El Mito del Promedio.

«Oye, ¡yo no seré la mejor persona del mundo, pero tampoco soy tan malo como él! ¡Te puedo contar tantas cosas de este amigo que…! Crecimos juntos y éramos «uña y carne», así que lo conozco bastante bien».

«Era arrogante y engreído. Yo siempre me quedaba callado. Las autoridades constantemente lo tenían fichado pero en cam­bio yo, cooperaba mucho con ellas».

«Vivía entrando y saliendo de la cárcel; yo nunca estuve en contra de la ley».

«¡Si hubieras visto, una vez atacó e hirió a un hombre en presencia de un sacerdote!»

«Como te dije antes, ¡no soy un santo ni mucho menos, pero una cosa sí te digo, Judas Iscariote no era tan malo como Simón Pedro!»

Bueno, quizá Judas nunca se justificó de esta manera, pero todo lo que se dice anteriormente es cierto. Por supuesto, tú conoces el resto de la historia: Judas traicionó a Jesús y se ahorcó. Por otro lado Pedro, a pesar de que negó al Señor, se arrepintió y fue perdonado. Luego se convirtió en uno de los más grandes líderes que jamás se hayan conocido. Pero las palabras que pusimos aquí en boca de Judas no difieren mucho al sentir de mucha gente hoy en día.

  • «De vez en cuando me tomo unas cervezas, pero no soy tan malo como fulano y mengano».
  • «Yo tengo mis defectos, pero no ando hablando mal de otros como hace ella».
  • «Está bien, acepto que no soy un santo, pero si ese tipo es cristiano, entonces yo no tendré ningún problema para entrar al cielo».

Sin embargo, así no se resuelven las cosas.

Nuestro maestro favorito de la secundaria era el que «calificaba según el promedio». Eso quiere decir que el maestro tomaba las calificaciones de todos los exámenes, sacaba el promedio y daba la nota cada uno dependiendo de que esta estuviera por encima o por debajo del promedio (como siempre, no faltaba el Einstein que hiciera que la curva del promedio se disparara). Pero la mayoría de las veces el sistema funcionaba bien, y mientras todo el mundo obtuviera una calificación regular, uno podía aprobar con ocho o nueve sin estudiar.

Algunas personas toman esa experiencia de la secundaria y la proyectan de acuerdo a sus ideas acerca de la vida, Dios y la justicia. Pero la noción de que Él nos va a calificar según el promedio es un mito.

La Biblia es muy clara al decirnos que Dios no va a comparar a Juanito y Menganito y decidir: «Bueno, Juanito, tú no eres tan malo como él, así que ven, entra en el reino de los cielos. Lo siento Menganito, a ti te toca lo que está en la puerta número tres».

Por el contrario, en cierta ocasión un hombre llamado Nicodemo visitó a Jesús. Era un fariseo, miembro del Consejo de los Judíos, un pilar en la comunidad, un hombre que hacía el bien, decía todo lo que tenía que decir y aun creía todo lo que debía creer. Jesús no le dijo: «Oye, Nico, si alguien va a ir al cielo ese vas a ser tú». Simplemente le dijo: «De cierto de cierto te digo que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (Juan 3.3).

No importa si eres mejor persona que Juana o Chana. No importa si bebes menos que Hugo y Paco, o que si vas a la iglesia más que Luis. Según Jesús, lo que importa es «nacer de nuevo».

Ejercicio.

Desarrolla tu capacidad para enfrentar el mito de que «Dios nos calificará según el promedio» con este ejercicio. Lee las siguientes oraciones. Señala las que no se encuentran en la Biblia:

  • Nadie verá el reino de Dios si no nace de nuevo.
  • Nadie debe buscar su propio bien, sino esforzarse para apoyar las buenas obras de otros.
  • He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he vivido una mejor vida que cualquier otro que conozco.
  • No faltes a la iglesia, porque ahí es donde encontrarás salvación.
  • No te desvíes de los caminos que tus amigos tienen para ti.
  • Guarda mis mandamientos mejor que todos los que te rodean y verás el Reino de Dios.
  • Cree en el Señor Jesucristo y trae a la iglesia un diezmo mayor que cualquier otro de tus vecinos, y serás salvo tú y tu casa.
  • Si no os arrepentís todos pereceréis igualmente.

Extracto del libro “No Dejes Tu Cerebro en la Puerta”

Por J. McDowell y B. Hostetler

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