Notemos que el pasaje nos dice el porqué necesitan esta ministerio a diario. Es debido al engaño del pecado. El pecado es engañoso, ¿Y adivina a quién engaña primero? Tu adolescente con facilidad verá el pecado de otros a su alrededor, pero a menudo estará sorprendido cuando le señalen los suyos. Con lo que estamos tratando es con la ceguera espiritual. Es un problema universal. En tanto queden residuos de pecado en el interior, habrá cierto grado de ceguera espiritual en todos nosotros.

Cuando pienses en las necesidades de tu adolescente, pon el asunto de la ceguera espiritual en primer lugar. Con toda seguridad es uno de los resultados más importantes de la Caída. Recuerda, la gente ciega físicamente saben que están ciegos y estructuran su vida correspondientemente. Pero la gente ciega espiritualmente no saben que están ciegos; piensan que ven, y que ven bien. Ciertamente, esto explica porqué nuestro adolescente a menudo se siente lastimado y acusado falsamente, y se pone a la defensiva cuando les señalamos áreas en las que han fallado.

Es muy importante entender la dinámica espiritual que está operando aquí. Se nos urge a tener contacto diario no porque hayamos descubierto a la persona en pecado y debamos confrontarla. Este pasaje no tiene el enfoque de la confrontación y restauración, sino el de la prevención. Se nos urge a tener contacto a diario porque mientras haya pecado interno en tu adolescente, habrá cierto grado de ceguera espiritual. Y puesto que los ciegos espirituales no tienden a saber que lo son, no buscan ayuda ordinariamente. Tu adolescente no tendera a buscar ayuda porque no piensa que la necesita. Por esto necesitas comprometerte con este modelo de conversación preventiva constante. Lo que buscas es tener un ambiente familiar donde siempre se conversa, donde los hijos no pueden musitar saludos, sentarse a la mesa en silencio y permanecer el resto del tiempo en sus cuartos a solas. Tienes que estar determinado a hablarles y a hacer que ellos te hablen, preferentemente todos los días. Al hacer esto, necesitamos enfrentar nuestra propia ceguera espiritual. No somos inmunes a nada de lo que hemos hablado aquí. En esas conversaciones con nuestros adolescentes, Dios está obrando para abrir no sólo sus ojos, sino también los nuestros.

La ceguera espiritual tiende a distorsionar la perspectiva de nosotros mismos, de Dios, de otros, del pasado, del presente y futuro, y de dónde y cómo se necesita que ocurra el cambio. Si estas cosas son vistas con distorsión o no son vistas para nada, no hay oportunidad de que el adolescente responda a los asuntos de su vida de una manera bíblica y que honre a Dios.

El modelo de la conversación constante implica estar dispuestos a buscar a tu adolescente. Implica no vivir con la distancia que él ha introducido a la relación. Implica mantenerte allí en esos momentos incómodos cuando no eres aceptado ni apreciado, y abandonar una relación negativa en la que sólo tienes conversaciones importantes con tu adolescente cuando ha hecho algo malo.

Comprométete con la prevención. No te conformes con su silencio. Haz buenas preguntas que no puedan ser respondidas sin que tu adolescente revele su corazón (pensamientos, motivos, propósitos, metas, deseos, creencias, valores, etc.). Finalmente, siempre trae el Evangelio a cada una de esas conversaciones. Hay un Redentor. Él ha conquistado al pecado y a la muerte. Está presente como mi ayuda en todo mi problema. ¡Hay esperanza! ¡Los “Goliats” sí mueren! ¡El cambio – cambios radicales de corazón y vida – sí es posible!

Un padre que tiene su esperanza en el Evangelio buscará a su adolescente y no se detendrá mientras permanezca en el hogar. No esperaremos a que vengan en busca de ayuda. No discutiremos con ellos si necesitan o no ayuda. El llamado de la Palabra es claro. Con los corazones llenos de la esperanza del Evangelio, haremos preguntas y probaremos, escucharemos y consideraremos, suplicaremos y animaremos, amonestaremos y advertiremos, e instruiremos y oraremos. Despertaremos cada día con un sentido de misión, sabiendo que Dios nos ha dado un llamamiento supremo. Somos muros de protección que Dios ha colocado amorosamente alrededor de nuestros adolescentes. Somos ojos que Dios les ha dado para que vean. Por lo tanto, conversamos, conversamos y conversamos.

Extracto del libro “Edad de Oportunidad”.

Por Paul David Tripp.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí