El ayuno compartido

Ponerse de acuerdo es hacer un pacto de oración. Los que ayunan definen un motivo de oración y claman a Dios por eso. El ayuno hace que el motivo de oración se instale en su interior como un fuerte anhelo compartido. Cuando practicamos el ayuno con otros sumamos fuerzas, sea con la familia, con el grupo de adolescentes y jóvenes o con toda la congregación. Jesús enseñó que, si dos se ponen de acuerdo para pedir algo en su nombre, les será concedido (Mateo 18.19).

En el libro de Ester leemos sobre el ayuno que hizo esta mujer a favor de su pueblo. Además de no comer, tampoco tomó líquido (Ester 4.16).

Este es un tipo de ayuno muy poderoso a nivel de la preparación personal; pero es muy duro especialmente para los que no están acostumbra­dos a ayunar. No es recomendable para alguien que se inicia en la práctica del ayuno, a menos que haya recibido dirección de Dios al respecto.

Está el ayuno de David (2 Samuel 12.16-23), que es el más común entre los creyentes. Este es un ayuno de comida, es decir que no se suspende el líquido. Puede realizarse por un día o más.

Cómo ayunar

Hay distintos tipos de ayuno. Mencionaré algunos que se describen en la Biblia, que pueden servirte para integrar esta disciplina maravillosa a tu vida.

El ayuno que hizo Saúl fue desde la mañana a la noche, según el relato en 1 Samuel 14.24. Esta es una buena sugerencia para quien comienza a practicar el ayuno. Uno se priva del desayuno, el almuerzo y la merienda para dedicarse a la oración. Luego, por la noche, entrega el ayuno y puede cenar.

Otro tipo de ayuno es el de Daniel; consiste en durante varios días privarse de algunos alimentos. En una ocasión ayunó veintiún días, durante los cuales no comió alimentos finos, no comió carne, no tomó vino ni se puso perfume (Daniel 10.2-3). Esta es una buena disciplina para quienes ya han hecho ayuno de uno o dos días y quieren probar una extensión mayor de tiempo para dedicarse a orar o para aumentar el dominio propio. También es un buen ayuno para hacer en familia cuando hay una necesidad importante.

En el libro de Joel se nos dice que hasta los niños de pecho debían ayunar junto con todo el pueblo, para suplicar por restauración (Joel 2.15-16).

Hay otros tipos de ayuno, pero con estos cuatro tienes suficiente para comenzar. Esta es una sugerencia:

  1. Comienza con un ayuno como el de Saúl, es decir, ayuna desde la mañana hasta la tarde, digamos hasta las 18 horas. Prívate de los alimentos sólidos del desayuno, del almuerzo y de la merienda; puedes tomar líquidos (agua, jugos, caldo, etc.). Puedes realizar este ayuno una vez por semana durante tres semanas. Utiliza el tiempo de las comidas para orar y leer la Biblia.
  2. Luego ayuna Un día Completo, el ayuno que hizo David. Prívate de comer alimentos sólidos durante veinticuatro horas y utiliza el tiempo de las comidas para estar en comunión con Dios.
  3. Repite este ayuno periódicamente, según el Señor te lo pida.
  4. Si el Señor te lo indica, prueba otros tipos de ayuno, como el de Daniel o el de Ester.
  5. Ayuna un día entero de televisión. La televisión ejerce un control muy grande sobre la mente; el cristiano que quiere madurar en su relación con Dios y tener una mente controlada por él debe tener autonomía de la televisión. Si tienes un televisor en tu habitación y decides hacer este ayuno, te sugiero que desenchufes el televisor. Muchas veces uno toma el control remoto y lo enciende automáticamente; sin pensarlo, rompe el ayuno. Utiliza el tiempo para orar y para profundizar tu relación con tu familia.
  6. Aumenta el número de días que dedicas durante la semana para hacer este ayuno de televisión. Paralelamente, disminuye el tiempo que destinas cada día para mirar televisión, aun los días en que no ayunas. Detecta cuál es tu mayor pasión. Puede ser la música, el fútbol u otro deporte. Puede ser la computadora, el baile o cualquier otra cosa o práctica. Una vez que sepas qué es lo que más te apasiona, lleva a cabo un ayuno de esa actividad.
  7. Dedica ese tiempo a servir a otros, que es el verdadero sentido de la disciplina (ver Isaías 58.5-12).
  8. Aumenta el número de días de este ayuno hasta que sientas que tienes dominio propio en lugar de estar dominado. Aun cuando hayas logrado el dominio de ti mismo en esa área, repite periódicamente este ayuno.
  9. Si sientes que tu relación con algo o alguien se ha convertido en una dependencia y es una atadura en tu vida, realiza el ayuno de Ester a fondo. Ora y clama hasta que las ataduras se rompan. En la mayor parte de los casos este ayuno es poderoso para quebrar esas Si a pesar de hacerlo tu dependencia continúa, pide ayuda a otra persona. No lo dudes, tu vida es demasiado valiosa como para que te conviertas en esclavo de algo o de alguien.

Este mismo ayuno es de gran utilidad cuando un pecado se ha transformado en un hábito.

10. Si eres consciente de que no tienes control de tu lengua, te sugiero que hagas un ayuno de hablar. Dedica un día entero en un lugar apartado y no hables con nadie. Solamente ora y pídele al Señor que él controle tus labios. Repite este ayuno periódicamente.

Obviamente, por sí solas estas prácticas no producen nada. Son herramientas que el Espíritu Santo utiliza y lo más importante es tu dependencia de él. Poco a poco comprobarás que la disciplina de los distintos ayunos fortalece tu vida espiritual, trae bendición de Dios y te conduce a nuevas victorias.

Extracto del libro ¿Bailamos?

Por Carlos Mraida

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