Continuemos.

Después de muchos años, Josué se convirtió en el líder de Israel. Caleb, a los 85 años, le hizo un pedido muy osa­do. Caleb pidió el monte de los gigantes, los anaceos, para él, como herencia. Caleb todavía estaba dispuesto y era ca­paz de enfrentar a los gigantes. ¡Esa sí que es una actitud de vencedor! Caleb no tenía ni una pizca de mentalidad de langosta, como lo demuestra su pedido a Josué. Sabía que con la ayuda de Dios, aún podía enfrentar a cualquier gigante y vencer. Josué bendijo a Caleb y le dio a Hebrón como herencia para su familia (Hebrón era el cuartel general de los gi­gantes). Caleb tomó la ciudad de los gigantes, y la convir­tió en su propia ciudad.

Cuando David llegó a ser rey, su primera capital fue Hebrón. ¡Era muy lógico que un vencedor de gigantes desea­ra vivir en una ciudad que alguna vez fuera ocupada por gigantes que fueron derrotados por un vencedor de gigan­tes!

Un detalle: la victoria de un vencedor muchas veces ins­pira a otro vencedor. La victoria de Caleb sobre los gigan­tes sin duda inspiró a David. La victoria de David inspiró a todo el ejército de Saúl a ganar la guerra. Tus victorias so­bre los gigantes que enfrentes inspirarán la fe de otros que creerán para lograr la victoria en sus propias vidas. No sólo serás edificado tú como persona, sino que todo el cuerpo de Cristo se fortalecerá por tu ejemplo.

¿Alguna vez te ha sido de inspiración la victoria de otra persona? Quizá un amigo que logró entrar en el equipo de fútbol o una banda de música a pesar de las di­ficultades. Quizá una película o un libro inspirador. Escri­be aquí abajo una experiencia que te haya inspirado y te haya ayudado a vencer un gigante que enfrentabas en tu vi­da. Si deseas comenzar a pensar como un vencedor en la tie­rra de los gigantes, únete a otros que también crean en re­chazar la mentalidad de langosta y adoptar la actitud que dice: «Podemos hacerlo, podemos tomar la montaña, Dios está de nuestro lado».

Dios te creó con un propósito. Él desea que tú alcances ese propósito. Además, tiene tan buena opinión de ti que voluntariamente sacrificó a su Hijo para que tú pudieras llegar a tu máximo potencial por él. La mentalidad de lan­gosta evita que muchas personas puedan alcanzar las metas que Dios desea que alcancen. Hace que algunas personas crean que sus circunstancias son demasiado para ellas y las condena a vagar por el desierto de la desesperación. Pero no tiene por qué ser así. En los días y las semanas que si­guen, aprenderás que es posible pasar de una mentalidad de langosta a la de un vencedor de gigantes.

En un mundo que todo lo mide por una escala externa de apariencia, habilidades, talentos y capacidades, es fabu­loso saber que Dios nos mide por lo que tenemos adentro. A Dios le interesa mucho más la actitud de tu corazón acerca de él que cuántos talentos tienes. Tu disposición a dejar que Dios te utilice y el hecho de que comprendas que tu importancia está basada en la manera en que él te ve, le permitirá marcar una diferencia por medio de tu vi­da.

Nombra un paso que planeas dar en esta semana pa­ra rechazar la mentalidad de langosta. Pídele a Dios que te ayude a ponerlo por obra para que puedas comen­zar a pensar como un vencedor.

Escribe el versículo para memorizar de esta semana (1º Samuel 16:7) y medita en el hecho de que tu importancia para Dios no depende de tu apariencia exterior, sino de cuán dedicado y disponible estás en tu interior.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Venciendo en la Tierra de los Gigantes” (Edición Para Jóvenes)

Por William Mitchell

Lee El Primer Estudio de la Segunda Semana.

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