Continuemos.

David, con su honda y sus cinco piedras, se acercó a Go­liat. Este comenzó a rugir: «¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo» (1 Samuel 17:43-44).

David le respondió, gritando (por lo que sabemos, fue el único que se atrevió a hacerlo. Y no ahorró palabras): «Tú vienes a mí con espa­da, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del SEÑOR de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Is­rael, a quien tú has desafiado. El SEÑOR te entregará hoy en mis manos, y yo te derribaré y te cortaré la cabeza. Y da­ré hoy los cadáveres del ejército de los filisteos a las aves del cielo y a las fieras de la tierra, para que toda la tierra sepa que hay Dios en Israel, y para que sepa toda esta asamblea que el SEÑOR no libra ni con espada ni con lan­za; porque la batalla es del SEÑOR y Él os entregará en nuestras manos» (1 Samuel 17:45-47).

Observa que David no habla solamente sobre sí mismo, como lo hizo Goliat. David habla de sí mismo y del Señor. David no salía a enfrentar a Goliat en sus propias fuerzas, o confiando en sus propias armas o capacidades. Estaba confiando en Dios.

Relee 1 Samuel 17:45-47 y encierra en un círculo ca­da referencia a Dios que hace David.

Goliat comenzó a acercarse a David, y este corrió hacia él. Quizá haya sido la única persona que corrió hacia Go­liat. Cargó su honda con una piedra y la lanzó con gran fuerza al único punto descubierto en la armadura de Go­liat: el lugar que estaba sobre los ojos y debajo del casco. Y dio en el blanco. La puntería de David fue perfecta. Goliat cayó hacia adelante. David supuso que era posible que Go­liat estuviera solamente desmayado, no muerto. Por eso, rápidamente, sacó la espada del mismo gigante y le cortó la cabeza.

Los vencedores de gigantes de esta época exhiben tam­bién estas características comunes a David:

  • Responden con gritos positivos cuando el mundo les grita cosas negativas.
  • Corren hacia sus gigantescos enemigos, viéndolos co­mo desafíos para vencer.
  • Dan en el blanco, haciendo lo que saben hacer con toda su capacidad.
  • Terminan el trabajo.

Para llegar al punto en que pienses como un vencedor de gigantes es necesario atravesar un PROCESO. Cuando Goliat cayó, su ejército huyó. La victoria fue to­tal. David ganó su recompensa: no sólo la armadura de Go­liat como trofeo, sino las alabanzas de todo Israel y final­mente, la mano de la hija del rey Saúl. Los que vencen en el país de los gigantes no sólo derrotan a sus enemigos sino que también ganan recompensas para ellos en el proceso.

Agradece a Dios hoy por haber puesto en ti la fortale­za para ser un vencedor de gigantes. Pídele que te dé fortaleza para confiar en él con tus pensamientos en este día.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Venciendo en la Tierra de los Gigantes” (Edición Para Jóvenes)

Por William Mitchell

Lee El Cuarto Estudio de la Primera Semana.

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