Pasaje Clave: Lucas 22:48.

Usualmente le damos el título de “amigo” a personas particulares, a esos que se han ganado nuestra confianza, que han vivido cerca nuestro, o han estado en momentos particulares de nuestra vida. Posiblemente eso te ha llevado a usar esa palabra con algunas pocas personas únicamente.
Mucho se puede decir acerca de la amistad. Lo cierto es que todos anhelamos tener amigos íntimos, profundos, cercanos, reales y leales.
Judas fue uno de ellos para Jesús. Estuvo con él varios años, lo vio haciendo los milagros, caminó muchos kilómetros junto a él, recogió una canasta de pan en el milagro de la alimentación de los 5 mil, estuvo en el barquito cuando casi se hunden.
Pero esta noche es especial. La Pascua llegó. Ya era de noche aquella fecha. Hacía rato habían cenado juntos. Comieron del mismo plato; bebieron de la misma copa; cantaron los mismos salmos; oraron juntos (posiblemente hasta tomados de las manos).
Unas horas después se vuelven a encontrar en dos condiciones diferentes.
• Judas con una bolsa de dinero; Jesús sin importarle para nada la plata.
• Judas acuerpado por militares; Jesús junto a varios hombres agotados, somnolientos.
• Judas quizá vestido con ropa contra el frio de la noche; Jesús con la ropa mojada de sudor y sangre.
Una noche posiblemente fría y bien oscura. El ambiente es pesado y tenso. Jesús ha anunciado no solo su muerte sino una traición. Eso no se digiere fácilmente. Y en medio de esa gama de sentimientos, Jesús ha pasado horas orando por los suyos, y se ha despedido de ellos.

Y entonces viene Judas, liderando un grupo distinto al que ha tenido durante los últimos años. Este grupo tiene armas; el otro solo tenía esperanzas. Uno cuenta con poder; el otro solo con fe. El nuevo grupo tiene poder de decisión; el anterior apenas existe. Judas se acerca a Jesús y lo besa (como era la costumbre entre los maestros de la ley y sus discípulos en el siglo I).
“Rabí” (“mi maestro”). Una sola palabra con un contenido profundo. 4 letras que penetraron el corazón de Jesús en ese momento.
¿Cómo pronunció esa palabra Judas? ¿Con miedo? ¿Quizá sarcasmo? ¿Le tembló la quijada? ¿Pudo ver a Jesús a la cara mientras decía eso?
Y entonces Jesús le hace una pregunta que debió resonar en la mente de Judas por las siguientes horas: “Amigo, ¿a qué vienes?”.
Solo un amigo te puede traicionar. Por definición, un desconocido no te puede traicionar, porque la traición solo puede venir de alguien cercano (amigo, familiar o compañero).

¿Por qué Jesús le hace esa pregunta, si Él sabe a qué viene Judas? ¿Sería acaso una forma de ayudarle a que se diera cuenta de lo que estaba haciendo? ¿Acaso le estaba ayudando en medio de su pecado?
La pregunta de Jesús es muy íntima. Es para alguien cercano. Es una pregunta que evoca una respuesta. Sin embargo, no obtuvo una.
Solo silencio de Judas.
Me gusta Jesús porque en medio de la traición, da palabras de amor. En medio del dolor que sabe que va a experimentar, Él sigue reconociendo a Judas como amigo.
Me gusta Jesús porque su lealtad no estuvo definida por la circunstancia, tampoco por la acción de la otra persona.
Me gusta Jesús porque se mantiene firme en sus convicciones a pesar de la presión del momento.
Y a ti, ¿te gusta Jesús?

Extracto del libro Preguntas Intimas

Por Rafa Zelaya

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí