Los jóvenes cristianos están divididos entre dos narrativas que compiten entre sí, y ninguna de ellas es la historia cristiana sobre el sexo (hablaremos sobre este tema más adelante). La mayoría de los jóvenes piensan que sus comunidades de fe son tradicionalistas, porque una ética hiperconservadora es en realidad bastante común entre los miembros de la iglesia que son de mayor edad. «No hables sobre eso. Déjalo en el dormitorio».
Para el mosaico típico, la perspectiva tradicionalista pareciera anticuada y pasada de moda, o incluso represiva y controladora. La cultura individualista alrededor de ellos, en contraste, está llena de invitación para la autosatisfacción y la expresión personal. «Obtén lo que necesitas. Encuéntrate a ti mismo. Expresa tu sexualidad». Los jóvenes cristianos —ya sean católicos o evangélicos— están inmersos en una cultura que valora grandemente todas las formas de libertad sexual.
La tensión insostenible entre las perspectivas tradicionalista e individualista ha llevado a una profunda disonancia cognitiva y conductual en la siguiente generación de creyentes. Los jóvenes cristianos tienen una serie más conservadora de creencias acerca de la sexualidad que el resto de la cultura (por ejemplo, que uno debe esperar hasta el matrimonio para tener sexo, que el homosexualismo no es consecuente con el discipulado cristiano, etc.). Sin embargo, su actitud sexual es igual de libertina que la de los no creyentes en muchas maneras. En otras palabras, ellos piensan en términos tradicionalistas, pero la mayoría de los jóvenes cristianos actúan como individualistas… La iglesia ha acomodado la ética del individualismo de varias formas. Un tema crecientemente común en los libros y sermones religiosos, por ejemplo, es la búsqueda de placer en nuestras vidas sexuales.
Debiéramos, por supuesto, enseñar que Dios creó el sexo y que es bueno. Sin embargo, me pregunto si en nuestras iglesias nos hemos sumergido demasiado profundo en el río de la autosatisfacción. Un adolescente mayor que entrevistamos nos contó acerca de un líder de su iglesia que les decía a los jóvenes de su grupo que él iba a la tienda de lencería Victorias Secret a comprar ropa sexy para su esposa: «Él aseguraba que estaba tratando de mostrarnos cuánto placer le proporcionaba su vida sexual, pero yo solo pensaba: ¿En serio? ¡Esa es demasiada información! No veo por qué la elección de lencería tiene algo que ver con ser cristiano». Hay una gran diferencia entre una conversación franca acerca del sexo y la jactancia centrada en uno mismo.
También he empezado a preguntarme si hemos abrazado la narrativa individualista al aceptar que los estudiantes debieran terminar su educación, pagar sus deudas, obtener un trabajo y tener todo listo antes de casarse; es decir, esperar que los jóvenes tengan sus vidas nítidas y ordenada antes de comprometerse en matrimonio. Este enfoque en el matrimonio tardío es irrealista para muchos, en especial si abogamos por el celibato hasta el matrimonio. No intento sugerir que todos debieran caminar hacia el altar antes de cumplir los veinte, pero necesitamos pensar claramente acerca de las razones detrás de las demandas que les hacemos a los jóvenes.
También me preocupa que las enseñanzas de algunas de las comunidades cristianas acerca de la abstinencia se enfoquen demasiado en los beneficios individualistas y personales de esperar a tener sexo hasta el matrimonio. De ninguna manera estoy cuestionando las razones de aquellos que están motivando a la siguiente generación hacia la pureza sexual, pero me pregunto si algunos de los métodos reflejan una mentalidad influenciada por el individualismo. «Guárdate hasta el matrimonio y ten una vida sexual fantástica con una pareja, de la manera en que fue diseñado. El sexo como Dios lo quiere te hará perder la cabeza. Mantente puro, evita los riesgos de las enfermedades de transmisión sexual y los embarazos no deseados. Piensa en tu futuro». Mucho del contenido de estos mensajes de abstinencia, aunque sean bien intencionados, sucumbe al individualismo cultivado culturalmente: El sexo es acerca de mí.
