El Mito del Intelectual

Ensimismado en sus pensamientos, Gustavo caminaba por la acera de una de las principales calles de la ciudad. Sé dirigía a la iglesia, porque se daba cuenta que había estado huyendo de Dios. «No puedo más con la culpa, la convicción y el sentimiento de que a mi vida le falta algo», pensó.

Así que siguió su camino rumbo a un templo ubicado en una concurrida esquina. Después de caminar varias cuadras, finalmente llegó. Subió las escaleras, se paró frente a las grandes puertas de madera y, empujándolas, entró al templo. Al entrar y cerrar las puertas tras de sí, se detuvo para que sus ojos se adaptaran a la luz tenue que había dentro del templo.

—¿Vas a entrar?

Gustavo se asustó al oír la voz de una mujer que no veía. Se volteó rápidamente hacia donde había oído la voz y vio a una pequeña mujer, un poco jorobada y con un moño de cabello grisáceo en la cabeza.

—¿Vas a entrar? —repitió.

—Sí —respondió Gustavo—. Voy a entrar.

—Tu cerebro por favor.

Gustavo pensó que había escuchado mal, pero ella repitió, esta vez con voz más fuerte:

—Tu cerebro, jovencito.

—¿Mi cerebro?

—Sí, ¿no vas a entrar a la iglesia?

Gustavo afirmó con la cabeza.

—¿No has decidido seguir a Cristo y convertirte en cristiano?

—Sí —respondió.

—Bueno, pues entonces tienes que dejar tu cerebro aquí. Ya no lo vas a necesitar. Le vamos a poner una etiqueta con tu nombre y lo cuidaremos, no te preocupes. Vamos, no te asustes; así es como se hace. Si te conviertes en cristiano entonces «dejas tu cerebro en la puerta».

Por supuesto que la experiencia de Gustavo es ficción. Pero refleja lo que mucha gente piensa y cree de la conversión cristiana. Creen que convertirse en cristiano requiere que uno «deje su cerebro en la puerta» para sacrificar el intelecto e ignorar los procesos racionales. Eso es un mito.

Muchas de las mentes más grandes de la historia han pertenecido a cristianos. El apóstol Pablo, San Agustín, Martín Lutero, Juan Calvino, Juan Bunyan, Deitrich Bonhoeffer, Francis Schaeffer, etc.

La conversión cristiana no choca con el intelecto de una persona, sino que la complementa. La conversión al cristianismo muchas veces provee alivio a la persona, ya que le proporciona piezas de un rompecabezas que antes no podía ver, y por fin ve cómo esas piezas caen en su lugar.

C.S. Lewis en su autobiografía habla de cómo él resistía y eludía el evangelio cuando era joven, ya que consideraba el cristianismo como un sistema antiintelectual. Su resistencia fue vencida, y fue «sorprendido por el gran gozo de descubrir que la conversión estimulaba sus capacidades imaginativas y creativas. Se volvió muy famoso por sus escritos, entre los cuales encontramos libros como Cartas a un diablo novato y las aclamadas Crónicas de Narnia.

Lew Wallace estaba dispuesto a refutar el cristianismo con su creatividad e intelecto poderoso. Pero el poder del evangelio convirtió en creyente al autor del clásico Ben-Hur.

El abogado inglés Frank Morrison intentó escribir un libro desacreditando la resurrección de Jesucristo. Realizó una profunda investigación, recopilando evidencias históricas y trabajando devotamente en esta tarea. Finalmente su intelecto y trabajo lo llevaron a la inevitable conclusión de que Jesús había resucitado de la muerte. Se convirtió en cristiano.

El evangelio no requiere que «dejes tu cerebro en la puerta». Por el contrario, el cristianismo demanda un uso total de tu intelecto, hasta que con toda confianza puedas repetir con Pablo: «Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree…» (Romanos 1.16).

Ejercicio.

Desarrolla tu capacidad para enfrentar el mito intelectual con este ejercicio.

Lee Juan 8.32, 1 Pedro 3:15; Hechos 17.2-4. También lee Hechos 17.16-34, donde se narra la experiencia de Pablo en Atenas, cuando se encuentra con los filósofos y pensadores sofisticados del Areópago. Mira el versículo 23: ¿Acaso Pablo le pide a los atenienses que echen a un lado su intelecto? ¿U ofrece complementar el conocimiento de ellos, llenando los vacíos que muchos tenían?

Junto con el grupo de convertidos en Atenas había un miembro areopagita (vs.34). ¿Quién era?

Extracto del libro “No Dejes Tu Cerebro en la Puerta”

Por J. McDowell y B. Hostetler

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