Continuemos.

Griselda opinó: Yo les compartiría mi experiencia personal: «Sinceramente no tengo ganas de ir a un boliche, no me gusta lo que se hace en esas reuniones». Nunca les diría que la religión no me lo permite, porque no es cierto, nadie me prohíbe nada, soy yo la que vivo de una forma diferente, con otras metas, otras motivaciones. Les compartiría mis actividades, que todos los sábados me reúno con un grupo de jóvenes. Los invitaría a ellos. ¡Sé que cuesta! Pero creo personalmente que nuestros compañeros y amigos que no conocen al Señor, tienen un gran vacío interior, necesitan del amor de Dios en sus vidas, y podemos hacer que ellos disfruten lo que nosotros a diario gozamos.

Creo que tampoco es una solución tratar de «zafar» porque ellos tienen que conocer nuestra forma de pensar y de vivir. Tienen que ver la diferencia: que no somos «raros» sino diferentes. También creo que no hay que anularse totalmente; podemos compartir algunas cosas, reírnos, y siempre decirles la verdad, ir de frente. A mí en situaciones así, me fue de mucha ayuda un pasaje de la Biblia: Proverbios 3:3-4.

También Analía dio su aporte: En primer lugar, desde el primer momento de clases les diría a mis compañeros que soy cristiana. Para que ellos sepan de entrada lo que soy. Esto me ahorraría muchos problemas después, de no saber que decir. Creo que a un creyente no debería gustarle el ambiente pesado que se crea en un baile, y podría ser arrastrado con las cosas que se hacen.

En mi caso, mis compañeras saben que soy cristiana, y que no me gustan los bailes. Nunca me gustaron, desde chica tuve una experiencia bastante fea: fuimos a una fiesta de casamiento de unas personas nuevas de la iglesia, era en una cantina. Era horrible. Salimos a los cinco minutos. Personalmente, me siento incómoda cuando se crean ciertas situaciones como ser un baile, porque le hace mal a mi espíritu. Si uno comienza a sentir esto (incomodidad espiritual) debe estar seguro que ese no es su lugar, después se sentirá realmente mal.

Pablo por su lado sugirió: Podemos tomar el ejemplo de Daniel: No contaminarse. Pero enfrentar el desafío con otras propuestas. Por ejemplo: Facu podría organizar un «antibaile» e invitar a todos a participar de su fiesta, añadiendo cristianos (habrá música cristiana, gaseosas, amigos, películas creyentes, videos de músicos cristianos, etc.).

Tendrá que invitarlos a ellos el mismo día. Entonces los compañeros deberán elegir. Eso sí se deben organizar estas actividades para jóvenes de parte de la iglesia. Si la iglesia siempre tiene actividades, Facu tendrá siempre buenas excusas.

PARA IR TERMINANDO.

Se presentarán conflictos. Pero aquel que se para firme en sus convicciones siempre termina siendo respetado por el grupo. Nuestros compañeros deberán aceptamos por lo que somos, y no por lo que ellos quieren que seamos.

No nos hagamos «los santos», cortándonos solos en el curso, para evitar situaciones de conflicto. Seamos genuinos, alegres, amistosos, buenos amigos y compañeros.

Divirtámonos sanamente junto a ellos, conversemos, llevemos nosotros la conversación a temas agradables, participemos de toda actividad que consideremos sana. Jesús lo hizo (y a veces, fue criticado por eso).

Siempre renová tu comunión con Dios, de él obtendrás la sabiduría para actuar en cada situación. Su Palabra es la mejor guía para ello. Buscá que él crezca en vos. Para que de este modo tu vida sea un ejemplo claro de plenitud en Cristo. Mirá lo que dice el apóstol Pablo en Efesios 3:14-21. Estoy convencida de que de parte del Espíritu Santo viene todo el socorro en el momento en que lo necesitamos, lo que se requiere es estar seguro de lo que creemos o deseamos para nuestra vida. Ojalá que elijas: agradarle a Él en todo tiempo y lugar.

A las sugerencias para decir «no» indirectamente, quiero agregar las mías. Yo diría, por ejemplo:

«Disculpen chicos, pero yo no voy a los bailes, no me gusta» (pero, ¡ojo! que sea cierto que no te gusta).

«Soy cristiano, y el baile no va con mi estilo de vida».

«¿Al baile? ¡Ni loco!, no me quiero perder la reunión de jóvenes de mi iglesia» (¡Qué bueno sería que todas las iglesias presentaran una opción así!).

Por Laura Bermúdez

Tomado de Revista Nivel 17. Año 4. Nº 20.

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