Estas son las palabras de Nehemías hijo de Jacalias: En el mes de Quisleu del año veinte, estando yo en la ciudadela de Susa (Nehemías 1:1).

Desde que lo descubrí, Nehemías se transformó en uno de mis persona­jes favoritos de la Biblia. No tiene la espectacularidad de la historia de David contra Goliat ni los elementos sobrehumanos de los sueños de José o de Daniel, ni la profundidad intelectual del apóstol Pablo; pero demuestra compromiso con sus principios, voluntad de cambiar la situación y conciencia de que sin oración ninguna empresa puede salir bien.

Podríamos meditaren su historia durante un mes entero, pero vamos a observar -apenas- un aspecto de su vida.

Nehemías era uno de los tantos israelitas que no habían regresado a Israel cuando tuvieron la oportunidad de hacerlo con Zorobabel y, más tarde, con Esdras. No lo podemos juzgar por esa decisión; piensa que Mardoqueo, Ester y muchos otros también se quedaron.

Nehemías había conseguido llegar a un puesto laboral excelente: copero del rey. El mayor riesgo que corría, era tomar alguna cosa envenenada que le quisieran servir al monarca; pero si él controlaba todo el proceso, su trabajo era tranquilo y le aseguraba estar en contacto directo con el hombre más poderoso de la tierra todos los días. Una responsabilidad que, puesta al servicio de los intereses del Cielo, era una puerta abierta para conseguir beneficios para el pueblo de Dios.

Cuando el rey viajaba a su palacio de invierno o de verano, Nehemías iba con la comitiva real; por eso estaba en Susa cuando comienza su relato. Pero todas las comodidades y las regalías que su trabajo le ofrecía no eran suficientes para olvidar sus orígenes. Por más que no estuviera presente, Nehemías pensaba en Jerusalén, se preocupaba por sus hermanos que estaban en el trabajo de la reconstrucción. Por eso, cuando se entera de la situación de la ciudad y de sus habitantes no solamente ora, sino también actúa para intentar ayudar. Recuerda, tu religión no debe ser teoría.

Nosotros también estamos viviendo en el territorio enemigo. Estamos tan acostumbrados a la situación que aprendimos a disfrutar de las ventajas que presenta el vivir en la Susa de nuestro pecado; pero en realidad, nuestra mente, nuestro corazón y nuestro interés deberían estar en Jerusalén.

Sinceramente, ¿dónde está tu mayor preocupación? ¿No nos habremos acostumbrado tanto a Susa y a sus comodidades que nos olvidamos da la Ciudad del Rey?

Extracto del libro 365 Vidas

Por Milton Bentancor

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