Paradigma Número 3: “La Gran Comisión se refiere a las misiones foráneas”.

El pasaje en donde se presenta la Gran Comisión o el Gran Mandato, que se halla en Mateo 28:19-20, es bien conocido por todos los cristianos en lo relacionado con el ámbito del evangelismo y las misiones foráneas. Allí, justo antes de partir, Jesús les dice a sus discípulos: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones”.

El error que hemos cometido es enfatizar el alcance individual de la comisión, cuando en realidad si tomamos la expresión original no dice que hagamos discípulos de los individuos en todas las naciones, la cual ha sido nuestra interpretación según el paradigma viejo y tradicional. En cambio, debemos hacer discípulos de panta ta ethne, que en griego significa: “todas las unidades étnicas o unidades sociales o grupos de personas”. Este es un término que denota agrupaciones sociológicas de individuos. La unidad completa, o nación (incluyendo, por supuesto, a los individuos que pertenecen a ella), suponen ser los discípulos colectivos de Jesús y cumplir en la sociedad lo que Jesús mandó. Ahora vemos que el objetivo bíblico de la Gran Comisión no es nada menos que la transformación social.

Eso significa que el mensaje de salvación va más allá de lo meramente personal para pasar a referirse a toda la sociedad, sus estructuras y sistemas.

Ray Bakke, autor del brillante libro A Theology as Big as the City [Una teología tan grande como la ciudad], que influenció mucho en mi vida desde que lo leí, nos dice al respecto: Por dos mil años la Iglesia ha tenido el desafío de la Gran Comisión de ‘ir y hacer discípulos a todas las naciones’ (Mateo 28:19). Hoy sabemos dónde están todas las naciones: en los barrios de la ciudad. La frontera de las misiones mundiales ya no está más geográficamente distante; está distante culturalmente pero geográficamente justo en la puerta de al lado. [énfasis mío].151

Emulando a Junior Zapata, destacado pastor guatemalteco, vuelvo a decir: “¿Cómo es posible entonces que estemos dispuestos a ofrecer a nuestros hijos y jóvenes enviándolos al campo misionero de los musulmanes, pero no al campo misionero del mundo del arte y la cultura pop?”.

Concluimos que, cuando hablamos de tribus urbanas o subculturas juveniles, estamos perfectamente hablando de esas unidades étnicas, concepto aplicable a la cultura urbana de las grandes metrópolis del siglo xxi.

Paradigma Número 4: “Si gano a jóvenes de las tribus urbanas la iglesia se me va de las manos”.

¡Y ese es el problema! No queremos perder el control. Queremos tener todo organizado, todo prolijo, todo en orden. Pero en la obra juvenil no es así; una cierta dosis de “desorden” es lo normal.

Me parece estar escuchando a alguien decir por lo bajo: “El desorden no es de Dios, Él no puede habitar en medio del desorden”. Lo cual también es cierto. Pero, amigos, la pura verdad es que nuestras iglesias contemporáneas no van a lucir uniformes; no podemos pretender “tener todos los patitos en fila”.

Otra vez el genial Junior Zapata nos sale al encuentro con una reflexión cierta:

Queremos que todos nuestros jóvenes se vistan igual, hablen igual, escuchen la misma música y canten los mismos cantos. Queremos que todos sigan el mismo método de evangelismo y vayan a los mismos retiros o encuentros. En la selva de la cultura juvenil las cosas no funcionan así. La cultura juvenil es un ecosistema que contrasta con la igualdad que existe en mucha de nuestra cultura de iglesia.

Extracto del libro “Tribus Urbanas”

Por María J. Hooft

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