EL PROBLEMA DE LAS DECLARACIONES DE MISIÓN
Quizás la mejor cualidad de una declaración de misión es que sea útil; que sirva para transformar la realidad. Durante muchos años me he encontrado con demasiados grupos que tienen una frase muy bonita colgada en la pared. Supuestamente, la misma indica lo que quieren alcanzar, pero en la práctica no parece que se esté logrando mucho. Con la frase en la pared o sin ella, las mismas cosas suceden. ¡Así que no ha servido para nada! Tal vez esto ocurre porque nadie la entiende. O quizás sea porque no la recuerdan. Lo más seguro es que las expectativas de los líderes de estos grupos estén puestas en otras cosas, y por ende, los resultados serán diferentes a lo esperado.
Chip Heath y Dan Heath cuentan en su libro Made to Stick lo exitosa que fue la declaración de John F. Kennedy en 1961 al proponer la misión de «colocar a un hombre en la luna y regresarlo a casa a salvo antes del final de la década». Simple, inesperada, concreta, confiable y emocionante. Por el contrario, dicen los autores, si Kennedy hubiera sido un líder moderno, quizás su declaración de misión habría sido: «Nuestra misión es convertirnos en el líder internacional de la industria espacial por medio de la máxima innovación centrada en un equipo y las iniciativas aeroespaciales estratégicamente orientadas». Complicada e inútil.
¿A cuál de estas dos se parece tu declaración de misión?
Una declaración de misión es aquella que dicta por qué hacemos lo que hacemos. Todo lo que sucede en el grupo responde a esa expectativa.
En los últimos años, los principios de la planeación estratégica y los fundamentos de una iglesia con propósito le han dado auge a las declaraciones de misión. Me parece un excelente intento para acercarnos a la expectativa de Dios. En verdad me he beneficiado de las propuestas de grandes líderes como Félix Ortiz en Manual para líderes de jóvenes y más recientemente en Raíces, pastoral juvenil en profundidad, o de Doug Fields en Ministerio de jóvenes con propósito, pero quizás la perspectiva que prefiero es la de Lucas Leys en El Ministerio juvenil efectivo: El líder juvenil efectivo entiende que su tarea es acompañar a sus jóvenes hacia la madurez a través de las cinco áreas del desarrollo hasta ayudarlos a ser cristianos que amen a Dios, sirvan al prójimo, sean un testimonio de Cristo ante otros y aprendan a obedecer la voluntad de Dios para sus vidas.
Leys menciona cuatro propósitos principales del ministerio juvenil: la adoración, el servicio, el evangelismo y el discipulado. Observa que estos propósitos van más allá de saber qué cosas agregar a tu programación anual. No se trata de tener más cultos de adoración, mejores actividades de servicio, otros proyectos de evangelismo o nuevos grupos de discipulado. ¡Tales propósitos no son equivalentes a los programas! Tristemente, esto es lo que veo en muchos grupos de jóvenes hoy. Ellos no se han dado cuenta de que los propósitos son más bien el reflejo de las R-E-L- A-C-I-O-N-E-S.
EL GRAN MANDAMIENTO
El éxito de tu ministerio juvenil se resume en lograr alcanzar la expectativa de Dios. Ese es el propósito que debes perseguir, el resultado que debes alcanzar.
Mateo 22:34-40 registra lo que conocemos como el Gran Mandamiento. Lee el pasaje y escribe con tus propias palabras cuál es ese importante mandamiento. Las palabras de Jesús en este pasaje comunican con claridad lo que representa para Dios:
- El mandamiento más importante a obedecer.
- La prioridad más importante a atender.
- La expectativa más grande a cumplir.
- El resultado más valioso a atesorar.
- El logro más alto a alcanzar.
- Dicho en otras palabras, según estos versículos, si solo pudieras obtener una cosa en la vida, ¿qué debiera ser?
- Si tu ministerio juvenil solo pudiera lograr una cosa, ¿cuál debiera ser?
El gran mandamiento para tu vida y tu ministerio se concentra en las R- E-L-A-C-I-O-N-E-S.
NÚMEROS BUENOS VERSUS NÚMEROS MALOS
- Números buenos: ¿Cuántos jóvenes son «nuestros»?
- Números malos: ¿Cuántos jóvenes asisten a la reunión del viernes de aquella iglesia que está de moda?
- Números buenos: ¿Cuántos líderes adultos necesitamos a fin de proveer suficiente capacidad para «nuestros» jóvenes?
- Números malos: ¿Están viniendo más jóvenes este año que el pasado? Números buenos: ¿Cuántos jóvenes queremos involucrar activamente en nuestro ministerio juvenil cada semana?
- Números malos: ¿Cuántas clases diferentes de Escuela Dominical ofrecemos?
- Números buenos: ¿Con cuántos visitantes o jóvenes inactivos hemos establecido comunicación en el último mes?
- Números malos: ¿Cuántos visitantes tenía nuestro grupo de jóvenes en sus días de gloria?
Extracto del libro “Estratégicos y Audaces”
Por Howard Andruejol
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