Pasaje clave: Números 20 y 21.
El capitulo 20 es un “relato de pérdidas” y el capítulo 21 es un “relato de ganancias”. Aunque en mi opinión personal, para Moisés fueron mayores las pérdidas que las ganancias.
Del desierto de Parán, viajaron hasta el desierto de Zin y acamparon en una región llamada Cades.
Allí sufrieron la primer pérdida, ¿cuál fue? (20:1).
Después de este hecho triste, ¿qué actitud tuvo el pueblo? (20:2 al 5).
Estas personas del pueblo de Israel te deben producir la misma sensación que a mí: son insoportables, quejosos, malhumorados, viven atados a su pasado y hasta desean la muerte como aquellos rebeldes que murieron por el juicio de Dios. Están locos o no entienden nada de nada.
¿Qué líder o pastor, por más santo, consagrado a Dios y manso que sea, puede soportar tanta ingratitud y tanto desprecio? Ninguno. ¡Ninguno! Ni siquiera el propio Moisés.
¿Cómo reaccionó Moisés y en qué se equivocó? (20:6-11)
¿Cuál fue la segunda pérdida que experimentó? (20:12).
¿Entiendes? Lo único que tenia que hacer era hablarle a la roca. Más o menos así: “Roquita linda, danos agua”. Nada más.
Pero él no le habló, le pegó a la roca dos veces con su vara. El agua brotó igual, pero Moisés selló su destino. La pérdida fue enorme.
Es fácil para nosotros decir: “solamente tenia que hablarle”, pero ni siquiera él, que hablaba con Dios cara a cara y era el más manso de todos, pudo soportar la presión de aquel pueblo insoportable. Aunque consultó con Dios se dejó arrastrar por la locura de ellos. Él era el líder. Él tenía que ser el ejemplo ante todos. Podía equivocarse y cometer errores pero no podía, ante la vista de todo el pueblo, desobedecer una orden directa de Dios dejándose llevar por sus impulsos. Él tenía que actuar por fe y con obediencia.
¿Cómo hubiéramos reaccionado nosotros en ese momento?
“No vas a entrar a la tierra prometida” fue la sentencia de Dios para él.
¡Terrible pérdida para aquel que había dejado todo para guiar a un pueblo caprichoso y egoísta! Es uno de los episodios más tristes de la Biblia.
De Cades viajaron hasta el monte de Hor y allí Moisés sufrió su tercera pérdida.
¿Cuál fue y por qué motivo? (20:22 al 29).
Todos sufrimos pérdidas. Y si aún no hemos experimentado ninguna, en algún momento de nuestras vidas nos sucederá.
Hay pérdidas que son inevitables.
Como en el caso de María y Aarón para Moisés.
Eran sus hermanos, y más allá de lo mal que habían actuado algunos meses atrás, siempre estuvieron a su lado acompañándolo y apoyándolo. Dios le concedió a Moisés la bendición del afecto y la compañía de sus hermanos, pero ahora ellos morían. Fue inevitable. Y será inevitable también para nosotros ver partir a aquellos que amamos. No sabemos cuándo será ese día pero conviene que nuestro corazón esté preparado.
Disfruta hoy de los que amas, ahora que los tienes con vida.
Regálales flores ahora que pueden disfrutarlas, ¿de qué sirve llevárselas después a un cementerio?
Háblales ahora que pueden escucharte, verte y estar a tu lado.
Ora por ellos hoy. Bendícelos hoy. Disfrútalos hoy.
Hoy dales un beso y un abrazo. Diles hoy que los amas. No hay nada que te impida hacerlo, excepto tu propio egoísmo o tus viejos rencores.
¿Están tus padres separados, o ya no vives con ellos? ¿Qué te impide ir a visitarlos y compartir un tiempo de bendición?
Todo lo que hoy puedas darles del amor de Cristo será un sano recuerdo en tu corazón cuando ellos ya no estén más.
Y hay otro tipo de pérdidas, que sí podemos evitar.
Son las perdidas espirituales y emocionales por desobedecer la Palabra Dios, por pecar, por ser incrédulos, o por dejar pasar las oportunidades.
Bendiciones perdidas, tiempo perdido, oportunidades perdidas, frutos perdidos, madurez y crecimiento perdidos.
Puedes evitar estas pérdidas. Aprende a no actuar por impulsos, a no dejarte llevar por lo que sientes. Aprende a esperar en Dios y a creerle.
Extracto del libro «Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes: Números-Deuteronomio»
Por Edgardo Tosoni
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