Continuemos.

Por ejemplo:

  • Pequé por culpa de él.
  • Pero yo no quise hacerlo. El diablo me hizo pecar.
  • Yo no lo hubiera hecho pero ellos me obligaron.
  • Si Dios me hubiera ayudado yo no habría pecado.

¡Estas son excusas! Excusas tontas y mentirosas que no sirven para nada. Pecamos porque elegimos pecar. Pecar es una decisión personal. Los hijos de Dios NO estamos obligados a pecar, porque hemos sido librados del poder del pecado (Romanos 6:6, 17-18 y 2° Corintios 3:17).

Siempre que culpamos a otros nos engañamos a nosotros mismos y empeoramos las cosas. Dios sabe que soy culpable aunque yo mismo no lo quiera reconocer. Por lo tanto la actitud madura y responsable es asumir la culpa y reconocer el pecado. No mandés al frente a otros, enfrentá tu responsabilidad y hacéte cargo de tu pecado. Te evitarás muchas amarguras. Pensálo.

3. Justificar el Pecado.

Esto fue lo que intento hacer el rey Saúl (1°S. 13:8-13). Trato de buscarle explicaciones a su pecado.

¿Alguna vez escuchaste o dijiste cosas como estas?

  • “Pequé porque fue necesario hacerlo”.
  • «Copié el examen porque no tuve tiempo de preparar ese tema, estuve ocupado en las cosas de la iglesia. No me quedó otra. Solo miré un poquitito».
  • “Tenemos sexo prematrimonial porque nos amamos”.
  • “La homosexualidad está bien porque cada uno tiene derecho a ser como quiera”.
  • “El pecado es un invento de los cristianos. El que cree eso es un ignorante”.
  • “Si amamos, todo lo que hagamos está bien”. Etc., etc., etc.

Muchos son los que tratan de demostrar que no es pecado lo que han hecho. Sin embargo nosotros, los hijos de Dios, vamos a llamar pecado a todo lo que Dios llama pecado. Dios no cambia, el pecado tampoco. Justificar el pecado, tratar de buscarle explicaciones a lo que hicimos, sólo produce confusión en nuestra mente y arruina toda nuestra vida espiritual. Lo bueno deja de ser tan bueno y lo malo parece menos malo y si es menos malo ¿qué problemas hay en volver a hacerlo? Si llegaste a éste punto sos una presa fácil de cualquier propuesta “no tan mala” que ande dando vueltas por allí. Pero esto tiene un precio espiritual muy alto; el precio de perder la comunión con Dios y perder el proyecto de vida que Dios diseño para vos. Un proyecto que no podrás construir sólo.

4. Intentar Escapismos.

  • Tomar drogas, alcohol, pastillas para dormir…
  • Tratar de olvidar escuchando música…
  • Irte de tu casa…
  • Llenarte de actividades para tapar tus acusaciones interiores… o perder el tiempo en tonterías…
  • Pensar únicamente en divertirte… o no pensar en nada…

¡No sirve! Para solucionar el problema del pecado.

Tratar de refugiarte en estas cosas sólo aumentará tu culpa y tu amargura. Te endurecerás interiormente. De nada sirve ignorar el pecado o tratarlo como si no existiera. Algunos, inclusive, arman fantasías en sus mentes para no aceptar la realidad de su pecado. Lo mejor que podés hacer es enfrentar responsablemente tu pecado. Reconocer que ofendiste a Dios, que te estás haciendo mal a vos mismo y que necesitás de su solución para terminar con él.

5. La Solución de Dios.

¿Qué tenés que hacer según Proverbios 28:13?

Confesar. Es expresar con tus palabras claramente el pecado que cometiste. Reconocer que pecaste y declararle a Dios cuál es el pecado. Tenés que asumir tu responsabilidad y decirle la verdad.

Y apartarse. Es tomar la firme decisión de no seguir andando por el camino del mal. No estás obligado a pecar y NADIE puede obligarte a pecar, ni siquiera Satanás, porque Dios ya te hizo libre. Esta es la mejor decisión que podés tomar, por lo tanto NO PEQUÉS. Mantenéte puro y sano interiormente.

¿Qué te enseña Santiago 5:16?

Si pecaste contra alguien tenés que confesarle ese pecado a la persona y pedirle perdón. Es importante que aceptés que tus pastores o líderes oren por vos para ser liberado (Stg. 5:14-15). Si te callás y te encerrás en vos mismo nunca serás perdonado y restaurado. Callarse es darle lugar a Satanás para que te confunda, te torture y te destruya. ¡No lo permitas!

Cuando confesás tu pecado sos perdonado y todo tu ser se alivia, se tranquiliza. Sos sanado. ¿Qué te hace pensar el Salmo 32:1-2, 5 y 51:1-12? Escribílo con tus palabras.

Extracto del libro “Verdades Que Sanan”

Por Edgardo Tosoni

COMPRA Verdades Que Sanan Edición Revisada y Ampliada, haciendo CLICK AQUÍ.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí