Aparte de llevarlos a conocer al Dios de misericordia, no hay mucho que puedas hacer para preparar a los jóvenes para el impacto con un asteroide. Solo es una de esas cosas. En cierto grado menor, esto también es cierto para huracanes, tornados, terremotos, incendios e inundaciones. Agrega las enfermedades catastróficas a esta misma lista. Y divorcio, accidentes aéreos y descarrilamientos de trenes. Y asesinos en serie, carros bomba y secuestros.

Estas son las cosas que salen de la nada para interrumpir la vida tal como la conocemos. Aun uno de consoladores de Job —haciendo una pausa en medio de los golpes que recibió Job con las malas noticias que las cosas malas le ocurren principalmente a la gente mala — tuvo que admitir que, tan cierto como que las chispas vuelan, el hombre nace para sufrir.

A veces las rocas caen desde el cielo, y no hay nada que un joven o un líder juvenil puedan hacer al respecto, excepto agradecer a Dios que ella este viva cuando la nube de polvo desaparezca. Y luego tratar de averiguar qué hacer en seguida.

En otros casos, las medidas preventivas están en orden. Los líderes juveniles tienen una posición única para prevenir todo tipo de dolor. Esto no es para decir que el líder juvenil pueda anticiparte a cada desastre, puede hacer mucho si sabe cómo. Y el cómo de la prevención es muy parecido al cómo de la intervención: es relacional, y brota de las relaciones con los jóvenes, padres, escuelas, y en ocasiones con las fuerzas de seguridad.

LA PREVENCIÓN ES RELACIONAL.

En el ministerio juvenil las relaciones son las aproximaciones. No podemos prevenir una crisis en la vida de un joven si nadie está lo suficientemente cerca para percibir algún cambio. La prevención efectiva de crisis involucra a una red de amigos y de adultos consejeros que se cuidan mutuamente y se conocen lo suficientemente bien para percibir cuándo algo anda mal.

¿Qué tipo de crisis puede prevenir una red de esa forma?

  • Adicción: al observar y responder a los patrones de automedicación, impulsividad, coercitividad, sugestibilidad, y habilidades de rechazo pobremente desarrolladas.
  • Intimidación: al crear ambientes seguros donde nadie puede acosar o degradar a otro.
  • Codependencia: al observar y abordar ataduras a relaciones no saludables, intentos de agradar a otros, e intentos de rescatar a otros.
  • Cortaduras y automutilación: al observar y responder a la ira, frustración, ansiedad, victimización, y esfuerzos por cubrir o mostrar heridas y cicatrices.
  • Desórdenes alimenticios: al observar y responder a una apariencia corporal no saludable y actitudes no sanas hacia los alimentos.
  • Escape o huida: al observar y responder a patrones de conflicto familiar, frustración y ansiedad.
  • Explotación sexual: al observar y responder a evidencia de baja autoestima, desórdenes alimenticios, o ataduras a relaciones con personas mucho mayores o menores, como si fueran de la misma edad.
  • Suicidio: al percibir y responder a depresión, desilusión, ira, o falta de esperanza.
  • Ausentismo: al percibir y responder a patrones de aprendizaje pobremente desarrollados o en declinación, dificultades de percepción, y una notoria falta de motivación.
  • Violencia: al observar y responder a señales de victimización, frustración, ira, vandalismo, crueldad hacia animales, y abuso de sí mismo.

LA PREVENCIÓN BROTA DE LAS RELACIONES.

En la mayoría de casos, la red de relaciones que hace que la prevención funcione es natural y obvia para el observador casual. Es una red de la familia, amigos y adultos interesados que están lo suficientemente cerca para darse cuenta cuándo algo anda mal. A veces esto no es suficiente. En ocasiones lo que se requiere es una red de relaciones que incluya a otros jóvenes, amigos, compañeros, padres, maestros y autoridades de la escuela y, ocasionalmente, fuerzas de seguridad, médicos y servicios sociales. Mantén en mente que:

  • Los jóvenes involucrados en apoyo y mediación de sus compañeros hacen un gran bien mutuo.
  • Los amigos son generalmente los primeros en percibir las señales de lucha.
  • Los compañeros de la misma edad ven en ocasiones lo que los padres no ven.
  • Los padres (si son funcionales) son los principales en apostar e invertir en el bienestar de un joven.
  • El contacto casi diario de los maestros con los jóvenes permite que ellos registren el flujo de la interacción social y del bienestar emocional.
  • Los directores de las escuelas pueden traer enfoque y urgencia a un problema emergente si otros son lentos en actuar.
  • Los médicos pueden ser capaces de diagnosticar y tratar desórdenes físicos antes de que lleguen a proporciones críticas.
  • Las autoridades locales preferirían prevenir la actividad criminal de las personas en lugar de arrestarlas luego de los actos.
  • En circunstancias extremas, los servicios de protección de menores pueden actuar para sacar a un niño o joven del peligro.

Extracto del libro Cómo Ayudar a Jóvenes en Crisis.

Por Jim Hancock y Rich Van Pelt

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