El Mito del Racista.

Muchos norteamericanos y europeos se imaginan a Jesús de Nazaret como a Charlton Heston o Willem Defoe. Con el cabello y los ojos castaños y muy bien parecido. Ah, sí, y también blanco. Caucásico. Bronceado, tal vez, pero definitivamente blanco. Blanco como los que te puedes encontrar en California, Minneapolis o Peoría, Illinois.

Pero eso es un mito.

Mucha gente y movimientos se han combinado para perpetuar este mito. El Ku Klux Klan predica la supremacía de los protestantes blancos sobre los negros, judíos y otros. Algunos se imaginan que Jesús está de su parte porque también era blanco. En los días del movimiento nazi de Hitler, la muerte de Jesús se usó para incitar a las masas en contra de los judíos. El «evangelio» nazi exponía la supremacía blanca y por supuesto, pretendían que Jesús estaba de su parte. Después de todo, era «blanco», ¿no? Las Cruzadas, la Inquisición, el despojo y asesinato de los judíos en la Rusia zarista, la importación de esclavos al Nuevo Mundo, etc. El mito racista ha contribuido a muchos de los crímenes más crueles y espantosos de la historia.

El mito del racismo persiste hasta hoy en día. La gente aún caracteriza a Jesús como un Salvador anglosajón. Lo pintan en tonos rosa y durazno. Le atribuyen la complexión, clase y costumbres de su imaginación euroamericana. Pero Jesús ni era blanco ni de clase media. Lo más probable es que Jesús fuera de piel mucho más oscura que la del europeo o norteamericano promedio. Nació como judío, vivió como judío y permaneció como judío a través de toda su vida. Su herencia morena del Oriente medio era probablemente acentuada cuando se paraba al lado de Pilato, un romano de piel clara.

Pero Jesús entró al estado de humanidad en un lugar y tiempo específicos y con características raciales específicas (mucho menos norteamericana de lo que Hollywood ha presentado). En un sentido más amplio, Jesús trasciende las barreras de raza y colorÉl era judío. Sin embargo, hablaba respetuosa y libremente a la mujer samaritana. Las costumbres judías prohibían a Jesús entrar en la casa de un gentil. No obstante, cuando un centurión romano le suplicó que fuera a su casa para ver a uno de sus siervos que estaba enfermo, Jesús respondió: «Yo iré y le sanaré». Cuando una mujer cananita lo siguió (los cananitas eran enemigos históricos del pueblo judío), Jesús alabó su fe y sanó a su hija.

Jesucristo también fue víctima de prejuicio racial. En un viaje a través de Samaria, lo rechazaron porque los samaritanos creyeron que era un judío enviado por Jerusalén. La sociedad, a la que Jesús vino cuando se convirtió en hombre, hacía una distinción primaria entre individuos. Los privilegios, derechos y status de la gente se determinaban por la raza (judío o gentil), clase (esclavo o libre) y sexo (hombre o mujer).

Las buenas noticias que Jesús trajo hablaban de un alejamiento radical del pasado. Pablo lo expresa elocuentemente cuando escribe: «… pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gálatas 3:26-28).

Los seguidores de Jesús deben ser como Él, no en características raciales o de pigmentación, sino aceptando y amando a los demás no importa sexo, clase o distinciones raciales a que pertenezcan.

Ejercicio.

Desarrolla tu capacidad para enfrentar el mito del racista con este ejercicio. Los siguientes versículos se refieren a incidentes que se usaron en este capítulo. Lee cada pasaje. Escribe una frase que identifique lo que expresa el versículo y al lado de cada párrafo del capítulo anota el número de las referencias utilizadas a continuación.

1. Lucas 9:51-6.      

2. Juan 4:1-26.

3. Gálatas 3:26-28.

4. Mateo 8:5-13.

5. Mateo 15:21-28.

Extracto del libro “No Dejes Tu Cerebro en la Puerta”

Por Josh McDowell y B. Hostetler

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