El Mito de Leo Durocher.

Leo «el Labio» Durocher jugó como shortstop para los Dodgers de Brooklyn, los Yankees de Nueva York, para los Rojos de Cincinnati, y para los cardenales de San Luis en las décadas de los treinta y cuarenta. También hizo un buen papel en las Ligas Mayores. Sin embargo, a pesar de sus logros como pelotero, Durocher es quizás más famoso por su temperamento felino y la filosofía que usaba para justificar su comportamiento: «Los tipos buena gente nunca ganan».

El feroz Durocher pataleó, gruñó y arañó su camino ganando tres campeonatos de las ligas nacionales como manager. Sus equipos continuamente reflejaban su temperamento. Él creía que si una persona quería ganar, tenía que patear, arañar, morder, pellizcar, pegar y lastimar. Pero eso es un mito. También se le puede llamar el mito de J. R. Ewing de la serie Dallas. De cualquier forma que lo veas, es simplemente un mito.

Orel Leonard Hershiser IV fue el pitcher estrella del campeonato mundial de 1988 de los Dodgers de Los Ángeles. Orel ganó 23 juegos durante la temporada normal ese año y estableció el récord de lanzar 59 entradas seguidas sin permitir una carrera, para terminar la temporada de 1988. No sólo eso, sino que también ganó el título de «Jugador más valioso» para la liga de campeones contra los Mets de Nueva York y la victoria en la serie mundial de los Dodgers sobre los Atléticos de Oakland. Además, por voto unánime le dieron el premio «Cy Young» como el mejor pitcher de la Liga Nacional.

Orel era muy buena gente y además, cristiano. Después de establecer el récord por lanzar las 59 entradas sin permitir anotación, se arrodilló en el montículo en agradecimiento a Dios. En el vestidor, después del juego final de la Serie Mundial, le dijo a un reportero que había cantado himnos para sí mismo a fin de calmarse y mantener la concentración. Esa noche Orel dio su testimonio en la televisión nacional diciendo: «Este no es un programa religioso, pero yo quiero dar gracias a Dios». A pesar de que Hershiser sufrió una lesión en el hombro la siguiente temporada, sus logros en el béisbol permanecen en los libros de récords como testimonio de su talento y arduo trabajo.

Si la gente buena nunca gana, ¿cómo fue que Orel llegó a la cima? La espada del Espíritu, la Biblia, expone el mito de Durocher como la mentira que es.

El mito de Leo Durocher dice: «Los tipos buena gente nunca ganan». La Biblia dice otra cosa en Mateo 5.5.

El mito de Leo Durocher dice: «Pelea y patalea hasta llegar a la cima». La Palabra de Dios dice algo diferente en Santiago 4.10.

El mito de Leo Durocher dice: «Tienes que llegar a la cima aunque tengas que aplastar a todo el que se te atraviese». La Espada del Espíritu dice lo contrario en Santiago 4.6.

El mito de Leo Durocher dice: «Tú eres lo más importante. Tú eres el número uno. Primero eres tú, después tú y luego tú». Jesús dice esto en Lucas 14.11.

Algunas veces los buenos terminan último, pero algunas veces los que no son tan buenos terminan al final también. Durocher terminó 3 veces en primer lugar en su carrera como manager de las grandes ligas. 21 veces no lo logró. Su equipo terminó en último lugar en una ocasión. Pero algunas veces, como en el caso de Orel Hershiser, una persona buena, trabajadora, perseverante, determinada y humilde, recibe el primer lugar. Cuando eso sucede, la satisfacción se incrementa porque fue logrado de la mejor manera posible.

Ejercicio.

Desarrolla tu capacidad para enfrentar el mito de Leo Durocher con este ejercicio:

Lee Génesis 39:1-6. José entró a Egipto como esclavo, y se convirtió en un importante oficial en la casa de Potifar el egipcio (y después ascendió más alto hasta ser el segundo después del faraón mismo). ¿Qué hizo José para llegar a la cima?

Lee 2 Samuel 1.1-12. Aquí nos habla del hecho que llevó a David a convertirse en rey de Israel. ¿Cómo se sentía cuando finalmente llegó a la cima?

Lee Lucas 14.7-11. La parábola de Jesús no sólo muestra gran sabiduría sino también sentido común. ¿Cómo puedes parafrasear el mensaje de esta parábola?

Extracto del libro “No Dejes Tu Cerebro en la Puerta”

Por J. McDowell y B. Hostetler

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