Había entre los fariseos un dirigente de los judíos llamado Nicodemo. (Juan 3:1)

No puedo mostrar que soy seguidor de Jesús porque mis amigos no lo van a entender. No puedo decidirme por Cristo porque mi familia no me va a aceptar. No puedo determinarme a ser un discípulo del Maestro porque las actividades que me gusta realizar van a tener que quedar de lado… Los motivos por el cual nos escondemos, como Nicodemo, pueden ser muchos. Los resultados, siempre son los mismos.

Nicodemo creía en Jesús. El problema era que no quería seguirlo, no quería predicarlo, no quería vivir su discipulado. ¿Te carece una situación conocida? Creer es un paso fácil, hasta los demonios lo dan; pero lo importante viene después, y Nicodemo no se animó a avanzar en ese momento.

Por eso busca a Jesús de noche, escucha el más perfecto sermón predi­cado en pocas palabras, queda impactado y… vuelve a su casa ¡para seguir escondiéndose! Es posible que tú hayas escuchado el sermón perfecto para ti y que hayas quedado igualmente impactado, pero también volviste a tu casa, a tu rutina, a tus amigos y a tu vida de siempre. No te animaste a dar el paso que Jesús esperaba.

Durante los tres años de ministerio terrenal de Cristo, Nicodemo lo siguió de lejos Como Pedro rumbo a la cruz, como muchas mujeres en el Calvario. Imagino a Nicodemo pidiendo informaciones, buscando datos, acompañando los «diarios» de la época para leer sobre los milagros, las palabras, las acciones del Rabino de Galilea. Siempre de lejos. Siempre escondido.

Imagino el respeto secreto que sintió cuando se enteró de la resurrección de la hija de Jairo y, un tiempo después, de la de Lázaro. Imagino la alegría reservada, al escuchar de los leprosos curados, de los ciegos sanados y de los endemoniados liberados.

Pero la vida con Cristo no acepta secretos eternos. Llega un momento en el que tendrás que definir de qué lado vas a estar, y tendrás que gritar al mundo, con palabras y acciones, quién es tu Señor.

Nicodemo lo hizo, cuando el cuerpo sin vida del Maestro estaba colgado en la cruz En ese momento se olvidó de sus miedos, de sus pudores sociales, de la presión de su grupo y llegó ante la autoridad para pedir el cadáver de Cristo. Quería mostrar a todos que creía en Jesús.

Y tú ¿hasta cuándo esperarás?

Extracto del libro 365 Vidas

Por Milton Bentancor

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