La pregunta que carcome cuando ocurre un accidente con heridas o muertes es: ¿por qué?, ¿por qué tuvo esto que ocurrir?, ¿por qué fueron tan torpes?, ¿o descuidados?, ¿o con mala suerte?, ¿por qué permitiría Dios este tipo de cosa? Los accidentes encienden dudas profundas. También generan culpabilidad.

Las preguntas más silenciosas, pero igualmente difíciles son: “¿por qué no a mí?, ¿por qué decidí no ir con ellos?, ¿por qué sobreviví?, ¿por qué no salí lastimado?”. Este es el inicio de la culpabilidad del sobreviviente.

Las respuestas con mucha palabrería, como “todo sucede por una razón”, son buenas para llenar el incómodo silencio, pero no más que eso. Los jóvenes requieren respuestas más directas, profundas y honestas. “No sé por qué ocurrió esto, fue un accidente…”,es mejor que decir: “Supongo que le llegó su hora”.

Jim Hancock: 20 años después de su muerte en un accidente aéreo, entrevisté a la mayoría de personas que eran cercanas al evangelista y músico Keith Green. Casi todos ellos tenían muy claro que era culpa de Keith. Él era el piloto. No hizo bien los cálculos. Sobrecargó el pequeño avión. Fue arrogante. Pero fue un accidente; no lo hizo a propósito. Después de dos décadas, nadie ha tratado de convencerme de que era parte del plan de Dios y nadie lo vio como una victoria para el maligno. Ciertamente, nadie se alegró con el accidente; pero todos reconocieron la misericordia de Dios en medio del dolor.

PLAN DE ACCIÓN: ABORDA EL DOLOR

Dios no desperdicia el dolor. Nosotros tampoco deberíamos hacerlo. No sobreexpliques pero, cuando el tiempo es apropiado —con gentileza y respeto, y sin explotar a las personas para convertidos o poder personal—, involucra a los jóvenes en explorar y aprender por su cuenta.

Ayuda a que las personas trabajen para salir de la culpabilidad al examinar la responsabilidad. Hacer cosas tontas no es del diablo; es simplemente estúpido. Pero eso no hace que el dolor desaparezca. Un accidente que ocurrió bajo la influencia del alcohol no fue realmente un accidente; fue un acto tonto (y posiblemente criminal) cometido por alguien que sabía mejor que eso. Lo que sabemos no es tan importante como la forma en la que decidimos comportarnos.

Abre las realidades de la causa y efecto en la física de la vida. Muy pocos vehículos y aún menos conductores pueden manejar en una curva de 50 kilómetros por hora a una velocidad de 100. La fatiga hace que aumente la posibilidad de error en la toma de decisiones.

Destruye el mito de la invencibilidad que muchos adolescentes creen vehementemente. Nadie es tan inteligente, fuerte, bendecido, o con suerte como para estar exento de accidentes.

Gentilmente resiste al narcisista que quiere hacer que todo sea acerca de él (me pregunto qué está tratando Dios de enseñarme por medio de esto). Afirma la verdad que Dios hace que el sol se levante sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos.

Brinda consuelo a los sobrevivientes con amabilidad y paciencia. Debes estar a su lado a través de la dura prueba de la recuperación. Asegúrales que está bien estar vivos todavía. Anímalos a vivir con propósito.

Declara la misericordia de Dios. Ofrécete como mediador en las relaciones rotas por un accidente.

Extracto del libro Cómo Ayudar a Jóvenes en Crisis.

Por Jim Hancock y Rich Van Pelt

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