¿Te has asustado alguna vez por la ropa que usa tu adolescente? ¿Te has quejado del paso rápido y frenético de tu vida? ¿Te parece como si tu adolescente estuviera hablando cierto dialecto desconocido? ¿Alguien en tu casa tiene un trabajo de cuarenta horas y cinco días a la semana? ¿Has considerado jubilarte a los sesenta años? ¿Has cuestionado si es sensato hacer que un muchacho de dieciocho años tome decisiones costosas y cruciales con respecto a su carrera? ¿Has sucumbido a la tentación de comprar el aparato de ejercicio más reciente sólo para tenerlo empolvado en algún cuarto de tu hogar? ¿Tiene un walkman tu adolescente? ¿Son los dieciocho años una edad mágica porque es la edad en la que un adolescente puede obtener su licencia para conducir? Todas estas cosas describen la influencia distintiva de la cultura moderna sobre la manera en la que cada una de nuestras familias piensa y vive.

Si comprendemos las maneras en la somos influenciados por la cultura, podremos enseñar a nuestros adolescentes a vivir sabia, atenta y redentoramente. Lo sabio se refiere a la habilidad de aplicar los principios de la Escritura a la toma de decisiones prácticas en el contexto de su cultura. Estar atento significa vivir consciente de la filosofía «hueca y engañosa» de la cultura circundante y no entregarse a la tentación de servir a sus ídolos. Redentoramente significa no estar satisfecho con el aislamiento o vivir a la defensiva, sino seguir el mandamiento de Cristo de ser «sal y luz» en un mundo corrupto y oscuro.

Permíteme pedirte con ahínco que no mires a tu adolescente y te conformes con sobrevivir. Da gracias a Dios cuando son inactivos sexualmente y están libres de drogas, pero plantéate un propósito más alto que éste. La voluntad de Dios es que lleguen a ser «participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia» (2 Ped.1:4) y que sean «luminares en el mundo . . .en medio de una generación maligna y perversa» (Fil. 2:15).

La influencia de la cultura circundante es mucho más penetrante que las imágenes ofensivas evidentes encontradas en la televisión y en el cine, las revistas y la música. No obstante, somos tentados a hacer de éstas los puntos focales de nuestros debates y escaramuzas con nuestros adolescentes. Inclusive, algunas veces reaccionamos negativamente a cosas de la cultura que nuestros adolescentes traen a casa (música, moda) no debido a que están corrompidas moralmente, sino porque son diferentes a la cultura de nuestra propia juventud. Decimos, «¡No vamos a estar escuchando ese ruido aquí!» (lo cual expresa el sentimiento exacto que tuvieron nuestros padres hacia nuestra música). Pero ¿está moralmente mal que mi hijo o hija disfrute música que yo encuentro imposible de escuchar? En otras ocasiones decimos, «¡De ninguna manera vas a ponerte eso!» (lo cual expresa la perplejidad que sintieron nuestros padres por la ropa que nosotros pensábamos que se veía bien). Pero ¿será moralmente malo que mi hijo use pantalones que son tan anchos que podría dar tres pasos antes de que la pierna de su pantalón se mueva?

Cuando reaccionamos a los asuntos de preferencias personales de la misma manera como reaccionamos a los asuntos morales, abaratamos toda la discusión sobre la cultura y debilitamos la influencia positiva que podemos tener con nuestros adolescentes. Necesitamos aceptar que en muchas maneras ellos serán diferentes a nosotros. El asunto no es si están participando en cosas que nosotros disfrutamos, sino si ellos están participando en cosas que son agradables a Dios. Esto requiere una consciencia de las influencias sutiles y penetrantes de la cultura en la que viven.

La influencia poderosa de la cultura puede resumirse en cuatro áreas. Estas áreas, cuando se consideran juntas, son un resumen de toda la vida. La cultura circundante influenciará cada área de tu vida de alguna manera. Por esto debemos vivir vigilantemente y enseñar a nuestros adolescentes a hacer lo mismo.

  • La cultura establecerá el ritmo de vida. ¿Te has quejado alguna vez de cuán ocupado estás o qué acelerado es tu ritmo de vida? ¿Cuánto tiempo tienes para la meditación tranquila o la reflexión personal? ¿Cuántos momentos de actividad familiar tienes cuando todos los miembros de la familia están presentes? ¿Tienen por lo menos una comida al día en la que todos comen juntos? ¿Una vez a la semana? ¿Una vez al mes? ¿Te preguntas cómo tú y tus hijos pueden participar en todas las actividades de la iglesia, escuela, deporte y clases de música? ¿Te has preguntado quién te dijo que vivieras así? ¿Alguna vez has querido detener el mundo y bajarte de él? El ritmo de vida en nuestra cultura está directamente relacionado con lo que la cultura considera importante. Es el resultado directo de una cultura que tiene como valores elevados la adquisición y el logro.

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