SUGERENCIAS PRÁCTICAS PARA LA PREVENCIÓN DEL ABUSO
1. Enseñando a nuestros niños sobre sexualidad.
Tome tiempo para hablar con sus hijos de todos los temas, incluida la sexualidad. Anímelos a que compartan sus ansiedades y temores. Respete sus confidencias, por pequeñas que sean, para que pueda crecer la confianza y recurran a usted cuando surjan problemas mayores. No tenga miedo de enseñar, es la mejor manera de prevenir. Dé consejos claros acerca de comportamientos sociales básicos: “que nadie te saque la ropita, que nadie toque las partes privadas, que no guardes un secreto cuando alguien te lo pida, etc.”. Está demostrado que una educación sexual a temprana edad y una buena comunicación entre ambos progenitores y sus hijos disminuye la probabilidad de un abuso sexual. La asertividad es una habilidad social por medio de la cual una persona manifiesta lo que piensa de manera clara y directa. La asertividad debe fomentarse mediante el reconocimiento de que todos tenemos derecho a defendernos y a dar nuestras opiniones. Los niños que desarrollan estrategias para confrontar, pedir y negar, es decir, son asertivos, no son víctimas indefensas frente a un abusador sexual.
2. Quitando los mitos y las mentiras acerca del abuso y la violación.
La idea que tenemos es que los abusos y las violaciones son actos cometidos por hombres depravados y locos que saltan sobre los niños en lugares oscuros. ¡Nada más lejos de la verdad! El 90% de los casos ocurre en el hogar del propio niño o de familiares y amigos, a cualquier hora del día, con personas muy allegadas a él. El abusador casi no utiliza la fuerza porque “convence” al niño para hacer lo que él desea.
Tampoco debemos creer que el abusador tuvo “un arrebato” sexual incontrolable y por eso violó o abusó. Todo estuvo premeditado. Tampoco se asocia al alcohol. Aunque éste puede actuar como un elemento que desinhibe, no es la causa del abuso. Investigaciones realizadas con abusadores y violadores demostraron que, para que ocurra un abuso o una violación, tienen que existir tres factores:
- Primero: el adulto debe vencer los obstáculos externos, es decir crear la situación o “el ambiente” para llevar a cabo su acción.
- Segundo: el adulto tiene que convencer al niño o adolescente y tenerlo disponible en el momento elegido.
- Tercero: el adulto piensa que, aunque esté penado por la ley, no lo van a descubrir, no lo van a “pescar”.
3. Cambiando la educación de nuestras niñas.
Nuestro estereotipo social es: hombre fuerte – mujer débil. Así, la misma sociedad crea a sus propias víctimas de abusos y violaciones: los débiles. Dado que la mayoría de las víctimas son mujeres o niñas, es necesario replantearnos cómo criamos a nuestras hijas. En esta sociedad machista, la debilidad es un atributo femenino pero, a la hora de defenderse, se convierte en una trampa mortal. La feminidad no tiene relación con la “debilidad o pasividad”; enseñemos a nuestras hijas a ser ágiles, a desarrollar sus habilidades físicas.
Juanita es la menor de cuatro hermanas y la única de la que no abusó su padre. Vivían en el campo y él tuvo dos hijos de sus respectivas hijas. El abuso era por todas conocido, pero guardado como un secreto de familia. Comenzaba apenas se desarrollaban como señoritas. Juanita fue la única que desafió a su padre. No tuvo una actitud sumisa frente a los intentos de abuso. Le hizo saber: “si me agarras, te parto la cabeza con un palo o te mato cuando estás dormido”. Era tal la convicción de Juanita que su padre nunca la tocó.
En un estudio realizado en los Estados Unidos, en el que se interrogó a 72 prisioneros condenados por abuso sexual acerca de cuáles eran las víctimas que seleccionaban, respondieron que preferían a las tranquilas, pasivas, de hogares desavenidos.
