Judas (no el iscariote) le dijo: -¿Por qué, Señor, estás dispuesto a mani­festarte a nosotros, y no al mundo? (Juan 14:22).

Juan, en el capítulo 14 de su evangelio, narra una conversación íntima e importante que Jesús mantuvo con sus discípulos. Él sabía que era la última conversación que podría tener con todos antes de su crucifixión. Además de la promesa de su regreso y la seguridad de que no los dejaría solos porque enviaría al Consolador, Cristo les promete que se manifestará.

En ese contexto, tan reservado y exclusivo, en esa conversación profunda y definitiva para Cristo y para sus discípulos, aparece fa pregunta que le hace Judas, no el Iscariote. ¿Quién es?

No hay dudas de que es uno de los discípulos más cercanos a Cristo, puesto que este discurso es exclusivo para ellos. Este Judas, diferente del Iscariote y diferente, también, del de la epístola universal, es conocido también como Lebeo (Mal 10:3) o Tadeo (Mar. 3:18). Después de la traición, cualquier Judas que pudiera ser llamado por otro nombre, lo iba a hacer sin dudarlo ni un segundo.

De él sabemos poco. Pero en este momento especial de la vida de Jesús (está terminando la última cena y a punto de comenzar su camino que lo llevará al Getsemaní y después al Calvario), él hace una pregunta que refleja el pensa­miento humano que todavía dominaba el corazón y la mente de los discípulos.

Cristo estaba comentando que aquellos que lo aman, obedecen sus man­damientos. Agrega la promesa del Consolador, como demostración del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Eran las palabras que el discípulo estaba esperando. Eran su sueño haciéndose realidad. Tadeo quiere entender que esa manifestación será física, gloriosa y militar. Jesús está hablando de una manifestación espiritual, misionera y de salvación.

Como muchos de nosotros, Tadeo escucha las palabras pronunciadas por Jesús y entiende lo que quiere entender Lo que le interesa. Lo que le importa. Los oídos espirituales quedan tapados por las ideas humanas, y todo toma un color que distorsiona la idea original del Maestro, que deforma las enseñanzas de Cristo. Quiero usar las palacras de Jesús, fuera de contexto y modificadas, para darle base a mi propio pensamiento, a mis propias ideas, a mis gustos. El peligro es inminente.

Cuando Cristo habla, deja que él mismo te explique. Es solo prestar atención.

Extracto del libro 365 Vidas

Por Milton Bentancor

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