CONTINUEMOS… Quizás este es un buen momento para definir los parámetros ineludibles para distinguir un movimiento que viene de Dios con la intención de reno­var la cultura, y no para fomentar celo o el origen de una secta.

1. LA PALABRA DE DIOS SIEMPRE SERÁ SUPERIOR

Los principios de la palabra de Dios siempre serán mayores a cualquier método, estrategia o modelo que podamos implementar para cambiar la cultura circundante. Por eso es necesario estar bien preparados para hacer una correcta exégesis de la Biblia, tener claros los procesos hermenéuticos que rigen una adecuada interpretación de las Escrituras. Sobre todo, debemos tener cuidado de usar la Biblia solo para justificar cosas que queremos implementar. Así no funciona. En realidad es al revés. Primero Dios nos habla a través de su palabra, luego pedimos sabiduría para encajar esta palabra en el contexto actual, y entonces recibimos una estrategia basada en las escrituras, pero relevante a la presente cosmovisión.

2. EL MOLDE SE PUEDE ROMPER, LA META NO.

Pienso que todas las estrategias, sistemas y formas, son variables sujetas a cambios. Lo que no puede cambiar es la meta ulterior que todos tenemos como hijos de Dios, que es HACER DISCÍPULOS. Quizás esta sola meta se subdivide en algunas áreas: predicar el evangelio, sanar a los quebrantados de corazón, preocuparnos de los pobres, etc. Los pasajes en Lucas 4:18-19 y Mateo 28:18-20 nos servirán para recordar claramente la meta inalterable. Pero hay otros como: juan 10:10; 1 Juan 3:8; 1 Timoteo 1:15; Lucas 19:10. Todos estos pasajes llegan al mismo punto, así que la meta es la misma para todos nosotros. Lo que hagamos para cumplirla dependerá de la época, cultura, llamado, estilo, etc. Para eso siempre es necesario romper algunos moldes como Jesús lo hizo, pero recuerda: Él jamás cambió la meta ni el mensaje. ¿De qué te serviría tener un ministerio genial y diferente si no hace un solo discípulo?

3. IR CONTRA LAS COSTUMBRES NO ES IR CONTRA LAS PERSONAS.

Oponerse a las costumbres o formas habituales no significa enemistarse con el mundo entero al llevar la bandera de cambio. Puede ser que ofen­demos a muchos sin querer, o a veces intencionalmente podemos dar la impresión de obrar con amargura, falta de perdón y hasta envidia. Tenga­mos cuidado de cómo se mueven nuestras emociones en este camino. Las personas que están haciendo ministerio de una forma tradicional también fueron llamadas por Dios. Debemos amar y respetar a todos quienes hacen ministerio de cualquier manera diferente a la nuestra, y ese amor frater­nal tristemente no se ve en la práctica. A través de este mensaje quiero reconocer a los pastores que han entregado décadas de su vida a hacer lo que Dios les llamó a hacer y han llevado tantas personas a los pies de Cristo, de la forma en que lo han hecho hasta hoy, los respeto y agradezco grandemente. Diciendo esto recuerdo que yo mismo llegué a Cristo en una iglesia tradicional, como quizás el 99% de todos nosotros. No sabríamos la historia de una tierra prometida sin un Moisés que lidere al pueblo a través del desierto. Así de simple.

JESÚS Y SU MINISTERIO CONTRACULTURAL

Entiendo que la palabra contracultural puede ser un poco agresiva o revo­lucionaria para muchos, pero es certera. Jesús emprendió un ministerio contracultural, poco famoso entre las sectas religiosas pero popular entre los necesitados. Su campaña era contraria a la cultura que la religión había impuesto; las prostitutas, los ladrones, los adúlteros, llegaban sin temor porque Jesús les ofrecía un espacio de aceptación y redención.

Mi interpretación personal de la palabra contracultura es: necesitada de reforma. ¡La iglesia necesita ser reformada! Es necesario que surja un movimiento transformacional, que genere nuevas perspectivas enfocadas en las nuevas generaciones. Algo que Jesús hacía es oponerse a las formas que habían establecido los hombres y rescatar el espíritu de lo que la palabra de Dios pedía. Y no era la primera vez que el Padre intentaba reformar las cosas. Ya antes había enviado jueces y profetas para alertarnos de que hagamos las cosas como Él las había planeado, pero el ser humano siempre ha sido flojo para escuchar los mensajes de Dios en ese entonces; y hoy, igualmente, necesitamos esa reforma, pero seguimos un poco sordos.

INNOVACIÓN Y RELEVANCIA

Personalmente yo soy uno de esos que siempre me pregunto los por qué de todo. ¿Por qué hacemos tal cosa de tal manera o de tal otra? ¿Qué nos impide hacerlo de manera diferente? Soy un luchador a favor de la innovación, pero vivir al borde de la innovación no quiere decir cambiar por cambiar, o estar a la moda, y mucho menos atentar contra principios universales que Dios nos pide guardar. No se trata de decir: si todos están usando luces de escenario, yo también debo hacerlo; si todos están usando deportes yo lo haré igual; si ahora todos hacen videos es tiempo de que yo lo haga también.

Innovar no es maquillar o estar a la moda. Cuando maquillas, en algún momento el cosmético se corre y la máscara cae dejando ver el rostro real. Si solo estás a la moda, seguro te verás bien, pero no entregarás más que formas novedosas que, aunque atractivas en apariencia, no transforman vidas, ni hacen discípulos. La verdadera innovación te obliga a hacerte las preguntas adecuadas. ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿A quiénes llegaremos si lo hacemos dife­rente? Innovar es encontrar nuevas rutas para llegar al mismo propósito, el cual debes tener completamente claro.

La iglesia está llamada a innovar, pero no todas las personas lo logran. No vamos a desechar a aquellos que por diferentes razones no se logran adaptar a cosas nuevas. Más bien necesitamos identificar a los que Dios quiere levantar para propósitos como ese, y darles un espacio en la comu­nidad de la iglesia, prepararlos, darles herramientas y luego empoderarlos. Muchos son llamados para innovar, pero no todos son escogidos. Quiere decir que Dios nos quiere a todos haciendo ministerio, pero no nos quiere a todos sirviendo de la misma forma. El propósito de esto es poder alcanzar a la mayoría de gente en toda su diversidad. Recuerda que nuestro Padre es quien más quiere que todos sean salvos y procedan al arrepentimiento.

Extracto del libro Reforma Que Alcanza a Las Nuevas Generaciones

Por David Noboa

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