Juan 15:1-17

¿Por qué Jesús fue tan categórico con este discurso destinado a sus discípulos?  ¿Por qué a líderes, a personas supuestamente maduras se nos de esta premisa con tanta insistencia?  ¿Tendremos los pastores o líderes que volver a considerar vez tras vez y momento tras momento nuestra “permanencia en Jesús”?

Esta palabra de Jesús se ha renovado en mi corazón en un tiempo justo.  Es que me gustan los resultados; el trabajo raramente me cansa, por el contrario, la acción me incentiva a más acción. Creo tener una personalidad auto-motivada. Me gusta ver que la cosa funcione, que la iglesia marche, que los ministerios traigan resultados excelentes, que hayan más discípulos cada mes, que los hogares sean restaurados, que se creen nuevos ministerios que atiendan a las necesidades reales de la gente, que como iglesia demos respuestas a las preguntas de nuestra sociedad, que tengamos injerencia en las diversas problemáticas socioculturales, en una palabra: anhelo “frutos”.

Pero cuando ya sabemos lo que hay que hacer y en el momento en el que hay que hacerlo, va creciendo también un riesgo de altísimo poder destructivo: “la independencia de Dios”.

Los discípulos del Señor están en su etapa final de entrenamiento.  Ya le han tomado la mano al asunto.  Han visto suficiente, han aprendido más que lo necesario, han ministrado personalmente con altísimos resultados, se ve claramente un mover de Dios y ellos han sido parte de la fuerza de la inercia.  Es en este punto donde Jesús debe ponerles sobre aviso.  Escuchemos nuevamente a Juan describirnos con detalles esta palabra. Leamos la Biblia en Juan 15:1-17.  No sigas este artículo sin leer nuevamente el pasaje.

Quizá por vivir en tierras donde la vid, la uva y el vino son fundamentales para la industria madre de mi ciudad en Mendoza, Argentina, este ejemplo de Jesús se me hace más sencillo comprenderlo.

Quiero sugerirte tres puntos determinantes de este mensaje de Jesús en Juan 15:

Fui creado para llevar mucho fruto

Ya sabemos que frutos puede entenderse de al menos tres maneras:

El fruto de personas que son traspasadas de muerte a vida; los llamamos frutos de conversiones. ¿Hay fruto en la iglesia, hubo frutos en la campaña? ¿Tuvo frutos la predicación que hiciste?  Estamos hablando de personas convertidas.

Hay otro tipo de frutos que el Nuevo Testamento los va hilando permanentemente: las buenas obras.  Es fruto el vaso de agua entregado, el joven que visitaste en el hospital o en la cárcel, la ayuda que brindaste a tu familia en tiempos especiales.

Y el otro tipo de fruto es el que provoca en mí la llenura del Espíritu Santo tan magníficamente descripto en Gálatas 5:23, el fruto de un carácter similar al de Jesús.

(CONTINÚA… DALE CLICK ABAJO EN PÁGINAS…)

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