4. Cambiando la educación de nuestros niños.
De la misma manera que criamos víctimas a las mujeres, criamos a los varones como victimarios o violadores. Muchos de los violadores y abusadores están convencidos de que a sus víctimas les gusta la fuerza y, a la postre, se terminarán enamorando de ellos. Nuestra cultura enseña a los varones a ser agresivos. Asocia la fuerza y la violencia con la masculinidad. Nosotros somos responsables de esta realidad y lo es cada padre que estimula a su hijo a que no respete a los débiles o que festeja al “machito” cuando le gana a otro en una pelea.
La mayoría de los violadores son adolescentes o jóvenes que quieren probar su hombría violando a otra persona. Según el FBI, el 61% de los violadores tienen menos de 25 años. La antropóloga Margaret Mead ha observado que no se oye hablar de violación en las sociedades en las cuales los varones son condicionados por esa cultura para ser protectores y no agresivos. Se inculca a los niños desde edades tempranas a desarrollar un papel de sustento, sacrificio y protección.
5. Exponiendo a los abusadores públicamente y defendiendo a las víctimas.
¿De dónde surgen los violadores? De familias cualesquiera, pero con una característica común: hogares con conflictos, desavenencias conyugales, gritos, insultos, peleas. Es improbable que un violador surja de una familia donde el respeto, las caricias y el buen trato sean la norma cotidiana. Por lo tanto, debemos trabajar para que el ámbito de nuestro hogar sea ejemplo del amor auténtico todos los días. Invierta tiempo en su familia, considere las charlas matrimoniales como enriquecedoras, los campamentos o los retiros, no como pérdida de tiempo o dinero, sino como momentos inspiracionales que lo ayudarán a edificar un mañana mejor.
Le sugerimos leer con suma atención el próximo relato de un mail que nos llegó desde Tierra del Fuego.
Hola Silvia y José Luis, ¡Dios los bendiga! Desde el cálido sur les saludamos Liliana y Pablo Torres, deseando que se encuentren bien. El motivo de este e-mail es contarles que en estos días se está llevando a cabo un juicio a quien durante 10 años estuvo abusando de su hijastra. Hace un año conocimos a esta jovencita en un encuentro de adolescentes. A través de la charla de sexualidad, se evidenciaron síntomas de abuso, conforme a lo tratado en el libro de ustedes De eso no se habla. Le aconsejamos hablar con su mamá y concurrir a salud mental del Hospital, donde se corroboró lo que suponíamos. Hoy testificamos en el juicio. El juez quiso copia del material que habíamos usado en ese momento y ordenó fotocopiar dicho libro. Para nosotros todo esto es nuevo. La Iglesia ha sido bien vista, ya que observaron líderes que se capacitan para ayudar. Mañana se darán los alegatos y en los próximos días la sentencia. Les pedimos oración y queríamos hacerles partícipes de este hecho. Lo que ustedes nos brindaron ha servido de mucho. Seguiremos en contacto. Les extendemos desde aquí un cariñoso saludo, anhelando que Dios les siga bendiciendo, Lili y Pablo.
Antes de terminar debemos hacer hincapié en la diferencia existente entre perdón y absolución. Ser cristianos y otorgar perdón no implica abortar la ley de la siembra y la cosecha. Gálatas 6 enseña este principio. Cuando una persona violenta sexualmente a otra deberá responsabilizarse por las consecuencias. Muchos cristianos dicen: “yo tengo que perdonar… si lo denuncio es porque no lo perdono”. Esta forma de pensar tiene un vicio de fondo muy peligroso. La denuncia se hace no para resarcir a la víctima, porque la justicia humana no puede devolver lo que un abusador le ha robado. La denuncia se hace por amor a otros niños/niñas o adolescentes, futuras víctimas. Si se tiene en cuenta que el abusador tiene conductas repetitivas, la acción legal tiende a salvar a posibles víctimas en el futuro. Días después de aquella primera carta recibimos un segundo mail en el que nos compartían que el juez sentenció a 14 años de prisión a ese abusador. Una víctima menos, una liberación más.
Extracto del libro Sexualidad Sana Liderazgo Sólido
Por José Luis y Silvia Cinalli
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