Todos van a la fiesta que organizaron los compañeros del cole para el viernes a la noche… menos él, porque es creyente y “la religión no se lo permite”. Y él no tiene ganas de ir, quisiera zafar, pero tampoco quedar antes los demás como…

Facundo tiene un problema. Quizá no sea un GRAN problema, pero para él es algo difícil de resolver. Terminaron las clases y para el viernes a la noche sus compañeros organizaron una fiesta. “¿Vas a venir Facundo?” “Mira que te esperamos eh”. Él dijo que sí. No se animó a decirles que no, para que no lo carguen. Pero en realidad no sabe si quiere ir.

Su amigo de la iglesia, Mauricio, sí que la tiene clara, directamente dice que no va, y todos ya saben que “la religión no se lo permite”; a él sus compañeros no lo cargan mucho porque en realidad no se da con nadie, no tiene amigos en el Colé. Pero Facu sí, él se lleva bien con casi todos, se divierte con ellos, participa en muchas de las pavadas que hacen, se ríen y lo quieren, cuando alguno se pone “medio pesado” Facu lo corta, “paré loco… no hagas eso”, que sé yo, siempre algo le sale; y si no, se aleja… Así y todo los chicos lo tienen en cuenta, lo llaman, lo saludan… él se siente bien…

Pero ahora viene lo de la fiesta… La vez anterior no fue, porque llegaron los tíos y primos de Junín, entonces tuvo una excusa, “no pude chicos, vinieron mi tíos…” y zafó. Así y todo esa noche lo llamaron tres veces las chicas, para insistirle que vaya, ¡qué bajón!

La mamá de Facundo, que es creyente, le dijo: “Mirá, si vos querés ir anda, nosotros te dejamos, ¿cuál es el problema?”

Facu da vueltas, y al final lo dice: “Lo que pasa que Mauricio dice que ir a la fiesta es pecado, y que los chicos que van se terminan alejando de la iglesia…”, y suspirando agrega: “Ojalá llueva con todo el viernes…”

El problema de Facundo, que es un problema común para todo chico y chica creyentes, es que él no saber decir “No”, porque en realidad no está convencido de lo que se quiere. El tema del baile es difícil de resolver, porque los consejos generalmente van de un extremo al otro: del rotundo “¡No! ¡Es pecado!”, al permisivo: “Anda, no tiene nada de malo”.

Tratemos de analizarlos por separado.

Pecado, lo que se dice pecado (siendo bien honestos), no es. Sí sería pecado: pecar. Es decir participar de conductas indecorosas, indecentes, inmorales… y todas las “in” que se pueden presentar en un ambiente donde no reina Cristo. Por lo tanto no estaría bien decir “en la iglesia no me lo permiten”, porque los cristianos no vivimos bajo reglas, o normas de hombres o instituciones, nos regimos por convicciones internas (por fe, hablando bíblicamente). Si no participamos de ciertas situaciones es porque estamos convencidos de que no sirven, o nos perjudican en nuestra relación con Dios.

(CONTINÚA…)

Por Laura Bermúdez

Tomado de Revista Nivel 17. Año 4. Nº 20.

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