Paradigma Número 2: “El lugar para ministrar es el templo”.

Muchas veces decimos tomar a Jesús como modelo de vida, pero lo cierto es que con nuestra manera de vivir lo negamos. ¿Qué hizo Él? ¿Cómo aplicó la Ley, si no fue en beneficio de los que sufrían? Y los que sufrían no estaban precisamente en los templos ni en los edificios religiosos. Los enfermos esperaban en la calle. Las prostitutas trabajaban en la calle. Los niños jugaban en la calle. Las escenas más conmovedoras y reales de la vida de Jesús acontecieron en la calle.

Hace poco, un amigo—que es parte de la subcultura dark—me contaba que varias veces, cuando salían a evangelizar, los chicos a los que les hablaban del Señor comenzaban a manifestarse, siendo liberados de los demonios por el poder de La Palabra que oían. Los cristianos—siempre iban más de dos a evangelizar—, al principio tenían temor, no de cómo liberarlos, sino de que llamaran mucho la atención y viniera la policía. Por eso, cuando alguien se manifestaba, ataban los demonios en el nombre de Jesús, llevaban al chico hasta la iglesia, y allí le ministraban liberación. Pero esto no funcionaba tan bien, porque a veces en el trayecto se escapaban.

Un día se preguntaron por qué no liberarlos allí mismo. ¿Jesús no los liberaba en la calle, acaso? El Señor no les decía a los endemoniados: “Esperen, vamos a buscar un lugar más adecuado”, solo reprendía a los demonios y les ordenaba salir. Porque la calle era suya. Porque Él tenía autoridad espiritual sobre ese territorio. No me refiero a hacer una sesión de liberación en una plaza frente a cientos de espectadores (sobre todo si los demonios se resisten), sino a que debemos acostumbrarnos a ver las calles como nuestro ámbito. Cuando hablo de la calle no me refiero literalmente a la acera, a las veredas, sino a todo lugar—público o privado—que no sea un edificio eclesiástico. Hablo de la “situación de calle”, pero el escenario puede ser el colegio, la facultad, el trabajo, el club y cualquier otro lugar que no esté enmarcado dentro del concepto tradicional de lo que es ser y hacer iglesia.

¿Por qué no nos sentimos cómodos en la calle? ¿Por qué preferimos el ámbito del templo? Se cuenta que Spurgeon, el príncipe de los predicadores, tuvo problemas con sus contemporáneos porque decidió hacer sus servicios en los Jardines de Surrey, en Londres. En un medio gráfico de su época salió publicada esta hazaña con un comentario ácido por parte de los más conservadores. Aquello de alquilar los lugares de entretenimiento para las prédicas dominicales—decía el periódico—era una novedad, una confesión de debilidad y una alianza con el mundo.

Edgardo Silvoso, en su libro Anointed for Business (Ungido para los negocios) afirma que hay un concepto errado que nos han enseñado: que la Iglesia nació en el aposento alto, dentro de cuatro paredes. Esto no es verdad. La Iglesia nació en las calles el día que Pedro predicó el primer sermón y miles de personas reconocieron a Jesús como el Mesías—afirma Silvoso. Siempre y cuando creamos que la Iglesia nació entre cuatro paredes, necesitaremos cuatro paredes para tener iglesia, un concepto que nos llevará a confundir el edificio con la Iglesia, la ekklesia (Asamblea o la congregación de los llamados afuera)”.

En esa obra, Silvoso hace un estudio exhaustivo de todo el libro de Los Hechos y llega a la fabulosa conclusión de que hay aproximadamente ¡cuarenta acciones sobrenaturales! que tuvieron lugar en un trasfondo urbano y no religioso, léase las calles de la ciudad, el hogar particular de alguien, una plaza pública, un palacio o hasta un barco.

Los apóstoles de la Iglesia primitiva desarrollaban su ministerio en las calles de las ciudades que visitaban. Es cierto que muchas veces se dirigían primero a las sinagogas, para ver si podían rescatar a algunos de los religiosos que estaban atrincherados en los templos. Pero, la acción sucedía en la calle. En ese medio, un Pedro lleno del denuedo del Espíritu se ponía en pie ante quien fuera y daba sus elocuentes sermones. Felipe evangelizó y bautizó a un funcionario etíope en plena carretera. En el areópago (un sitio nada religioso), punto de reunión de los griegos, paganos ellos, Pablo dio su memorable discurso sobre “el Dios no conocido”. Allí, donde fuera.

Habiendo conquistado una libertad así, ¿qué fue lo que nos hizo retroceder y encerrarnos en los templos? Los estudiosos tienen diversas teorías relacionadas con la historia, pero no podemos explayarnos y analizarlas a todas.

Extracto del libro “Tribus Urbanas”

Por María J. Hooft

Lee Cambio de Paradígmas Nº 3 y 4.

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