto de la cultura

Debemos tener en cuenta que el trabajo de la pastoral juvenil no se lleva a cabo en el ambiente puro y esterilizado de un laboratorio„ protegido de toda influencia exterior. Se realiza dentro de un ambiente social, cultural, económico y político determinado. Los muchachos y muchachas con los que trabajamos son hijos de su tiempo y de su sociedad. Por el hecho de ser creyentes no permanecen en absoluto al margen del mundo en el que les toca vivir. Son, ante todo, personas. Y, como tales, seres sociales que desarrollan su vida en sociedad. Este contexto cultural y social en el que se mueven día tras día produce su efecto, o impacto, en diferentes áreas:

  1. Afecta la vida y los valores de los jóvenes

Los valores, ética, prioridades y, en definitiva, el estilo de vida de su sociedad, les afecta en mayor o menor medida. El joven participa de ella y no tiene más remedio que aceptarlos, rechazarlos o reciclarlos.

Si bien es cierto que la cultura nos afecta a todos, existen edades que resultan mucho más vulnerables a su influencia que otras. La juventud, en general, y la adolescencia, en particular, lo son. Esta última, debido a que se trata de la edad en que se forma la identidad del individuo y, por tanto, su identidad como cristiano. No debemos olvidar que todas las etapas de formación implican una mayor vulnerabilidad personal.

  1. Afecta la manera en que el joven vive su fe y la experiencia cristiana

El autor Josh McDowell afirma que cualquier joven o adolescente de hoy en día tiene más oportunidades de pecar de camino a la escuela que las que sus abuelos encontraban los fines de semana cuando iban a buscarlas. La sociedad contemporánea plantea retos y desafíos a la fe cristiana que eran totalmente desconocidos tan sólo hace unos pocos años.

La agresividad con la que la sociedad ataca los valores y el estilo de vida cristianos es alarmante. Eso implica un gran reto a los jóvenes con los que trabajamos, ya que han de aprender a desarrollar su identidad cristiana y a vivirla en un medio que a menudo les resulta hostil. Veamos un ejemplo: Si eres un lector mayor de 25 años, no habrás vivido en tu juventud una época de tanta permisividad sexual como la actual. ¿Nos equivocamos?

Pensemos por un momento en un joven que tenga que vivir su experiencia cristiana en medio de un contexto en el que los valores cristianos sean abiertamente rechazados y ridiculizados (eso es especialmente cierto en Europa). Un contexto en el que sufra presiones para que mantenga su experiencia y su fe en la esfera estrictamente privada. Ese joven percibirá que, en caso de que su fe no sea rechazada, será considerada una opción válida para él, pero no necesariamente para otras personas. Y, naturalmente, no una opción más válida que otras opciones. Finalmente, ese joven verá sus valores éticos y morales minados por un relativismo y una permisividad crecientes.

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