En la tensión entre el tradicionalismo y el individualismo, ¿no será que estamos perdiendo una historia más rica, una narrativa verdadera acerca del sexo? Lauren Winner, en su influyente libro Real Sex (Sexo Real), señala el vacío en su propia experiencia luego de llegar a la fe en Cristo siendo una joven: “No escribí este libro porque quisiera retar o renovar las enseñanzas tradicionales cristianas acerca del sexo, sino porque quería retar la manera en que la iglesia típicamente ayuda a las personas a practicar esas enseñanzas. Hasta el momento, he leído un sinnúmero de libros y escuchado incontables charlas acerca de la soltería, la castidad y la abstinencia del sexo prematrimonial. Muchas de estas charlas y libros parecieran fuera de contacto con la realidad. Parecieran ingenuos. Parecieran designados para personas que se casan justo al graduarse de la universidad. Parecieran carecer de teología. Y sobre todo, parecieran ser deshonestos. Parecen deshonestos porque hacen que la castidad suene como algo fácil. Hacen que suene como si tuviera una recompensa instantánea. La hacen sonar dulce y obvia (…) De alguna manera, las herramientas que les damos a las personas para vivir en castidad prematrimonial no están funcionando como esperaríamos”.
Al parecer, la manera en que estamos comunicando y viviendo la verdad de la sexualidad ha producido una generación de almas divididas.
DE LO REPRESIVO A LO RELACIONAL
Mi meta en esta sección final no es delinear una completa ética sexual o responder todas las preguntas (ni siquiera la mayoría). En lugar de eso, mi objetivo es enfatizarle nuestro pensamiento acerca de la narrativa bíblica de la sexualidad a una generación que piensa relacionalmente. En verdad, Dios me ha cambiado a través del proceso de escribir este capítulo, y mi postura en estos párrafos no es la de un investigador sabelotodo, sino la de un compañero con el alma quebrantada.
Necesitamos una nueva mentalidad para cultivar una ética del sexo más profunda, más integral, más llena de Cristo. Ni el tradicionalismo ni el individualismo están funcionando o son bíblicos. Muchos de nosotros sentimos esto; sin embargo, ¿qué podemos hacer? Necesitamos redescubrir la narrativa relacionaI de la sexualidad.
El sexo es acerca del desapego a uno mismo, no acerca de uno mismo. Se relaciona con servir, no solo con el placer personal. Se trata de la creatividad de Dios en conexión con la acción humana, no de nuestra identidad personal y auto expresión. En lugar de decir que el sexo es tabú (tradicionalista) o que el sexo es acerca de mi (individualista), el enfoque relacional a la sexualidad afirma que el sexo es bueno, y es acerca de nosotros.
Necesitamos acercarnos al tema de la sexualidad con mucha humildad. Por causa del pecado, nuestras relaciones con Dios, los demás y nuestra comunidad están rotas. Jesús nos salvó del pecado a través de su muerte en la cruz, envió a su Espíritu y nos dio su Palabra escrita para que esas relaciones pudieran ser restauradas por completo. Aun así, cuando leemos la Biblia, encontramos toda clase de distorsión y problemas con la sexualidad, incluso entre el pueblo de Dios. Al reconocer humildemente nuestro estado quebrantado podemos lidiar con los problemas cuando aparecen, en lugar de barrerlos debajo de la alfombra.
Una manera de aceptar nuestro quebrantamiento común es mantener altas nuestras defensas con respecto a la tentación sexual. No obstante, ¿cómo podemos ayudarnos unos a otros a evitar la tentación sin convertirnos en hacedores de reglas legalistas? Lo podemos lograr al entender el impacto de las acciones y creencias sexuales en nuestra comunidad.
Aunque a menudo son narcisistas y están inmersos por completo en una cultura de individualismo, los jóvenes cristianos muestran una enorme capacidad para, y aspiraciones de, establecer conexiones relaciónales y «ser reales» con su familia y compañeros. Así que tengo grandes esperanzas de que esta generación esté lista para un enfoque diferente y más bíblico en cuanto a la sexualidad. En otras palabras, tenemos una gran oportunidad de ayudar a la siguiente generación a vivir una nueva narrativa de la vida sexual, la narrativa relacional. Podemos empezar haciendo dos cosas: que el sexo sea un tema de todos, y que el sexo sea un tema de Dios.
Extracto del libro Me Perdieron
Por David Kinnaman