-Está bien -respondió el rey-, Quimám irá conmigo, y haré por él lo que me pides. Y a ti te daré todo lo que quieras (2º Samuel 19:38).

EI amor de Dios no tiene comparación. David muestra una pequeña sombra de este cuando promete al anciano Barzilai que todo lo que le había ofrecido a él, se lo daría, aceptando su último pedido, a Quimám.

El relato bíblico no explica quién era Quimám. Por lo que el texto dice, pareciera que era una de las personas que acompañaba a Barzilai en su encuentro con el rey David.

La Biblia no presenta ninguna razón ni ningún motivo para que Barzilai lo eligiera; mucho menos para que David lo aceptara. Pero lo cierto es que en un momento estaba sirviendo y acompañando a Barzilai, y al otro, está al lado del rey dirigiéndose al palacio para vivir allí.

Quimám, sin haber hecho nada para merecerlo, recibe la promesa hecha a Barzilai: el rey se encargaría de «todo lo que necesite». Cuando el rey dice “todo», no coloca ningún límite. Cuando dice “todo”, es lo mismo que afirmar que a partir de ese momento no le faltará nada; no por su propio esfuerzo, sino por la dadivosidad real.

Es interesante que Barzilai reconozca los beneficios de vivir en el palacio real, pero no los quiere para él, sino que se los pasa a un ignorado siervo. Co­nozco gente que tiene la misma posición que el anciano de Galaad. Creen que la iglesia es buena y que la religión es excelente. Incluso llevan a su familia a las reuniones; pero no entran en la iglesia y no se comprometen con Cristo, porque se amparan en la frase “No es para mí».

No hay motivos en tu vida para forjar la generosidad del Rey. Cuando la invitación surge, tú no eras el elegido, no eras más que un siervo. La invitación no era para ti. Tu futuro no era más que un horizonte de trabajo y más trabajo Una promesa que no te corresponde, a la que no tienes derecho, que no era para ti, te llega como un regalo inmerecido. Lo único que puedes hacer es aceptar o rechazar. La decisión es tuya.

¿Te diste cuenta de que este siervo, por la gracia del rey, se convierte en un habitante del palacio real? Lo mismo puede pasar contigo, si aceptas a Cristo.

Extracto del libro 365 Vidas

Por Milton Bentancor

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