Hoy en día, más que nunca, los adolescentes necesitan adultos que incidan positivamente en sus vidas de forma continuada. Ni los profesores de la escuela, ni los maestros de escuela dominical, y muchas veces ni siquiera los padres (debido a sus múltiples ocupaciones) pueden dedicarles el tiempo que necesitan. No es posible constituirse en un marco de referencia simplemente a través de una actividad semanal, quincenal o mensual. Se necesitan monitores que quieran y estén dispuestos a invertir tiempo en las vidas de los adolescentes durante todo ese periodo. Esos monitores deberían aceptar un compromiso mínimo de cinco años en su trabajo o ministerio.

Existen cuatro imágenes bíblicas que ilustran el papel de estos líderes:

Modelo (2 Timoteo 2:2; 1 Corintios 11:1; 1 Timoteo 4:12; Juan 13:15). Un modelo es alguien digno de ser imitado. Los modelos son importantes en todas las áreas de la vida. Sirven de orientación, de punto de referencia, de norma o de patrón. En la vida cristiana necesitamos modelos vivos a quienes imitar y seguir, personas que les muestren a los jóvenes la manera de vivir en santidad en el contexto actual.

Maestro (1 Timoteo 4:6; Mateo 28:20; 2 Timoteo 2:2). El maestro tiene como principal objetivo la enseñanza de los principios de la palabra de Dios, ayudando al adolescente a que los relacione con su vida cotidiana. Además de enseñar, un maestro también corrige, instruye, reprende y evalúa.

Pastor (Hechos 20:28–30; Hebreos 13:7–12 y 20). Ya en el Antiguo Testamento se utilizaba la figura del pastor para describir la relación de liderazgo espiritual con el pueblo. Bastaría la lectura del Salmo 23 para comprobar toda la riqueza y responsabilidad de liderazgo que tiene un pastor. Esta figura nos lleva a pensar en alguien que provee alimento, vela por su rebaño (de día y a veces también de noche), lo defiende, cuida de sus ovejas heridas, busca a las que están perdidas, les provee lugares de descanso y las guía por el camino correcto.

Nodriza (1 Tesalonicenses 2:7–8). En la antigüedad la nodriza se encargaba de la alimentación y el cuidado de los niños pequeños que se le encomendaban. No eran sus propios hijos, pero debía cuidarlos como si lo fueran; eso sí, sin dejar de ser consciente de que pertenecían a otra persona ante quien era responsable. Asociamos la figura de la nodriza o niñera con la responsabilidad, la ternura, el amor, la nutrición, el cuidado, la protección y la ayuda, entre otras cualidades.

Acompañar espiritualmente al adolescente.

La responsabilidad principal del monitor es acompañar al adolescente en su viaje desde la fe infantil o incredulidad hacia la fe madura. Esa es la razón por la que los compromisos a largo plazo son necesarios. Muchos adolescentes demoran años hasta comprometerse de verdad con el Señor. Durante todo ese tiempo necesitan que los acompañe espiritualmente alguien que sea un punto de referencia constante, que mantenga el tema de la fe abierto, que les recuerde la necesidad de que se comprometan con Dios, y que esté a su lado mostrando y encarnando el amor y la aceptación incondicional del Señor. Todo ello es imposible si no existe un compromiso de lealtad por parte del monitor hacia los adolescentes, un compromiso que, forzosamente, debe ser a largo plazo.

Madurez y juventud.

Los adultos deben ser personas lo suficientemente maduras como para poder guiar y ayudar al joven, pero lo suficientemente jóvenes en su forma de pensar para poder entender su mundo.

Oportunidades para que interactúen con los adolescentes.

Obviamente, todo lo que mencionamos solo es posible cuando existe una relación entre los monitores y los adolescentes.

Capacitación para la pastoral juvenil.

Es altamente recomendable que los líderes de todo ministerio juvenil puedan recibir capacitación para poder llevar a cabo el trabajo que les fue encomendado. Necesitan la capacitación, y la visión y comprensión de lo que significa trabajar con adolescentes. Sin dudas, su adiestramiento será uno de los desafíos que las iglesias locales deberán afrontar en un futuro cercano.

Finalmente, queremos concluir afirmando que los adultos que participan de la pastoral con los adolescentes deben ser muy conscientes del papel clave que pueden llegar a desempeñar en sus vidas durante esos años tan importantes de su desarrollo. Tienen el inmenso privilegio y la responsabilidad de ser de gran influencia para ellos en esta etapa crítica de sus vidas.

Extracto del libro “Raíces”

Por Félix Ortíz

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