Pero también conozco las historias de personas que me han tenido la confianza de abrir su corazón y contarme cómo su pareja ya no era virgen y que tenía un pa­sado horrible además del pecado sexual y como extendieron el perdón y el amor cu­brió multitud de pecados. Hoy están feliz­mente casados. No significa que están sin problemas, pero sí felizmente casados. Perdonar es morir a nosotros, perdonar es ver con los ojos del mañana, perdonar es la medicina que quita el dolor. Por eso debemos perdonar completa, genuina y constantemente. Perdonar completa­mente es todo, no sólo parte del pasado asesino. Perdonar genuinamente, es per­donar de corazón, no en la emoción del momento. Y perdonar constantemente es perdonar cada vez que un pensamien­to o una actitud de la otra persona, nos recuerde a la ofensa. Pensar en la ofensa es revivir la misma. No resucite el pasado asesino de su pareja, vea con los ojos de la compasión y el amor y ame con todo. Cuando llegue un pensamiento doloroso disparado por algo que ve u oye, no deje que ese pensamiento eche raíces en su mente y sustitúyalo con otro.

Es probable que usted sea la persona que tiene el pasado asesino. ¿Qué puede hacer? Lo primero que debe hacer es bus­car lo único que verdaderamente puede borrar su pasado, darle una nueva vida y vivir con la mirada en un propósito más lejano que lo terrenal y hacia lo celestial. Me refiero a reconocer que el Creador estableció las reglas para esta tierra y que usted las quebrantó y que experimentó en su vida las consecuencias devastado­ras de su desobediencia. No experimentó estas consecuencias sólo en usted, tam­bién afectó su entorno y a los demás. Es reconocer también que las malas obras no se borran con buenas obras. Ante Dios pecador, pecador. No es como que en una balanza tiene del lado izquierdo las ma­las obras y del lado derecho las buenas obras. Y que la balanza se inclinará hacia donde produzca más, ya sean buenas o malas obras. Un pecador, una vez peca­dor, pecador. A ¿Qué me refiero? A que aunque usted cumpla la mayoría de los mandamientos de Dios, con uno solo que quebrante, ha quebrantado toda la ley y es culpable de castigo y de castigo eterno. La Biblia nos dice: “Porque el que cumple con toda la ley pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda.” Santiago 2:10 NVI

Pero queda una esperanza. Dios es santo y no hay pecado en él. Dios no tolera el peca­do que es una rebelión ante su majestad y esencia. Dios castiga al pecador y le da un castigo eterno, no porque sea malo sino porque es justo. Pero así mismo estableció el camino para declararlo justo, borrar sus pecados y darle una nueva vida. Un poco
de historia en resumen para entender me­jor el asunto de su esperanza.

La Biblia se divide en dos partes, el An­tiguo y el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento narra la creación de Dios, la elección de un pueblo como suyo pro­pio llamado Israel y cómo este pueblo se rebela vez tras vez ante Dios y vive tiempos de obediencia cuando estaba bajo un buen líder. Pero cuando este mo­ría volvían a rebelarse ante Dios. En dos ocasiones Israel es llevado cautivo por los imperios de Asiria y Babilonia.

El Nuevo Testamento comienza con el na­cimiento de Jesús, cuyo nombre significa El Salvador. Israel llevado cautivo por Asi­ria y Babilonia lo cual queda registrado en el Antiguo Testamento. Entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento hay 400 años de silencio. Cuando Jesús apa­rece en escena Israel está bajo el dominio del imperio Romano y a cambio de su li­bertad pagan impuestos al César. Esperan de su pueblo a un Mesías prometido que los libertaría. Mesías es una palabra he­brea – idioma del Antiguo Testamento – que significa ungido. Es el equivalente en griego – idioma del Nuevo Testamento – del nombre Cristo que también significa ungido. ¿Qué significa la palabra ungido? Ungido era aquella persona del pueblo de Israel que había sido ungido con un aceite sagrado para nombrarlo como una auto­ridad importante tal y como fue el caso de los sacerdotes. Jesús era el ungido. Aquel que había sido nombrado como nuestro Salvador.

En el Antiguo Testamento, cuando al­guien pecaba, un animal podía morir en su lugar. El castigo recaía sobre el animal quien moría en lugar del otro. Ese animal debía ser perfecto y sin macha. Esto lo había establecido Dios después que libe­ró a Israel de los 430 años de esclavitud en Egipto y liderados por Moisés

“»Si el que peca inadvertidamente es alguien del pueblo, e incurre en algo que los mandamientos del Señor prohíben, será culpable.28 Cuando se le haga saber que ha cometido un pecado, llevará como ofrenda por su pecado una cabra sin defecto. 29 Pon­drá la mano sobre la cabeza del ani­mal, y lo degollará en el lugar donde se degüellan los animales para el holocausto. 30 Entonces el sacerdote tomará con el dedo un poco de la sangre y la untará en los cuernos del 4 altar del holocausto, después de lo cual derramará el resto de la sangre al pie del altar. 31 Luego le sacará al animal toda la grasa, tal y como se le saca la grasa al sacrificio de co­munión, y el sacerdote la quemará toda en el altar, como aroma grato al Señor. Así el sacerdote hará expiación por él, y su pecado le será perdona­do.” Levítico 4:27-31 NVI

Extracto de “Noviazgo de Altura” por Álex López

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