Pasaje Clave: Mateo 27:46

¿Has visto el nivel de desesperación de los niños cuando se pierden de sus padres en un lugar público? ¿Has visto a un padre viviendo un tormento en el momento en que se le pierde un hijo en un lugar muy concurrido?

  • Se te desmorona el piso, sientes que te traga la tierra.
  • Se te nubla la mente y las emociones te traicionan.
  • El instinto de protección hace que salgas en búsqueda de tu pequeño.
  • Se rompe todo lo que te da seguridad.
  • Tu mundo se vuelve oscuro, tu mente se ensombrece.
  • Te quiebras emocionalmente.
  • Y al final, lloras y sientes que ya no puedes más.

Ahí está Jesús, colgado de un madero. Ha sido golpeado, lo traspasaron con clavos, lleva espinas clavadas en la cabeza. Tiene hambre y sed, el rostro desfigurado, y su cuerpo con poco o nada de sangre. Su corazón ya casi no da más.
Abajo, algunos pasaban señalándolo. Algunas mujeres lloraban al pie de la cruz. Los romanos se repartían sus ropas. Y sobre sus hombros el peso de la humanidad entera. El pecado de cada una de las personas estaba sobre Jesús en ese momento. Y de esa manera Jesús vivió, guardando las distancias, algo parecido a un hijo perdido.
“Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó en oscuridad”. Mateo 27:45.
La naturaleza misma era un reflejo de lo que estaba viviendo Jesús. Con tantos pecados a cuesta, se cumplió la profecía de Juan cuando dijo: “¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. Juan 1:29.
Esa decisión de salvar a todos significaba quedar desamparado. Implicaba que su mundo se vendría abajo. Todo quedaría oscuro. La soledad era abrumadora. Su sentido de conexión con el Padre se había roto por el pecado tuyo y el mío, y el de la persona que está a tu lado. Y entonces levantó un grito desgarrador que solo puede salir de un hijo desesperado porque no encuentra a su padre: -Elí, Elí, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”). Mateo 27:46.
Yo no puedo comprender lo desgarrador que pudo ser. No puedo dimensionar lo que Jesús estaba viviendo allí en ese instante. Está a punto de morir y su Padre se aleja. Es tanto el pecado que Dios no puede estar cerca. El cordero ha llevado el pecado de todo el pueblo. Ha hecho su labor. Así que Él mismo pronuncia las últimas palabras: “Todo se ha cumplido”. Juan 19:30.

Lo que empezó en Génesis 3:15 se completa en este momento, miles de años después. Jesús ha cumplido su labor de cordero perfecto. Entonces inclinó su cabeza y entregó el espíritu.
Quienes hacen análisis de movimientos y causas sociales, dicen que se podría interpretar que el movimiento de Jesús fue una derrota o fracaso contundente: el líder muere, los seguidores dispersos… hasta ahí llegaría el asunto.
Muchos vieron a Jesús derrotado, ahí en la cruz, un cuerpo inerte, sin vida. No podemos esconder una realidad: todo apuntaba a ser un día oscuro, un movimiento libertador llegaba a su fin, una causa que empezó con ímpetu, parecía que se terminaba. Pero es que todos lo entendieron mal. Jesús no era el libertador del pueblo judío del yugo del imperio romano. Nunca se trató de eso.
La tarea de Cristo era liberar al pueblo y a la humanidad entera de su problema más grande: el pecado y la muerte producto de este.

Esta conversación intima de Jesús con el Padre nos recuerda que nuestro pecado personal ya fue llevado a la cruz. Por lo tanto, podemos acerarnos a Dios con la confianza de que vamos a ser escuchados, perdonados y amados.

Extracto del Libro Preguntas Intimas

Por Rafa Ayala

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