Pasaje clave: Números 5 y 6.

No nos gusta que nos repitan mil veces lo mismo, y no seria necesario que lo hicieran si escucháramos y tomáramos en serio lo que nos dicen. Pero no siempre lo hacemos. Nos distraemos y nos “olvidamos” rápidamente de ciertas cosas, por ese motivo necesitamos volver a escucharlas “otra vez”… aunque no nos guste.
Y Dios vuelve, otra vez, a recordarle a su pueblo la importancia de la santidad.

Y otra vez el Pecado…

¿A quiénes debían echar del campamento? (5:1-4).
Imagínate a toda la iglesia reunida un domingo por la noche. El pastor se pone de pie y dice: “Todos los que están viviendo en pecado, todos los que tienen hacia sus hermanos actitudes que no bendicen, todos los que hablan mal y piensan mal acerca de alguien, los amargados y los que se enojan por nada, tienen que levantarse e irse afuera porque están contaminando la casa de Dios…”.
¿Cuántos quedaríamos adentro?
Y tú, ¿en qué grupo estarías? ¿En los que se quedan o en los que se van?

¡Gracias a Dios que ahora no es como antes!
Dios cambió su método desde que Jesús murió en la cruz, aunque Él mismo no haya cambiado. Su rechazo y su enojo contra el pecado y contra todo aquello que no nos bendice y edifica es tan intenso como siempre.
Otra vez Él busca en nosotros limpieza, santidad y frutos.
Al que persista en su pecado Dios mismo se encargará de “cortarlo” y “sacarlo” para que no contamine a otros, pero en ciertas ocasiones son los mismos pastores quienes deben tomar la drástica decisión de expulsar de la congregación a aquellos que la destruyen y contaminan.

Y otra vez… Confesar y Restituir.

¿Qué más tenían que hacer aquellos que confesaban su pecado? (5:5-8).
Si tu pecado fue contra otras personas no alcanza con “llorar un poquito” y decirle “perdóname por toooodo lo que te hice”. No. Tienes que hacer algo más. Tienes que compensar el daño que le causaste.
Por ejemplo: 

  • Si robaste, devuélvelo.
  • Si agrediste públicamente pide perdón públicamente.
  • Si rompiste algo, repáralo o cómpralo nuevo.
  • Si vendiste lo que no era tuyo, recupéralo.
  • Si te enojaste con alguien, le gritaste y lo trataste muy mal, haz restitución tratándolo con palabras y actitudes que lo sanen y le hagan bien.
  • ¿Hablaste mal de alguien? Habla bien de esa persona.

Esto es restitución. Pero no te confundas, no significa “convertirte en esclavo de esa persona”, sino en reparar el daño que le causate. Así era la ley de la restitución.
 
Otra vez… Tratar con los Celos.

¿Cómo trataban el problema de los celos matrimoniales? (5:11 al 31)
¡Imagínate el desfile de panzas hinchadas y muslos caídos que veríamos en la iglesia si practicáramos la ley de los celos!
Hoy estamos libres de aquellas consecuencias físicas pero no de las consecuencias espirituales y emocionales que generan los celos: amargura, dolor, divisiones, desconfianzas, inseguridades, dudas, acusaciones, culpas… ¿quién puede ser bendecido y bendecir a otros con todo esto en su corazón?
¿Eres celoso?
Los celos nacen de la inseguridad y de la auto desvalorización, del temor a ser abandonado, del egoísmo y de la desconfianza.
Limpia tu corazón, confiesa tus pecados, aprende a verte y a valorarte en Cristo. Aprende a creer en los demás. Aprende a crecer y a madurar.

¿De qué manera puedes bendecir a los demás? (6:22 al 26).
¿Lo haces? ¿Por qué?
¿Cómo actúas con esos “hermanos” que no te caen muy simpáticos?
¿Cómo son tus pensamientos y actitudes hacia ellos?
¿Qué podrías hacer para sanar tu relación con ellos y mantener la paz?

Extracto del libro «Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes: Números-Deuteronomio»

Por Edgardo Tosoni

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