Por otra parte, la Lic. Ana Somoza comenta una experiencia reciente que tuvo al respecto:

Acabo de visitar una iglesia en la que encontré un hermoso y variado grupo de adolescentes y jóvenes. Se habían sentado al fondo del salón, separados de los adultos que estaban adelante, pero participaban de la reunión con interés. Algunos lucían crestas de colores en sus cabelleras, otros el cabello largo y otros, corto. Abundaban los cinturones y las pulseras metálicas, las zapatillas y las remeras negras. En fin, se podía observar una variada colección de moda adolescente. Inclusive estaban aquellos chicos y chicas que lucían remeras y pantalones que usted o yo no nos animaríamos a usar. Se notaba que eran amigos entre sí pues al terminar la reunión conversaban muy entusiasmados. Era evidente que se sentían cómodos en esa iglesia, de lo contrario no hubieran estado allí.

Al finalizar el culto me acerqué para entrevistarlos pues sé que los adolescentes cambian tanto, que los libros que hablan sobre ellos pronto quedan desactualizados y es imprescindible dialogar con ellos para entenderlos y aprender de ellos. Les dije que quería conocer sobre sus culturas. Una sonrisa les iluminó el rostro y comenzaron a hablar de sus vidas, de sus dolores, de sus proyectos y del camino recorrido hasta llegar a encontrarse con Cristo y congregarse en esa iglesia. Esos chicos y chicas “la tenían clara”. Vivían un cristianismo sin molde, fresco, auténtico y contagioso. Tan contagioso que cada vez había más adolescentes en ese grupo.

En ese grupo había chicos y chicas que en la calle no hubieran conversado entre sí, pues pertenecían a tribus enemigas. Más aún, un muchacho punk estaba de novio con una chica heavy metal. Según me dijeron, habían estado “en la pesada” hasta que tuvieron un encuentro con Cristo y comenzaron a cambiar profundamente. Mientras conversaba con esta pareja, se acercó un adolescente vestido según la moda general y me dijeron que era new metal y que los heavy metal y los new metal no se llevan bien, pero que ellos eran amigos.

Contabilicé en esa iglesia adolescentes que pertenecían a cinco tribus urbanas distintas y adolescentes que no pertenecían a ninguna tribu.

¡Guau! Es lo más parecido al sueño que tuve hace más de diez años. No creo que la iglesia se nos vaya de las manos, sino que se pone en las manos de Dios. Después de todo, esos jóvenes son SU rebaño, Él es quien está interesado en salvarlos y Él nos dirá cómo hacer de acá en más.

Nos cabe reflexionar qué tanto nos pareceremos, con esta actitud de molestia hacia el desorden, a los religiosos de la época de Jesús. En Mateo 21:15 dice que en el día en que Jesús purificó el templo, luego de volcar las mesas de los cambistas y las sillas de los mercaderes del templo, y luego de decirles que ellos habían convertido la casa de Dios en una cueva de ladrones (¡auch!), los principales sacerdotes y escribas se indignaron porque los muchachos entraron al templo aclamando a grandes voces al Señor y gritando ¡Hosanna al Hijo de David!

Este volcar de las mesas, el romper “lo que siempre se hizo así”, poner punto final a las tradiciones malsanas de los religiosos y permitir la libre expresión y alabanza salida de su cauce por parte de los jóvenes, irritó a los religiosos hasta estallar. “¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí, ¿nunca leísteis: ‘de la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza’?”.

Parte de lo que Dios quiere hacer en nuestros corazones es quitarnos la obsesión de controlar y manejar aquello que damos a luz. Como humanos, esa es nuestra naturaleza. Pero nuestra naturaleza es contraria a la de Dios, lisa y llanamente. Tenemos que atrevernos a perder el control en las manos de Dios, porque eso es liberador para nosotros y para los demás.

Es cierto que vamos a tener que regular ciertas cosas, porque las líneas y los parámetros se corren cada vez más aprisa y sentimos que en cualquier momento “nos vamos a caer del mapa”. Por eso es clave la flexibilidad que tengamos como líderes y la capacitación constante en temas de actualidad juvenil.

Extracto del libro “Tribus Urbanas”

Por María J. Hooft

Lee Cambio de Paradígmas Nº 5 y 6.

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