Simón Pedro, que tenía una espada, la desenfundó e hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. (El siervo se llamaba Maleo). (Juan 18:10).
Afortunadamente, Pedro fue llamado por Jesús para que sea su discípulo. Como pescador, pasó algunas noches sin pescar nada; como soldado, le erró el golpe a la cabeza de Maleo y solo le cortó la oreja derecha. Como ves, era bastante poco efectivo.
Hay cosas que no se terminan de entender. ¿Por qué ataca a Maleo, un siervo del sumo sacerdote, si podía atacar a gente “más importante”? Si Pedro quería defender a Cristo, ¿no sería más lógico que lo hiciera agrediendo a alguien con mayor responsabilidad en ese arresto ilegal y cobarde? Quizás era el que estaba más cerca de su espada. Quizás él no sabía quién era quién. Quizás el miedo lo hizo actuar de manera impensada, impulsiva, equivocada.
Primero, Pedro no podía estar con un arma. No solo porque no es el perfil de los seguidores de Cristo, sino además porque estaban en época de fiesta religiosa en Jerusalén. Tanto espiritual como socialmente, él estaba equivocado.
Segundo, por más que la Biblia no ofrece detalles, el relato deja la sensación de un ataque sorpresivo, sin chances de defensa para el atacado; un embate cobarde de parte de Pedro. Por más que Maleo estaba en el grupo tristemente célebre que arrestó a Jesús, eso no daba al discípulo el derecho de atacarlo.
Tercero, en Lucas 22:51 se cuenta que Cristo toma tiempo en sus últimos minutos en esta Tierra, para solucionar el problema de su enemigo. Maleo, quien no sabemos por qué estaba en ese momento y en ese lugar (seguramente, obedeciendo servilmente órdenes recibidas), recibe la bendición de la restauración de parte de Aquel que estaba ayudando a arrestar.
La Biblia no dice nada más sobre su vida, pero no sería sorprendente que Maleo esté en el cielo, y que lo puedas encontrar arrodillado delante del Rey de reyes; adorándolo como no se animó a hacerlo aquella noche en el Getsemaní.
¿Tú serías capaz de seguir con tu vida como si nada hubiera pasado, después de vivir una experiencia como esa? ¿Podrías dormir en paz, sin reconocer en Jesucristo a alguien absolutamente diferente de todos? ¿Cómo podrías ser el mismo después de que el Maestro obró su último milagro en ti?
No sé Malco, pero oro para que tú reconozcas tu vida restaurada.
Extracto del libro 365 Vidas
Por Milton Bentancor