En el Jardín del Edén, Adán y Eva estaban desnudos y no sentían vergüenza porque no habían pecado al comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal que Dios les había prohibido comer. Pero cuando desobedecieron, se rebelaron ante la voluntad de Dios y creyeron que sus caminos eran mejores que los de Él, sus ojos fueron abiertos y cobraron sen­tido de su desnudez y entretejieron hojas de higuera y se escondieron. Siempre que pecamos el pecado sigue produciendo los mismos efectos que produjo en los pri­meros seres humanos, vergüenza, miedo, consecuencias y esperanza. Lo primero que ocurrió cuando Adán y Eva comie­ron el fruto es que sintieron vergüenza porque estaban desnudos. Luego cuando Dios bajó y llamó a Adán este se escon­dió porque tuvo miedo, ahora conocía la desnudez. Luego que Dios los confrontó a ambos, les dio consecuencias y los expul­só del jardín del Edén y otras más. No les aplicó la consecuencia del castigo porque fuera un Dios malo, sino todo lo contrario, porque es un Dios justo. A un juez que dicta una sentencia justa a una persona malvada no le llama usted un juez malo, sino un juez justo, porque hizo lo que de­bía hacer, lo que era correcto. Luego que Adán y Eva experimentaron vergüenza, miedo y muerte porque a partir de ese momentos sus días fueron contados. Dios realizó el primer sacrificio de animales, pues dice la Biblia que Dios hizo ropa de pieles para el hombre y su mujer y los vistió. Dios fue su esperanza, ellos no mu­rieron por su pecado, alguien más murió en su lugar.

En el año 2010 escribí en mi blog www. lactapulta.net una publicación que titulé «Cómo perder la virginidad». Esta publica­ción fue compartida por mis lectores en sus redes sociales más de 8,293 veces y se la comparto aquí:

«Para perder su virginidad, siga al pie de la letra los siguientes pasos y sea feliz:

  1. Escoja a una pareja con la que usted estaría tranquilo de ver a su hijo(a) co­menzar una relación.
  2. Defina el día, lugar y hora para el acto sexual. No olvide reservar un buen cuar­to en un hotel cinco estrellas, este día es especial.
  3. Imprima invitaciones, publíquelo en Facebook, Twitter, Google Plus y cuénteselo sin vergüenza a sus papás y a los papás de su pareja.
  4. Pídale a los papás de su pareja que los lleven al hotel que han escogido para esta ocasión especial y que lleguen por usted al día siguiente.
  5. Asegúrese antes de tener relaciones sexuales de guardar de una vez el vestido de novia y su traje de novio para que no se arruguen.

Así se pierde la virginidad como Dios manda. En paz, sin vergüenza, sin re­mordimientos, con la bendición de Dios, de los papás y de todos los familiares y amigos. Horas después del día de su boda cuando en el altar de la iglesia dice, sí acepto y se compromete a vivir con quien lo hará hasta que la muerte los separe.

La virginidad es un regalo único para una persona única. Esta persona única y espe­cial nunca será un novio o una novia aun­que ya estén comprometidos. La persona única es con la que dice en el altar de la iglesia: sí acepto y hasta que la muerte nos separe. Dios prohíbe las relaciones sexuales antes del matrimonio y fuera del matrimonio no para evitarnos vivir, sino para evitarnos sufrir.

La virginidad es el regalo más precioso que puede darle a su pareja. Regálelo el día de su luna de miel, en la tranquili­dad de un hotel, con la bendición de sus papás, de sus amigos, de sus pastores o líderes espirituales. Todos sabrán qué es­tán haciendo en el hotel y no habrá ver­güenzas sino alegría y bendición. Se han fundido en un solo ser.»

Me sorprendió el impacto que esta pu­blicación tuvo entre los jóvenes. Y es que para tener un noviazgo de altura y no arrastrar basura a su matrimonio, apren­da a controlar su propio cuerpo de una manera santa y honrosa. No se preste a ningún juego sexual y no tenga relacio­nes sexuales antes del matrimonio. Estas sirven para fundirle en un solo ser con alguien con quien tendrá una relación de pacto hasta que la muerte los separe y no para ser utilizado en una aventura de una noche. Pegar y despegar algo siempre deja residuos. Siempre conecta. Las rela­ciones sexuales no son un juego, existen para fortalecer un vínculo en medio de una relación de pacto de por vida.

Yo sé. Tal vez estará pensando, este autor iba bien pero hoy si se me desvió bastan­te. Yo sé que se nos enseña que las rela­ciones sexuales antes del matrimonio o fuera del matrimonio no son pecado, que la virginidad no existe y que es cultural, que nosotros somos dueños de nuestro cuerpo y podemos hacer con él lo que queramos y que lo importante es ser per­sonas responsables al tener relaciones sexuales y ser responsable significa utilizar un preservativo.

Steve Jobs y su equipo establecieron las reglas para sus equipos. Usted no puede mojar un iPhone o se arruina, por lo me­nos en los modelos que se conocen al día en que escribo este capítulo. Sin embar­go usted puede decir este iPhone es mío y hago con él lo que quiera. Perfecto, tiene carta abierta para hacer lo que quiera. Pero como solía enseñar Stephen R. Covey, autor del libro los Siete hábitos de la gente altamente efectiva, las decisio­nes son como levantar un palo del suelo. Siempre que levantamos el extremo de la decisión, también levantamos el extremo de las consecuencias. Yo suelo explicarlo de esta manera. Las decisiones siempre están en oferta y son un dos por uno. Siempre que decido algo, de gratis viene la consecuencia junto con la decisión. En otras palabras, podemos escoger lo que queramos, pero no podemos escoger las consecuencias.

Dios sabe más, por eso prohíbe las rela­ciones sexuales antes o fuera del matri­monio. Los cristianos sabemos que somos creación de Dios y tan solo administra­dores no sólo de todos los bienes que logramos adquirir en nuestra vida, sino también somos administradores de la vida que Dios nos dio. ¿Podemos hacer
lo queramos con nuestro cuerpo? Sí, pero habrá consecuencias de muerte eterna.

Extracto de «Noviazgo de Altura» por Álex López

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