Mi padre fue muy fiel en reunirnos todos los días para tener el culto familiar. No era maestro, pero nos leía un pasaje y luego todos orábamos. Recuerdo un período en el que mi hermano mayor Tedd estaba trabajando el primer turno en una fábrica. Tenía que estar allí entre las 6:00 y las 6:30 AM. Papá hacía que el resto de nosotros nos levantásemos a las 5:00 AM para que leyéramos y oráramos juntos. Luego la familia regresaba a la cama y Tedd se iba al trabajo. No recuerdo mucho de lo que leíamos, pero recuerdo cómo me impresionó el compromiso inalterable con el culto familiar. Recuerdo que pensaba que tenía que ser muy importante porque nada se interponía en el camino de nuestro tiempo familiar de lectura bíblica y oración.

Mis padres hicieron lo mismo con la adoración dominical. Era una parte no negociable del horario familiar. La única cosa que hacíamos los domingos por la mañana era asistir al culto de adoración de la Iglesia. Inclusive cuando estábamos de vacaciones, mis padres encontraban un lugar para que fuéramos a adorar el domingo. Demostraron un compromiso que reflejaba la importancia de estas prioridades espirituales. Necesitamos hacer lo mismo.

¡Dios nos ha escogido para ser sus hijos! Ha abierto nuestros ojos a su verdad. Nos ha perdonado, adoptado como sus hijos, y nos ha dado el poder por medio de su Espíritu. A pesar de nuestra desobediencia e incredulidad, ha respondido con corrección paciente y amorosa. Hemos experimentado su gracia admirable. Aunque no logremos nada más, lo que sí queremos es que nuestros hijos le conozcan, valoren su amor, se maravillen por su gracia y vivan para su gloria. Queremos que experimenten su amor redentor y entreguen sus corazones a él. Por lo tanto, serán nuestra prioridad la adoración y enseñanza pública, el estudio bíblico personal, el compañerismo, y el culto y ministerio familiar. Nos esforzaremos por ser padres que diariamente demuestran con su vida lo que significa “buscar primeramente el reino de Dios”, haciendo que sea nuestra prioridad la búsqueda de Cristo. Al hacer esto, permitimos que Dios obre a través de nosotros para establecer un hambre por él en los corazones de nuestros adolescentes.

Preguntas

  1. Cuál es la cuarta meta propuesta por el autor?
  2. ¿Cuáles son las razones por las que no transmitimos a nuestros hijos un corazón para Dios?
  3. ¿Qué apariencia tiene un corazón para Dios en la vida diaria de tu adolescente?
  4. ¿Cuáles son las señales de una búsqueda de Dios?
  5. ¿Cuáles son las estrategias para impulsar un corazón para Dios?

Extracto del libro “Edad de Oportunidad”.

Por Paul David Tripp.

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